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El quinto invierno y la cumbre en Alaska

En seis meses, la guerra en Ucrania iniciará su cuarto año ¿vivirá su quinto invierno en las condiciones actuales? ¿Trump y Putin podrán acordar los términos que pudieran conducir al fin de la guerra en Ucrania? | Rubén Beltrán

Escrito en OPINIÓN el

Jueves 14 de agosto. Mañana se llevará a cabo, muy probablemente, la reunión entre Trump y Putin; mucho se ha especulado sobre los resultados de la misma: ¿acordarán entre ellos los términos que pudieran conducir al fin de la guerra en Ucrania? ¿Asistirá Zelensky de última hora o, como Trump comentó, habrá una trilateral poco después de la reunión de mañana?

Creo que uno de los mejores escenarios que Trump pudiera dar a conocer -sí, será él quien dé a conocer el resultado de la reunión-  consistiría en anunciar que Putin le ha confirmado la voluntad de llegar a un cese al fuego e iniciar un proceso hacia la paz. Trump señalaría que pronto convocaría a una reunión trilateral entre él, Putin y Zelensky. La cumbre de Alaska habría sido un primer éxito, nos dirían. 

Tampoco descarto del todo que el presidente estadounidense anuncie un importante avance respecto de la posición que Putin había venido sosteniendo o que, incluso que Putin y Trump habrían aprovechado su encuentro para sostener un primer acercamiento vía remota con Zelensky; una solución elegante, si bien poco probable. 

Sí, podemos asegurar que Putin hará todo lo posible por no “romper lanzas” con Trump, esa labor no se le da mal. 

Es muy probable que la reunión sea larga y que poco se dé a conocer de lo hablado. El llamado “intercambio” de territorios se ha convertido en tema tabú para Ucrania y sus aliados europeos y es difícil que los presidentes lo mencionen mañana, en público. 

La Nueva Troika, grupo extraoficial y voluntarioso integrado por Alemania, Francia y el Reino Unido, ha llenado las ondas y las planas de los diarios con su insistencia de que no puede haber negociación sin Ucrania, y sin Europa. 

En esas condiciones, mañana, de haber algún resultado positivo, por magro que éste sea, Trump se encargará de magnificarlo. 

No descarto tampoco que la reunión se convierta en un parto de los montes y que no haya espacio para reivindicar avances.  

Al final, un fracaso del proceso será culpa de Zelensky, o de Putin, o de los dos, nunca del afamado gestor. 

Vayamos al contexto. 

Una guerra, varios finales

El final de una guerra al que no se llega por la vía militar, sino a través de un proceso de negociación, está destinado a no dejar plenamente satisfechas a ninguna de las partes; desde el preámbulo del proceso de negociación, los contendientes ajustan al alza sus propias expectativas e inflan los logros a obtener al cierre de negociaciones de paz. Cada una de las partes aspira a obtener, por otros medios, una victoria similar a la que no pudo alcanzar por las armas. Se trata de una pulsión perfectamente natural y es la que domina las posiciones maximalistas que tanto Rusia como Ucrania han expresado en reiteradas ocasiones. 

Por otro lado, si alguno de los contendientes, o ambos, llegan a la conclusión de que los objetivos que se habían trazado para el cierre de las negociaciones son poco alcanzables, es en ocasiones preferible, a pesar de los costos para su nación, proseguir con la lucha armada.  

He sostenido que existe un principio general que señala que la paz no sólo debe ser justa, sino también oportuna. En tal virtud, es necesario que las partes en guerra tengan un momento de claridad y ajusten con un enfoque realista las expectativas que se plantearon originalmente. 

Se trata, casi siempre, de negociaciones extraordinariamente complejas que dejan a la comunidad internacional con un sabor a injusticia tolerada. La paz es así de cara. La alternativa es peor, pierde el que caiga primero. Tablas o jaque mate. 

Existe una diferencia fundamental que separa las posiciones de Rusia y Ucrania

Pensemos que el proceso hacia la finalización de esta guerra está planteado en dos tiempos. La secuencia inicia con las condiciones previas que cada parte considera como necesarias para instalar y acudir a la mesa de negociación y la negociación en sí misma. 

Las condiciones de Kiev 

- Para Ucrania, la negociación debe ser precedida por un cese al fuego total e incondicional robustecido con la creación de garantías de seguridad que le brinden la certeza de que el alto a las hostilidades será respetado por Rusia. 

- Ucrania y sus aliados europeos han avanzado la idea de que dicha garantía estaría dada, principalmente por la presencia de tropas europeas a lo largo de una zona de contacto. Esta fórmula implicaría el despliegue de un contingente de decenas de miles de soldados. Alemania, Francia y el Reino Unido han avanzado desde hace meses la idea de la creación de una coalición de países voluntarios  (coalition of the willing) que dotaría el contingente, el cual sería desplegado ante la línea de contacto y así garantizaría la seguridad del país invadido. 

Los elementos de la negociación de acuerdo a Ucrania 

Para Kyiv, y para la troika europea, la negociación en sí misma estaría normada por un principio fundamental enmarcado en su constitución (ver en especial los artículos 133 y 157). Un cambio en los territorios de Ucrania requiere la modificación de su constitución y no podría ser simplemente acordado por el presidente en el marco de una negociación de paz. 

Una lectura al texto constitucional me dice que incluso no sería posible modificar la constitución si ello tiene el propósito de alterar la indivisibilidad del territorio ucraniano.

Ucrania y sus aliados han reiterado que no podría ceder el territorio como parte de un acuerdo que pondría fin a la guerra. Más aún, abundan, la cesión de territorios de una nación soberana no debe de premiar a un país invasor.  

Así, el planeamiento de Kyiv destaca que la solución a este conflicto pasa por la devolución de todos sus territorios hoy controlados por Rusia (incluyendo Crimea anexada por Rusia hace ya más de diez años), y a la salida de las tropas rusas de dichos territorios. 

Ucrania mantiene, además, que esa solución central debería de ir acompañada de la creación de garantías de seguridad internacionales que le den certeza de no volver a ser atacada por Rusia en el futuro. 

Ucrania espera poder proseguir el camino hacia una membresía en la Unión Europea e, idealmente, a la OTAN. 

Por otro lado, Zelensky busca dos objetivos adicionales: a) proseguir con las causas penales contra Rusia por crímenes de guerra, y b) encontrar la fórmula para poder disponer del principal de los fondos rusos que permanecen congelados en Euroclear, en Bélgica, (unos 300 mil millones de dólares) con el deseo expreso de utilizarlos para financiar su reconstrucción. 

Los objetivos de Moscú: consolidar la realidad del frente y frenar el avance de la OTAN

Rusia, por su parte, busca la aceptación de que la solución a esta guerra pasa por la condición de que Ucrania, y Occidente, acepten que se deben atender las causas de fondo del conflicto. 

En tanto, la mayoría de los analistas se centran en la razones que confunden estas causas con los objetivos que el Kremlin articuló para justificar la invasión de Ucrania en febrero de 2022: a) la protección de la población étnicamente rusa; b) la “desnazificación” de Ucrania; c) su desarme y d) su renuncia a ingresar a la OTAN. 

Sin embargo, para Rusia existe un añejo tema de fondo: la expansión de la OTAN hacia sus fronteras, hecho que es considerado por el Kremlin como una histórica sucesión de eventos que constituyen una amenaza a su seguridad. En ese sentido, el ingreso de Ucrania a la Alianza Atlántica, representaría un hecho no tolerable para Moscú. 

Para Moscú, si bien la guerra de pelea es en Ucrania, el adversario central es la OTAN, siempre ha sido la OTAN. Ello proporciona a Trump un aliciente adicional para intentar solucionar hoy esta guerra  con concesiones a Rusia, sin costo directo para Washington. De fracasar en su intento para gestionar la paz en Ucrania, se lavaría las manos y lo dejaría a su suerte como un problema regional europeo. No sería motivo para arriesgar, a pesar de su zafarrancho con Dmitri Medvédev, una confrontación directa con Rusia. Ese escenario seguramente lo comparte Putin

El pulso de Ucrania: fatiga y urgencia

La opinión pública ucraniana ha dado un vuelco dramático. Según una encuesta de Gallup realizada del 1 al 14 de julio de 2025 y publicada el 7 de agosto, 69 % de los ucranianos desea terminar la guerra mediante negociaciones lo antes posible, mientras que solo el 24% apoya continuar hasta una victoria militar. Este cambio marca una reversión casi total respecto a 2022, cuando 73% favorecía seguir luchando. Aunque persiste el escepticismo hacia una resolución pronta —solo 25% cree que los combates activos podrían terminar en los próximos 12 meses, y solo el 5% lo considera “muy probable”—, el desgaste social es evidente.

Adicionalmente, la confianza ucraniana en el liderazgo estadounidense se encuentra ahora en mínimo histórico (solo 16% de aprobación) mientras que Alemania alcanza un récord del 63% de aprobación. 

A pesar de ello, 70% sigue considerando que EU debería desempeñar un papel significativo en las negociaciones, junto con el 75% para la UE y 71% para el Reino Unido.

Este contexto muestra una sociedad profundamente fatigada, inclinada hacia la negociación como única vía creíble de salida, pese al escepticismo sobre su viabilidad y el desgaste del respaldo internacional.

El tiempo corre 

Es difícil de imaginar que Ucrania acepte que la guerra termine con el equivalente de una capitulación, o de que Rusia pierda la posesión de territorios anexados o de aquellos que mantiene bajo control, a pesar de la notable capacidad de resistencia y ataque mostrada por Ucrania, y de la franca alineación política que Europa ha mostrado hacia Kyiv misma, que además se ha concretado en importantísimos apoyos financieros, técnicos y militares. En esta negociación Rusia tampoco firmará una derrota que no le fue infringida en lo militar. 

De lo anterior, salvo un quiebre que altere las variables en este sistema de ecuaciones, lo que ahora se vislumbre es el congelamiento del conflicto, con una especie de guerra sorda de mantenimiento de posiciones o que, de plano, la guerra persista por un largo periodo. 

Por diferentes razones, a nadie le conviene este último escenario, pero el mapa hoy favorece a Rusia. El cansancio de la población ucraniana y la creciente oposición interna a Zelensky, están ejerciendo ya un peso adicional. 

No olvidemos, además, que Zelensky ya ha mostrado rasgos de una pulsión autoritaria. Zelensky quiso vulnerar la independencia de las instituciones encargadas de la lucha contra la corrupción. El pueblo protestó y Europa le hizo ver claro que ese no era el camino. Zelensky reculó. El presidente ucraniano no podrá recurrir impunemente a ese tipo de prácticas abusivas. Se podría incluso decir que Zelensky está en una frenética lucha contra el tiempo. Se le agota en el frente de guerra y no le sobra en el ámbito interno, la encuesta de Gallup representa un duro testimonio de que los vientos en casa han cambiado. 

En tanto que presidente, Zelensky se está jugando el uniforme de mando. 

El tiempo también presiona a Rusia. El agotamiento económico en términos de inflación y de escasez de mano de obra, están lastrando la capacidad de Moscú para seguir financiando una economía de guerra que, ya pasando los 40 meses de batalla, da muestras de agotamiento estructural. Rusia necesita reactivar otros sectores de su economía y el primer sector que le urge destrabar es el de la energía. 

El quiebre: un alivio económico sería un aliciente para Rusia 

Una oferta de disminución de sanciones podría ser el incentivo para realizar una oferta de un “intercambio” de territorios que pudiera alterar la cerrazón de la puja. A cambio de un alivio económico, Rusia podría llegar a ofrecer la desocupación de Kherson y Zaporiyia y mantener la posición/posesión actual de Luhansk y la máxima alcanzada en Donetsk. A este escenario se agregaría el hecho de que Ucrania podría continuar su camino hacia la Unión Europea, pero la membresía a la OTAN, quedaría fuera de la mesa.

Tres apuntes: a) Desde el punto de vista geoestratégico, difícilmente Ucrania estaría dispuesta a la cesión completa de Donetsk, ya que abriría a Rusia un amplio dominio a un acceso hacia el centro del país. Es por ello que recientemente Rusia ha pujado, con cierto éxito hasta ahora, para avanzar en esa región en la dirección hacia Prokovsk y Dobropillya. 

Por otro lado, si Rusia desocupara Zaporiyia y Kherson, ello le daría un acceso estratégicamente muy valioso a Ucrania en la rivera norte del Mar de Azov, lo que comprometería la posición de abrigo de la flota rusa del Mar Negro y abriría una zona vulnerable al norte y el este de Crimea.  La arquitectura de la constitución ucraniana vigente hace virtualmente imposible un acuerdo que incluya la formalización del “intercambio” de territorios propuestos por Trump. Esta interpretación de la norma constitucional abona a las tesis que privilegian el congelamiento del conflicto y de la pervivencia de un dominio de territorios tolerado en los hechos pero nunca aceptado jurídica o políticamente tal y como ocurrió desde 2014 con la anexión de Crimea. No se vislumbra ningún escenario en el que Rusia acepte abandonar Crimea o los territorios que ocupa en el Donbas. Cualquier intento de arrebatárselos representaría un verdadero casus belli.  

Sin embargo, si a pesar de las dificultades jurídicas y políticas mencionadas arriba, la oferta económica de Washington a Moscú se presenta como un acuerdo para el levantamiento progresivo de sanciones, y la oferta política se presenta como un entendimiento bilateral que lleve a la normalización creciente de las relaciones con Estados Unidos, la sorpresa podría venir del lado ruso. 

Una oferta como la que describí arriba sería dolorosa para las aspiraciones rusas e igualmente costosa para Ucrania, pero sí podría alterar la mesa y lograr un acuerdo. 

Si al final vemos una fotografía donde Putin y Zelensky formalizan un arreglo, sabremos que ambos perdieron algo importante. Eso sí, cada uno de ellos, desde su propio espín mediático, tratarán de vender el acuerdo como una victoria.  

En seis meses, el 25 de febrero de 2026, la guerra en Ucrania iniciará su cuarto año, pero vivirá su quinto invierno.

Rubén Beltrán

@RubenBeltranG