LAS MUJERES Y EL MOVIMIENTO DE INDEPENDENCIA

Las independentistas

Josefa Ortiz de Domínguez, Leona Vicario y la Güera Rodríguez son nombres que se han ido insertando en los imaginarios colectivos y asociado a la lucha de Independencia, pero muchas más mujeres participaron. | Leonardo Bastida

Escrito en OPINIÓN el

Josefa Ortiz de Domínguez, Leona Vicario, La Güera Rodríguez son nombres que poco a poco se han ido insertando en los imaginarios colectivos y asociado a la lucha de Independencia, comenzada hace 215 años por el cura Miguel Hidalgo y centenas de personas en el Bajío, muchas de las cuales, eran mujeres, pero los registros históricos, o más bien, las narrativas oficiales de la historia las han dejado a un lado, para enaltecer la memoria de los hombres. 

Una visión patriarcal del quehacer del estudio del pasado, cuya consecuencia es la descolocación de una lectura real del fenómeno histórico, dejando a un lado a una gran cantidad de participantes en esta movilización, y cuyo papel no fue menor, pues no sólo se dedicaron a las labores tradicionalmente asociadas a ellas, como el preparar los alimentos o el atender a las personas heridas. 

Muchas de ellas también estuvieron en los campos de batalla, encabezaron tropas, defendieron las causas a través de escritos, aportaron recursos económicos para el Ejército Insurgente, planearon tácticas, sirvieron de espías, y llevaron a cabo muchas otras actividades de las cuales no hay registros, pero sin su participación, el desenvolvimiento de los sucesos pudo haber sido diferente. 

Hace algunos años, en este espacio, compartimos las semblanzas de algunas de ellas, las más conocidas, pero, en esta ocasión, traemos a colación, algunas otras más, con la finalidad de recordarlas, y seguir pugnando por una reescritura de la historia en las que se incorporen todos los elementos posibles para una mejor comprensión de sucesos y sociedades pasadas, como es el conocer la participación de las mujeres en ambas. 

A propósito de la efeméride, un libro que vale pena revisar es “Ellas, que dan de qué hablar” de Carmen Saucedo (INEHRM, 2011), quien nos recuerda la presencia de otras mujeres en labores claves del Ejército Insurgente como Margarita Peimbert, de 17 años, hija del abogado Juan Nazario Peimbert, miembro de “Los Guadalupes”, un grupo sedicioso que conjuntó a varios líderes que comenzaron el movimiento emancipatorio. 

En su caso, se reconoce la redacción de algunas cartas, supuestamente de corte romántico, pero que, en realidad, ayudaban a transmitir mensajes sediciosos. 

El episodio de San Andrés Miahuatlán, Oaxaca, en el que, una centena de mujeres armadas con garrotes y cuchillos se amotinaron y entraron al cuartel, dentro del cual los soldados se negaban a tomar las armas contra las enfurecidas debido a que eran sus familiares.  De ellas, se recuerdan a Mónica, Rosa la Patiño, Pascuala, Cecilia y Pioquinta Bustamante, con sus hijas Ramona y Micaela

Otra figura recordada en el texto es la de Carmen Camacho, de San Luis Potosí, quien intentó convencer a José María García, general realista, para que se pasara a las filas insurgentes y extrajera armas del cuartel para suministrarlas a las tropas a favor de la separación de la entonces Nueva España de la metrópoli española. Fue acusada de “seducción de las tropas” y condenada a muerte. 

Un caso similar fue el de Manuela Paz, quien fue sorprendida defendiendo la plaza de Huichapan, Hidalgo, el 3 de mayo de 1813, y fue fusilada, en conjunto con los demás integrantes de la tropa a la que pertenecía. 

Ana María y Trinidad Ortega, de Cerro Gordo, quienes pelearon junto con su hermano, el líder insurgente, Saturnino Ortega, fueron aprehendidas en 1815 por el ejército realista y encarceladas en la ciudad de México por algún tiempo.

Reconocida regionalmente, María Josefa Martínez, de San Antonio el Alto, cerca de San Andrés Chalchicomula (hoy Ciudad Serdán), era viuda del insurgente Miguel Montiel. Según los reportes de la época, cuando fue aprehendida “comandaba varonilmente” y capitaneaba rebeldes “en traje de hombre”.

En la misma entidad, en 1817, Mónica Salas, esposa de Vicente Vargas, dos de sus hijas y dos nietas fueron aprehendidas y puestas en prisión en Puebla, siendo liberadas a cambio del indulto que Vargas aceptó en 1818.

Muchas otras, aún silenciadas por la historia, resistieron arrestos por parte del ejército realista como parte de una medida para presionar a sus parejas sentimentales a retirarse de las armas a través de un indulto o eras sometidas a torturas para que dieran información sobre la ubicación de las tropas o alguna otra información relevante. La mayoría de ellas prefirió guardar silencio y no cedió a las presiones.

Leonardo Bastida

@leonardobastida