A partir de un par de meses, escuchar la mención al Poder Judicial se ha convertido en parte de nuestro discurso corriente, a nivel del nacional.
No es para menos, se trata quizá de una de las propuestas de Reforma Constitucional más controvertida del siglo; lo cual explica porque tanta gente opine del tema a diestra y siniestra.
Inevitablemente, enunciar las palabras “Reforma” + “Poder” + “Judicial” es una fórmula que remite al vocablo “Derecho”.
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Por principio de cuentas, es la propia sociedad la que construye el fenómeno jurídico, lo nombra y, por ende, lo determina. Por tanto, estamos frente a un constructo social. En consecuencia, hablar de Derecho se torna en una necesidad de la sociedad; en relación al Poder Judicial, en estos momentos, por ejemplo.
¿Cómo, no es una ciencia? No necesariamente. Puede estudiarse al Derecho desde una perspectiva (con pretensión) científica. Sin embargo, hoy por hoy es común reconocer la dimensión como constructo social del Derecho desde una posición más aceptada por los teóricos contemporáneos.
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Incluso, cabe decir que el propio concepto de ciencia ha cambiado en los últimos tiempos; lo cual implica reformular aquello a lo que decidimos llamar ciencia en algún punto de la historia humana; como la ciencia misma.
Es por eso que quisiera trascender, en conjunto con mis lectores, el propio concepto de Derecho y con ello desmembrar sus concepciones hasta recaer en las implicaciones sociales que provocan las mismas; tal y como es el caso de la Reforma Constitucional al Poder Judicial, la cual también está correspondida por una escuela (obsoleta) del Derecho: el positivismo clásico formalista.
Acompáñame en este viaje semanal que estaré compartiendo en la columna titulada “la comedia jurídica”. Hasta la próxima.
cacf
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