Los altos mandos de la Marina involucrados en hechos de corrupción fueron presentados como “manzanas podridas”. El calificativo buscó aislar a esas personas respecto de la Marina como organización. El uso retórico fue, además, esperable tratándose de una organización pública que ha sido instrumentalizada para los fines de la anterior y la actual Administración. Tal utilización ha alterado la función central de la Armada involucrándola en funciones de seguridad (Guardia Nacional) y otras, tradicionalmente encomendadas a la Administración civil (aeropuertos, administraciones portuarias, obras de infraestructura, etc.)
La posición gubernamental es absolutamente contrastante cuando, sin pruebas, ha acusado a toda una organización de corrupción: el CIDE, el INAI, el Poder Judicial. En esos casos ni siquiera se les dio el beneficio de la “manzana podrida”.
Más allá del contraste que se hace desde el poder, bajo la limitada óptica que distingue a los “amigos” de los “enemigos”, lo que ocurre en la Armada no es un problema de “manzanas podridas”, es, por el contrario, un problema de la canasta. El régimen ha construido una forma de gestión pública que es el caldo de cultivo para conductas como las que se han presentado.
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Explico:
Robert Klitgaard, uno de los autores más reconocidos en el estudio de la corrupción, considera que ésta se reproduce cuando se reúnen determinadas condiciones: ejercicio del poder, discrecionalidad del decisor y débil rendición de cuentas. La fórmula que sintetiza lo anterior es C= M + D – RC.
Tal fórmula tiene un gran poder explicativo para la mayoría de las situaciones en las cuales se presenta la corrupción sistemática.
Lo que el régimen ha hecho de la Armada (y también en el Ejército) es colocarlo en una situación en el que las organizaciones armadas han aumentado su poder y su discrecionalidad y se han reducido alarmantemente los controles que hacen posible la rendición de cuentas.
Como se ha dicho al inicio de este artículo, la función de las fuerzas armadas ha rebasado las tareas propias de lo castrense asumiendo funciones civiles. Esto va acompañado de condiciones de excepción en la gestión pública: declaratoria de que tales actividades se consideran de seguridad nacional lo que posibilita adjudicaciones directas, información reservada, elusión de los controles judiciales. A esto debe agregarse el aumento del presupuesto público otorgado a las fuerzas armadas y que en su función tienen mayor autonomía.
Más poder, menos transparencia, más discrecionalidad y menor control. Es el escenario perfecto para que se cree, reproduzca, extienda y sistematice la corrupción. Es el ejemplo de libro al que alude Klitgaard.
Así pues, hablar de “manzanas podridas”, es más una estrategia de control del daño reputacional que una explicación realista de lo que pasa en las fuerzas armadas. El caso en que están involucrados familiares del titular de la SEMAR en la Administración pasada puede ser apenas la punta del iceberg. Focalizar el problema en las “manzanas”, implica ignorar el verdadero problema: la canasta.
Es la forma de organización y gestión pública del actual gobierno donde está el verdadero problema
