LITERATURA EN LENGUAS ORIGINARIAS

Palabras de resistencia, literaturas en lenguas originarias

La literatura en lenguas originarias es mucho más que arte: es memoria, resistencia y preservación cultural. | Leonardo Bastida

Escrito en OPINIÓN el

La semana pasada se conmemoró el Día Internacional de los Pueblos Indígenas con la premisa de reflexionar sobre el posible impacto de la inteligencia artificial en su devenir, debido a que es una herramienta tecnológica que podría otorgar insumos para continuar con las defensas de sus territorios, el medio ambiente, entre otras problemáticas a las que hacen frente. Aunque también, puede resultar contradictoria y aislarles de los avances tecnológicos debido a la imposición de una cultura hegemónica, ajena a su cosmovisión y a sus necesidades.

Una de las principales barreras a las que se han enfrentado los pueblos originarios desde los procesos de imposición del siglo XVI en el actual territorio de nuestro país ha sido el constante intento de erradicar sus idiomas, para impulsar una sola lengua en todo el actual territorio mexicano, y con ello, sus cosmovisiones.

Sin embargo, la conservación de sus lenguas ha sido uno de los principales elementos de resistencia, pues con ellas, se preservan las culturas, las maneras de interpretar al mundo, el conocimiento acumulado a través de la vía oral, las tradiciones, y muchos otros aspectos. Recientemente, algunas y algunos de quienes se expresan en cualquiera de los 68 idiomas aún hablados en el país, no sólo lo están haciendo a través de la expresión oral, sino también de la escrita. 

Esto ha dado pie a la expansión de las literaturas en lenguas originarias, que si bien, encuentran muchas trabas en un mercado editorial cooptado por ciertos corporativos en los que no hay cabida a estas expresiones literarias, hay una contrapropuesta de sellos independientes o cooperativas que han permitido a varias autoras y autores publicar sus obras en ediciones bilingües.  

Y algunas propuestas gubernamentales para dar impulso a estos trabajos, ya sea a través de de antologías y compilaciones o de programas de radio y podcasts. 

Hace un año, la publicación de la antología “La insurrección de las palabras” mostró que había 100 autoras y autores con obra realizada y en proceso de creación. Si bien, escribir sobre todas y todos es complejo, las siguientes líneas compartirán algunas reflexiones sobre la producción literaria de algunas y algunos de ellos. 

Los poemarios de la poeta juchiteca, Irma Pineda, “La flor que se llevó”, cuya apertura es ese momento de desaparición de la persona, llevada a la fuerza por un ente poderoso e impositivo. Esa persona llamada por ella Víctor Yodo, en realidad, su papá, desaparecido en 1978 en Ciudad Ixtepec, Oaxaca. 

O, “La nostalgia no se marcha como el agua de los ríos” traduce en poesía ese proceso de migración, de salir del origen hacia otros lugares con la incertidumbre de un imposible retorno, el dejar ese sur mexicano, tan abundante y exquisitamente descrito por quienes son originarios de él, como Carlos Pellicer, José Carlos Becerra, y la misma Pineda.

De Mikel Ruíz, de origen tsotsil, la novela “Los disfraces de la muerte” está ambientada en San Cristóbal y San Juan Chamula, Chiapas, a comienzo del siglo XX, en plena Revolución Mexicana, y una serie de conflictos locales derivados de los procesos de reconfiguración sociopolítica de la entidad, a cargo de las autoridades respaldadas por Porfirio Díaz, pero con reminiscencias dentro de los conflictos revolucionarios. Por otra parte, las movilizaciones de los habitantes originarios de la zona, vulnerados en múltiples sentidos a lo largo de la historia, aparentemente en silencio y con la cabeza gacha, pero, en algunos momentos, despiertos, desatando el pavor de quienes les desean sobajados.

“Relación de hazañas del hijo del Relámpago”, de Javier Castellanos es un ejercicio de memoria de la “gente de las nubes”, del pueblo zapoteca, el recordatorio de una serie de sucesos ocurridos antes, durante y después de la Revolución Mexicana, y de la irrupción de un personaje inolvidable para las generaciones posteriores.

“Fiesta de la lluvia. Viento – Hielo – Calor. Estaciones inolvidadas”, de Kalu Tatyisavi, es una novela con un eje en común, abordar aspectos característicos de la cultura “Ñuu Saavi” o “el pueblo de la lluvia” mediante postales literarias en las que se comparten cotidianidades de este pueblo, elementos de la vida ordinaria, tan aparentemente irrelevantes que adquieren una relevancia digna de narrar.

De Florentino Solano, del pueblo Ñuu Saavi, “La danza de las balas”, una crónica en primera persona, en la que presenta los sucesos acontecidos en las fiestas patronales de comienzo de este siglo ante la llegada de militares a su comunidad, pero también, para recordar el impacto de su presencia en la zona en las vidas de sus habitantes.

O, “La luz y otras noches”, compendio poético que comienza con las enseñanzas del abuelo con respecto a la noche, su forma de hacerse presente, las maneras en las que se vive, incluida la de él, cuando fallece con el cobijo de esta.

La novela de “K’amnikte’” de Pedro Uc, de los pueblos mayas de Yucatán, ubicada no en un tiempo, sino en una realidad, dolorosa, sustentada en el abuso de quien llega a las tierras pródigas resguardadas por los pueblos mayas, de forma milenaria, y las toma como si fueran suyas.

Ambientado en la vida cotidiana de Los Altos de Chiapas, donde, desde tiempos ancestrales, se asentaron los pueblos tsotsiles y tzeltales, el libro, “La última muerte”, de Nicolás Huet Bautista, ofrece tres cuentos en los que se abordan situaciones ocurridas en los parajes de la serranía chiapaneca, sin una ubicación temporal específica.

El tema central de las tres historias es la envidia, porque, en cada cuento, ocurren diferentes sucesos alrededor de este sentimiento de celosía y de inconformidad con el éxito o el avance de otras personas con respecto al propio., a tal grado, de realizar acciones funestas con tal de saciar ese sentimiento.

“Piel de Tierra”, de Hubert Matiúwáa, explica que el título del libro deriva del ritual aplicado a cada infante nacido en la cultura mé’pháá, para determinar quién será su hermano animal y encomendarlo a la tierra, a los bosques y a los ríos para su cuidado a lo largo de toda su vida.

Retoma este ritual debido a que lo asemeja con un proceso de renacimiento de la cultura mé’pháá, muy reciente, pero que la reivindica debido al desconocimiento de la misma, y a la adjudicación de un sinfín de elementos totalmente ajenos a ella, pero que, por siglos, les señalaron y les estigmatizaron.

La reciente novela de la escritora tsotsil Ruperta Bautista, “Ixbalam–ek’ “, de corte histórico, en la que la protagonista se convierte en líder de sus comunidades después de la muerte de su esposo, en los tiempos del esplendor de la cultura maya.

Las propuestas y las posibilidades son múltiples, prácticamente en todos los géneros literarios, y seguramente, muchas otras más están silenciadas o aisladas en espera de la apertura de alguna puerta para darse a conocer. Un escenario posible en culturas donde se ha privilegiado la palabra por siglos, otorgándole un gran peso, debido al cúmulo de sabiduría contenido en ella.

En la pasada conmemoración de los pueblos originarios se habló de la inteligencia artificial, pero se les olvidó que si algo hay en ellos es talento, creatividad, memoria, responsabilidad con su entorno y todos los seres vivos, un conocimiento exquisito de los fenómenos naturales y astronómicos y múltiples lecturas del mundo. Eso y más, es lo que están plasmando en sus obras literarias, cuyas autoras y autores son la colectividad a través de una pluma, pero esta, sabe la responsabilidad de con su cultura y su pueblo

Leonardo Bastida

@leonardobastida