Las batallas en el desierto, del siempre recordado José Emilio Pacheco, es uno de esos libros que cuando lo empiezas a leer no lo sueltas hasta terminarlo. A mí me pasa que cuando lo regreso a mi librero trato de evitar relacionar su contenido con la realidad, esa de las plataformas digitales y los magos del IMSS, que hacen lo posible por quedar bien con su jefa; manejan de una manera extraña los números.
Recuerdo a Carlitos, personaje central de la pequeña novela, con su actuar inocente ante un ambiente social donde las mentiras son aceptadas y las apariencias son el sustento en la escuela, la casa, la calle, pero, sobre todo, en las relaciones con los amigos y los adultos, que se creen muy ingeniosos. En ese ambiente, las mentiras no son condenables, sino son pequeñas omisiones, excusas, narrativas construidas con ingenio, o cinismo, para no perder el estatus, el buen nombre.
No entiendo, de verdad no entiendo por qué no informan que durante los primeros 11 meses de la actual administración se destruyeron 25 mil 194 negocios que se dieron de baja como patrones en el IMSS, y además se perdieron 25 mil 886 empleos formales.
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Son verdades que se tienen que encarar para buscar alternativas de solución. Ocultar cifras no es honesto.
Sin embargo, cuando se trató de actos de lucimiento, entregaron a la presidenta cifras sin confirmar, gritando a los cuatro vientos que en el mes de julio de 2025 se habían dado de alta en el IMSS 1 millón 221 mil trabajadores. Casi trataron de decir que estábamos en bonanza. ¿Por qué esos funcionarios actúan de esa forma? ¿A quién pretenden engañar?
Los funcionarios que pasaron la nota a la presidenta omitieron que las 13 plataformas registradas en el Centro Federal de Conciliación y Registro Laboral subieron datos duplicados, que era un listado de “socios” que habían aceptado un pedido en los últimos 90 días, personas que ya no estaban trabajando en los dos últimos meses, o que suplantaron a un trabajador original utilizando la cuenta a su nombre. Pero lo más grave es que no informaron a su superior que esos números eran temporales, que eran de humo, y que no se podía festejar como si fueran datos permanentes.
Al mes siguiente, en agosto, las cifras alegres revelaron que se dieron de baja 847 mil 293 personas quienes laboraban en plataformas digitales y soñaban con ser parte del mundo formal, y que solamente 133 mil 178 personas fueron reconocidas por el IMSS como trabajadores formales. “Los mariachis callaron”, como en la canción de “Ella”, de José Alfredo Jiménez. Se pusieron una cinta de aislar para taparse la boca y los magos de las cifras se fueron a esconder abajo de la mesa sin dar una explicación clara del por qué esta reducción tan dramática.
Así, entre datos inflados, omisiones convenientes y silencios calculados, lo único real fue la caída estrepitosa de miles que creyeron en una promesa de formalidad, que desde el inicio rayaba en la ficción.
Carlitos, en Las batallas en el desierto, no mentía como lo hacen los funcionarios que se quieren lucir con una reforma de plataformas digitales, y que pone en el lodo los derechos laborales.
En las tarjetas informativas omitieron intencionalmente informar a su jefa que los trabajadores de plataformas digitales que usaran automóvil deberían ganar más de un salario mínimo neto para tener derecho a la seguridad social. Hasta en los barrios de la colonia Doctores de la Ciudad de México me estuvieron preguntando si era cierto. Los tuve que desmentir, porque deberían ganar al menos 21 mil 189 pesos, es decir, 2.5 salarios mínimos.
Hicieron un pacto con los demonios de las plataformas digitales para imponer a sus trabajadores, a los que llaman “socios” (de no sé qué), una especie de impuesto (porque no se consultó con los afectados) de un 60% del ingreso de los 21 mil 189 pesos, al que le llaman, sin remordimiento, “factor de exclusión”. ¿A razón de qué? Para dejar fuera del mundo laboral a los más posibles.
Pero se metieron con todos, como si fueran una pandilla, hasta con los de motocicleta. Les dijeron que, para tener su seguro social, ese que está saturadisimo, deberían tener un ingreso bruto mensual de al menos 16 mil 951 pesos, equivalente a 2 salarios mínimos, con un factor del 50% de exclusión del paraíso (en la tele dijeron que era un salario mínimo, ¿a quién le creo?).
Mi amigo Fermín, quien usa bicicleta para trabajar en plataformas digitales, me platicó que se le impuso tener un ingreso bruto mensual de al menos 9 mil 971 pesos, equivalente a 1.2 salarios mínimos, al aplicarle un 15% de factor de exclusión.
Bajo el disfraz de la formalidad, impusieron barreras disfrazadas de requisitos, pactaron con los de arriba y condenaron a los de abajo. Llamaron ‘inclusión’ a lo que, en los hechos, ocurrió lo contrario, fue un filtro para dejar fuera a la mayoría.
Eso de un salario mínimo para ser trabajador de plataforma fue pura ficción, engaño, dicen por aquí. Una promesa que sirvió para el discurso, pero que nunca bajó a la realidad de quienes pedalean, manejan o reparten para sobrevivir.
Los dueños de las plataformas digitales llegaron con funcionarios del IMSS, Infonavit, Secretaría del Trabajo y la Secretaría de Hacienda, con pañuelos humedecidos en lágrimas advirtiendo que formalizar a sus trabajadores destruiría la flexibilidad propia de su modelo súper innovador. Alegaron que disminuiría el tamaño de la industria, pondría en riesgo los empleos generados durante la pandemia cuando no había opciones para los jóvenes urbanos desempleados o informales.
Estas empresas tecnológicas pidieron una transición de 6 meses, con la aceptación de las autoridades federales, elevando arbitrariamente y sin una justificación técnica los factores de exclusión, para que pocos “socios” alcanzaran la categoría de trabajadores formales, y así tener las previsiones financieras suficientes para hacer frente a sus obligaciones laborales y de seguridad social, prometiendo que no iban a trasladar estos costos a los usuarios finales ni a disminuir los ingresos de los trabajadores.
No obstante, el 18 de julio pasado, Uber anunció un aumento en sus tarifas del 7% para hacer frente a estos costos “que les están imponiendo” ya que impactarán a sus finanzas. En los recibos que expide esta empresa, con toda impunidad coloca esta frase:
“Ajuste al usuario por la ley laboral”
A pesar del desacuerdo de la presidencia de la República a estas medidas retadoras de la transnacional, hasta la fecha no se le han impuesto sanciones.
Si a Carlitos, el personaje de Las batallas en el desierto, algún algoritmo digital lo convirtiera en realidad, seguro que buscaría meterse entre las hojas de papel de la novela refugiada en mi librero, donde está a gusto, para no soportar tanta ficción.
De otros avatares
Este 22 de septiembre se cumplieron 2 años del estallamiento de la huelga en la empresa Caterpillar, fabricante de partes automotrices, la cual se encuentra en Nuevo Laredo, Tamaulipas. Su reclamo fue obtener un Contrato Colectivo de Trabajo, y hasta la fecha 462 trabajadores siguen en espera de una solución.
