VIOLENCIA DIGITAL

Puebla, o lo que no arregla la censura

Puebla tiene la oportunidad de avanzar en una regulación que proteja a quienes enfrentan violencia digital, pero para lograrlo hay que entender que Internet no se transforma con castigos, sino con libertad responsable. | Fabiola Peña

Escrito en OPINIÓN el

La violencia digital es real y urgente, pero no se resuelve con atajos punitivos ni con definiciones vagas que pueden abrir la puerta a la censura. En lugar de apostar por leyes que silencian, es momento de invertir en soluciones con enfoque de derechos.

Combatir el ciberacoso debería ser una causa compartida. Nadie en su sano juicio podría estar a favor de la violencia en línea, especialmente cuando tiene consecuencias tan graves como el acoso sistemático, la difusión no consentida de imágenes íntimas o el hostigamiento en redes. Pero entre querer atender un problema y diseñar la solución correcta hay un largo trecho. Y la iniciativa presentada en Puebla para sancionar el ciberacoso —aunque bien intencionada— corre el riesgo de cruzar una línea peligrosa: la de convertir la censura en política pública.

La propuesta busca imponer sanciones a quienes generen “contenido dañino” en redes sociales, y aunque esto pueda sonar razonable a primera vista, el problema está en la ambigüedad de esa categoría. ¿Quién define qué es dañino? ¿Una autoridad administrativa? ¿Una plataforma privada? ¿Un algoritmo? Cuando se dejan abiertas esas puertas, lo que sigue es un terreno fértil para abusos, silenciamientos y autocensura.

Leyes como esta no sólo enfrentan problemas técnicos de aplicación —¿cómo se hace cumplir en plataformas globales?—, sino que también desvían la atención de lo más importante: cómo prevenir, no solo castigar. Y en ese punto, hay mucho por hacer que no pasa por el Código Penal. La alfabetización mediática, por ejemplo, ha demostrado ser una herramienta poderosa para reducir los efectos del acoso digital, dotando a las personas de recursos para identificar, enfrentar y reportar situaciones de violencia en línea.

Una verdadera política contra el ciberacoso debe partir del reconocimiento de que el entorno digital no es neutral. Es un espacio donde se reproducen desigualdades, violencias y estigmas, pero también donde se pueden construir herramientas de defensa, contención y cuidado. En lugar de apostar todo al castigo, las autoridades podrían invertir en estrategias de educación digital desde la infancia, capacitar a docentes, brindar acompañamiento psicológico especializado y fortalecer los canales de denuncia ya existentes —muchos de los cuales hoy están rebasados o ni siquiera funcionan—.

Otra vía efectiva es trabajar con las plataformas tecnológicas para mejorar sus sistemas de moderación, de forma transparente y con enfoque de derechos. Eso incluye fomentar protocolos de respuesta más rápidos, accesibles y comprensibles para las y los usuarios; impulsar códigos de conducta comunitarios que vayan más allá de los términos y condiciones; y, sobre todo, garantizar que las personas afectadas por la violencia digital puedan tener apoyo real —no solo una ventana para “reportar”—. Regular no debe significar censurar: debe significar crear condiciones para que Internet sea un lugar más justo, seguro y plural.

Puebla tiene la oportunidad de avanzar en una regulación que realmente proteja a quienes enfrentan violencia digital. Pero para lograrlo, hay que salirse del reflejo punitivo y entender que Internet no se transforma con castigos, sino con comprensión, estrategia y, sobre todo, libertad responsable.

Este 16 de junio, tras la publicación de la llamada Ley de Ciberasedio en el Periódico Oficial del Estado, el gobernador Armenta anunció su intención de convocar foros para discutir el alcance de la nueva norma. Que se abra espacio al diálogo siempre es una buena noticia, sobre todo cuando se trata de temas tan sensibles como la libertad de expresión y la violencia digital. Sin embargo, el orden importa: lo deseable habría sido iniciar con el intercambio de ideas, no llegar a él una vez que la ley ya está en vigor. Escuchar antes de legislar no solo mejora las leyes; también mejora la legitimidad de quienes las impulsan.

Fuera de tema (pero no tanto)
A veces, lo único que queda es esta confesión de Rosario Castellanos que, con toda su ironía, sigue vigente:

"Señoras y señores: ha llegado el momento de hacer una confesión que a ustedes no les parecerá sorprendente (porque hace mucho tiempo que han venido advirtiéndolo), pero que a mí me es sumamente humillante: no entiendo nada de lo que sucede ni en este país, ni en este mundo, ni en los otros planetas.": Rosario Castellanos, ”Un mundo incomprensible”.

Fabiola Peña

@FabiolaPena