Desde hace algunos años se ha venido advirtiendo en nuestro país sobre la necesidad de impulsar un sistema de cuidados que, por un lado considere la situación de las aproximadamente 58 millones de personas que por edad, enfermedad, alguna discapacidad o dependencia los requieren, pero también para las personas cuidadoras que muchas veces realizan un gran esfuerzo para procurar las mejores condiciones posibles a sus seres queridos y que, en su mayoría no reciben ninguna remuneración –ni siquiera reconocimiento– por tratarse generalmente de mujeres en el hogar. Sin embargo, inexplicablemente se sigue postergando el análisis y aprobación de las diversas iniciativas que se han presentado tanto en el congreso federal como en los congresos locales para crear un Sistema Nacional de Cuidados, aun y cuando fue uno de los compromisos de la presidenta Claudia Sheinbaum y se supone que hay consenso entre todas las fuerzas políticas.
La Encuesta Nacional para el Sistema de Cuidados (ENASIC) del INEGI estima que en más de 30 millones de hogares equivalentes al 77.8% habita cuando menos alguna persona que necesita de cuidados, pero más del 35%, es decir, 20.7 millones de personas no los reciben ni por sus familiares y tampoco en alguna institución ya sea pública o privada. Por otra parte, de las 31 millones de personas que brindan cuidados no remunerados, 3 de cada 4 son mujeres, principalmente madres y abuelas. Esto significa que la responsabilidad de acompañar, atender, vigilar y brindar apoyo a algún integrante de la familia con todo lo que ello implica, recae preponderantemente en las mujeres, quienes además se hacen cargo de las labores domésticas como la limpieza del hogar, cocinar y servir la comida, lavar, doblar y guardar la ropa etc., lo que lamentablemente sigue respondiendo a estereotipos y roles de género.
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Otro dato importante, es que cerca del 50% de las mujeres cuidadoras no tienen posibilidad de trabajar por no contar con alguien que les ayude a cuidar a sus seres queridos, aun y cuando necesitan de esos recursos sobre todo si se toman en cuenta los gastos adicionales que se requieren por ejemplo en medicamentos, mientras que la otra mitad realiza alguna actividad económica además de las tareas domésticas y labores de cuidado que son muy demandantes, pero las horas que le pueden dedicar es muy limitado con la consecuente reducción en sus ingresos. Sobra decir que a las personas cuidadoras prácticamente no les queda tiempo para su propio cuidado y desarrollo personal con el impacto en su salud física y emocional.
En este contexto, es muy relevante que el pasado 7 de agosto, la Corte Interamericana de Derechos Humanos reconociera en la opinión consultiva 31/2025, el derecho humano al cuidado en tres vertientes: 1) derecho a ser cuidado, recibir atenciones de calidad, suficientes y adecuadas para vivir con dignidad, respetando la autonomía de la persona, 2) derecho a brindar cuidados en condiciones dignas, sean remuneradas o no, con respeto a los derechos humanos de las personas cuidadoras, y 3) derecho al autocuidado, contar con tiempo, espacios, y recursos para procurar el bienestar propio (físico, mental, emocional, espiritual, cultural).
Además, sostiene que nadie debe cargar solo con el cuidado de las personas y no se trata exclusivamente de una responsabilidad familiar, sino que es una tarea de toda la sociedad que debe involucrar a gobiernos, comunidades y empresas, por lo que pide a los Estados impulsar leyes progresivas, crear políticas públicas, cambiar la cultura empezando por la educación para la igualdad en las escuelas que rompa con los estereotipos, y que se reconozca la labor de cuidados no remunerada y se reparta de forma justa. Es momento de que en México por fin contemos con un Sistema Nacional de Cuidados, no hay motivo para seguir posponiéndolo.
