#CARTASDESDECANCÚN

Carta a Carlos Salinas de Gortari

Donde expone el lamentable caso de los ex presidentes tránsfugas, una maldición bíblica en la historia nacional. | Fernando Martí

Escrito en OPINIÓN el

EXCMO. SR. DON CARLOS SALINAS DE GORTARI / DOMICILIO ARCHI-RECONTRA-DESCONOCIDO

Muy Huidizo ex presidente y ex compatriota: 

Aunque (casi) nadie sabe con certeza donde vive, he de suponer que Su Excelencia se habrá enterado de que hace pocos días volvió a ser noticia en México, gracias al discurso de una chiquilla que responde al nombre de Luisa María Alcalde, quien despacha como mandamás del partidazo, es decir, no de su añorado PRI, sino de la renovada aplanadora que hoy domina el reino y que se presenta en público con un acrónimo muy magnético: Morena.

La morena en cuestión (no el partido, sino la muchacha), propuso a los cuatro vientos que esta copia al carbón del PRI, que lo mismo que su predecesor se dice invencible, debe ser más cauteloso al aceptar nuevos militantes, pues hay noticias de que se han colado en sus filas no sólo arribistas y vivales, sino también maleantes y malandros, y hasta uno que otro capo del crimen organizado, todos en busca de protección y abrigo para sus felonías.  

La sugerencia de la mozuela no cayó en el vacío. Fue secundada de inmediato por el presidente del Consejo Político Nacional del nuevo PRIAN, un camaleón llamado Alfonso Durazo, quien transitó por el PRI como secretario de Luis Donaldo Colosio, por el PAN como secretario de Vicente Fox, por el PRD como mil usos de López Obrador, y de alguna manera logró encaramarse hasta su actual posición, donde se presenta como centinela de la pureza ideológica de Morena. En tono mojigato, con la autoridad moral que transpira por los poros, aseguró que ha llegado el momento de cerrarle el paso a los oportunistas.

Y es que la morena (otra vez la chamaca, no la guarida de rufianes), para ilustrar su propuesta, dijo con todas sus letras, mitad pregunta, mitad exclamación: “¡Imagínate que Carlos Salinas de Gortari tiene ganas de sumarse a Morena!” Y luego añadió: “¡Tú dime si Manlio Fabio Beltrones de repente levanta la mano!”. Y sin reparar en la chocante contradicción de términos, aclaró que no se trata de “hacer un partido de puertas cerradas”, cuando era obvio y manifiesto que las acababa de cerrar en las narices de los susodichos.

Llegado a este punto, tengo una pregunta que quiero formular a Su Ilustrísima. De hecho, es por eso que lo elegí como destinatario de esta carta pues, dada su experiencia en la materia, de seguro tendrá una respuesta inteligente para la siguiente cuestión: ¿dónde empieza y dónde termina el delirio de grandeza o, dicho en términos más coloquiales, el mareo del poder? O al menos, para ilustrar este argumento, dígame si a Vuecencia ya se le acabó. 

La patria recuerda a Vuestra Potestad en la cumbre de su poderío, cuando presumía que Usía sí sabía gobernar, cuando prometió convertir a México en país del primer mundo, cuando se pavoneaba como líder de las naciones emergentes, cuando propalaba que su imperio duraría varias décadas y cuando, al referirse a la oposición, decía: ni los veo, ni los oigo.

Le bastaron 91 días a su sucesor para fulminar tanta grandilocuencia, mediante el fulminante recurso de meter al bote a su hermano, Raúl. Vino entonces la patética huelga de hambre más corta de la historia, unas treinta horas, y de ahí en más de un exilio interminable, que de acuerdo a radio pasillo lo ha llevado a radicar en Irlanda, Cuba, Estados Unidos, y a últimas fechas en Reino Unido, con largas estancias en España. No está mal para alguien que se presenta como ‘desempleado’, como tampoco sobra anotar que, en ese peregrinaje, adquirió la nacionalidad española, una conducta ladina y medrosa que habla muy mal de su amor por México, si es que tal sentimiento arraigó alguna vez en su ronco pecho (mismo trámite, dicen por ahí, que anda en vías de remedar la esposa de su peor enemigo).

La cuestión es que su caso dista mucho de ser único. De los seis ex presidentes que nos quedan vivos, ¡cuatro! viven en el extranjero. De Salinas se rumora que sufre, sin poderse resignar, su actual anonimato. De Zedillo se sabe que vive en Yale, de espaldas al país que gobernó. De Calderón se dice que se esconde en España, temeroso de que lo alcance la justicia (o la injusticia) de la 4T. De Peña se presume que trata de jugar al golf todos los días, aunque tiene que dejar Madrid la mitad del año, para no pagar impuestos. 

Los otros dos. que tienen código postal en territorio nacional, parecen haber optado por el exilio interior. Uno, Fox, atrincherado en su rancho, del cual sólo emerge para decir disparates y reiterar que ha sido el mejor presidente del mundo. El otro, López Obrador, atrincherado en su rancho, agitando el río revuelto, haciendo sentir su perniciosa influencia desde lo oscurito.

Qué tiempos aquellos, cuando los reporteros (y la patria) teníamos la certeza de que se podía visitar a Echeverría en su casota de San Jerónimo, que López Portillo daba entrevistas en la Colina del Perro, que a De la Madrid le encantaba conversar en la Casa del León Rojo, allá por Coyoacán. Fíjese qué curioso: a partir del salinato, todos pusieron pies en polvorosa.

No me queda claro, Vuestro Infortunio, por qué la chavala de Morena eligió a Usía para lanzar su dardo envenenado, teniendo tanto de dónde escoger. O sea, ¿por qué no desinvitó a Zedillo, ni a Fox, ni a Calderón, ni a Peña? Lo que sí me queda claro es que la chiquitina tiene pocas lecturas y se mareó con facilidad, arriba de su ladrillito. De no ser así, sabría la lección de la historia que enseña que los perseguidores de hoy serán los perseguidos de mañana. 

¿No persiguió con encono Echeverría a Díaz Ordaz? ¿No mandó López Portillo a Echeverría a las antípodas? ¿No exhibió De la Madrid las veleidades carnales de López Portillo y metió a la cárcel a su adorado Díaz Serrano? ¿No desaforó Salinas a la mitad de los gobernadores que le heredó De la Madrid? ¿No le dio pamba con picahielo Zedillo a Salinas? Y en los días que corren, ¿no es la mano pesada de López Obrador la que mantiene tanto ex presidente en el exilio?

La conclusión es tan lógica que acalambra. Si Morena pierde el poder –y no hay duda de que algún día lo perderá, esa es otra lección de la historia–, con tanto alacrán que se ha echado a la espalda, con tanto abuso que ha fraguado, con tanta transa que ha encubierto, con tantos prestigios que ha devastado, ¿les quedará a sus dirigentes otro camino que no sea el destierro?

Hay que estar atentos: la lista de expatriados puede ser provisoria.

***

Hay una sentencia ruin que tiene el tono de una amenaza y el fondo de una certeza. Alguien me dijo que proviene de la época de las guerras carlistas, pero no he podido hallar ningún registro histórico, ni siquiera con la ayuda invaluable del Chat GPT. En pocas palabras, la máxima reza que a los tiranos y a los autócratas que caen en desgracia les espera uno de estos tres destinos: destierro, encierro o entierro.  

Lejos de mí insinuar que Vuestra Prepotencia haya sido un tirano cuando ejerció de jefe de la Nación. Mas sí quiero opinar que se acercó mucho a los usos y costumbres de los déspotas, que abusó en forma rutinaria de su inmenso poder y que, como la joven dirigente de Morena, no midió las consecuencias de sus actos. Ese ha sido el pan de cada día en los siglos de los siglos de historia nacional y, para soportar este alegato, permítame darle a Vuestra Suspicacia un breve recuento de los ocupantes de Palacio que sufrieron el rigor del mendigo aforismo.

  • Agustín de Iturbide, destierro y entierro (lo fusilaron). 
  • Vicente Guerrero, entierro (también lo fusilaron).
  • Anastasio Bustamante, destierro.
  • Manuel Gómez Pedraza, destierro.
  • Antonio López de Santa Anna, otro que le gustaba atrincherarse en su rancho, tres veces destierro.
  • Ignacio Comonfort, destierro.
  • Félix María Zuloaga, destierro.
  • Miguel Miramón, entierro.
  • Benito Juárez, destierro (por Santa Anna, cuando fue gobernador).
  • Maximiliano de Habsburgo, entierro (lo fusilaron).
  • Sebastián Lerdo de Tejada, destierro.
  •  José María Iglesias, destierro.
  • Porfirio Díaz, destierro.
  • Francisco I. Madero, entierro (lo fusilaron a mansalva).
  • Victoriano Huerta, destierro.
  • Venustiano Carranza, entierro (lo masacraron).
  • Adolfo de la Huerta, destierro.
  • Álvaro Obregón, entierro (lo asesinaron).
  • Pascual Ortiz Rubio, destierro.
  • Plutarco Elías Calles, destierro

Veinte nombres en la lista, a los que hay que agregar los cuatro expatriados actuales, para un total de veinticuatro. Si le hacemos caso a Wikipedia, que dice que Claudia Sheinbaum es la sexagésima sexta (66°) en ocupar la silla, tendremos que en el desalmado y violento devenir nacional la posibilidad de morir en forma violenta siendo presidente, o de perder la patria por esa misma razón, es del 36.36363636 por ciento. Pero Wikipedia está mal, porque cuenta las once veces que Santa Anna juró el cargo, las tres de Bustamante, las tres de Gómez Farías, etcétera. Si lo dejamos en individuos y contamos que había dos presidentes, uno liberal y otro conservador, durante la Guerra de Reforma, y contamos al usurpador de Miramar, el número se reduce a 51 y la probabilidad de ser alcanzado por el fúnebre y desterrador adagio es de un sobrecogedor 47.058824 por ciento.

Ahora bien, eso de morir en forma sangrienta hace mucho que no le pasa a un presidente (es una ventaja del cargo, pues en los últimos veinticinco años más de medio millón de mexicanos han sido víctimas de homicidio doloso). De hecho, el último ultimado fue Álvaro Obregón, en 1928, o sea, ya llevamos casi un siglo sin un magnicidio (si olvidamos el de Colosio que, lo que es la mala suerte, le tocó a su gobierno).

En sentido contrario, las chances de ser desterrado han aumentado de manera exponencial desde que Vuestra Infamia dejó el cargo, pues si cuatro de seis optaron por la lejanía, la probabilidad de terminar de trotamundos se eleva al 66.66666666 por ciento.

Con toda humildad, debo pedirle a Su Inclemencia que no vaya a cotejar estos números, ni sea severo con sus exagerados porcentajes. Yo siempre reprobé en matemáticas, así que de seguro están equivocados. No tan equivocados, sin embargo, como estuvimos los millones de mexicanos que creímos en las promesas de los malos presidentes que nos ofrecieron un país más pacífico, próspero y feliz.

***

Ya para llegar al final de esta larga perorata, Su Impaciencia, me doy cuenta de que usé en forma indistinta los términos exiliado y desterrado. Otra vez me equivoqué. El exilio es voluntario: uno siente que corre peligro, casi siempre por razones políticas, y toma las de Villadiego. El destierro, en cambio, es una sentencia penal que no tiene cabida en nuestra patria, pues el artículo 22 de la Constitución dice a la letra: “Quedan prohibidos las penas de muerte, de mutilación, de infamia, la marca, los azotes, los palos, el tormento de cualquier especie, la multa excesiva, la confiscación de bienes y cualesquiera otras penas inusitadas y trascendentales, como la de destierro o la de prisión por deudas”.

De ahí se puede deducir, primero, que la Constitución le ha venido guanga a los gobiernos del presente y del pasado, que sin salvedad han encubierto muchas de esas prácticas o han inventado otras aún más infames y diabólicas, como la desaparición forzada, y segundo, que los cuatro expresidentes multicitados, si son expatriados o transterrados, si son migrantes forzosos o refugiados políticos, es porque su mudanza obedece a que hay una persecución en su contra. ¿Es correcto?

Si, es correcto, pero no hay que chuparse el dedo. Si andan del tingo al tango es porque algunas quedaron a deber, tal vez un abuso, tal vez un despojo, tal vez un cochupo, lo más probable es que hayan sido todas las anteriores elevadas a la décima o centésima potencia, siguiendo la máxima que ha guiado la conducta de (casi) todos los mandones que se han sentado en la silla del águila, que prescribe que el poder es para servirse, y no para servir a los demás. Su castigo es el exilio. No digo que se lo merezcan: nadie merece perder un bien tan valioso como México lindo y querido. Lo que sí digo es que se la buscaron: tampoco escucharon las lecciones de la historia.  

En cuanto a la provocación de la lideresa guinda, Vuestra Imprudencia, mi mejor sugerencia es dejarla pasar. Usía hizo mucho por labrar su propio descrédito y sería harto necio, para no decir en exceso torpe, contaminarlo con desprestigios ajenos. Aguante como los machos el juicio de la historia, que todo lo pone en su lugar, y acepte a regañadientes que solo está cosechando un poco de lo que sembró, según el trasnochado y sumario juicio de 

Fernando Martí 

#FernandoMartí