Algunos de los participantes en los llamados “Foros para la implementación de la semana laboral de 40 horas” me dicen que todo es una farsa, que el final ya está anunciado, será como dijo la presidenta Sheinbaum: “de manera gradual”.
Les trato de replicar que la presencia del Secretario del Trabajo no es algo común en este tipo de espacios y este es un mensaje de verdadera escucha que da la esperanza de que se atiendan las diversas propuestas que los sectores van dejando caer en el piso. Algunos de mis interlocutores me cuestionan con la ceja levantada.
La mayor preocupación que circula en los centros de trabajo es que los costos de la reducción de jornada a 40 horas les serán cobrados al trabajador por el patrón a como dé lugar y, aunque digan que no bajarán los salarios, para subirlos será cuesta arriba. Yo comento que eso dice el gobierno, que los sueldos estarán a salvo, y mis interlocutores de nuevo levantan la ceja.
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Me replican que nominalmente no bajarán, pero en los hechos los salarios sufrirán un congelamiento, sobre todo para aquellos que carecen de sindicatos, que son casi la totalidad de los trabajadores. Según mis cuentas, más del 99% de los obreros no tiene representación sindical, una lamentable realidad. Si tenemos 6 millones 800 mil centros de trabajo de acuerdo con el INEGI, contra la impactante pero pequeña cifra de 40 mil contratos colectivos existentes, la protección a los trabajadores es casi nula.
A dónde iremos, preguntan mis no creyentes interlocutores, cuando se enteran de que la vigilancia del cumplimiento de la jornada laboral no será tarea de inspectores federales, sino de los campeones del ocultismo administrativo, los locales.
Me alegan que los trabajadores deberán comprar veladoras de una virgen milagrosa no sólo para que aparezcan más inspectores, de los 5 o 6 que hay en cada estado de la República, sino para que haya presupuesto suficiente para recorrer cada centro de trabajo. Yo les digo con optimismo “pocos, pero buenos”, y otra vez con saña increíble mis interlocutores me levantan la ceja.
Me preguntan mis alegadores si ya supe lo que mencionó Alejandro Malagón, presidente de la Concamin, respecto de que si las empresas quisieran cubrir ese faltante de 8 horas no trabajadas por 8 horas extras, aumentarán sus costos en un 38% por el pago de tiempo extraordinario, y un 22% si se contrata personal nuevo, impactando en un aumento de la nómina e incrementando los costos de las prestaciones como vacaciones, aguinaldo y seguridad social.
Me preguntan mis interlocutores: ¿Tú crees que los patrones dejarán perder sus ganancias? ¿Quién crees que será la víctima a quien le cobren esa conquista laboral? ¿A trabajadores, a consumidores? Yo me quedo sin responder, e intento levantar la ceja derecha, pero no puedo.
Los de la patronal me dicen que andan contratando unos magos porque quieren desaparecer el tiempo extraordinario como lo conocemos del 200% por las primeras nueve horas a la semana y un 300% a partir de la décima hora. Les pregunto ingenuamente a mis conversadores, quienes no creen en nada, por qué hablan de magia. Me responden, mira, quieren importar la idea del banco de horas para que los trabajadores tomen de allí las que quieran y todas serán al mismo precio. Les pido que se expliquen: Sí, todas las horas al mismo costo, sin importar las que se trabajen de más.
Esos empresarios quieren contratar magos, pero de los buenos, me dicen, porque su objetivo no es sólo reducir costos, sino desaparecer a los trabajadores de a pie y reemplazarlos con robots, por la automatización, para que puedan “recuperar las pérdidas” por esa jornada de 40 horas que les quieren “imponer”. Esos no cobran IMSS, ni INFONAVIT y no andan formando sindicatos, me alegan. Yo ya no intento para nada levantar las cejas. Francamente no sé qué responder.
Juan José Sierra Álvarez, líder de la Coparmex, hombre sabio que conocí este fin de semana, comentó en los foros de las 40 horas que la reforma no es tan fácil de implementar. Se refirió a las micro, pequeñas y medianas empresas (MiPyMEs), que emplean al 70.6% de las personas ocupadas y tienen el 99.8% de todas las unidades económicas.
Este empresario menciona que el 58.3% de los trabajadores formales asalariados en el país, equivalentes a más de 13.4 millones de personas, laboran más de 40 horas semanales. Esta proporción se incrementa en sectores estratégicos como los restaurantes y el alojamiento temporal (turismo), el comercio y la construcción. Indica que la reducción inmediata y uniforme de la jornada podría afectar la continuidad operativa de estas actividades económicas clave.
El dirigente de la Coparmex mencionó su preocupación de que esta transición debe partir de estas realidades estructurales y evitar una implementación que derive en informalidad, despidos o deterioro de las condiciones laborales.
Mis interlocutores se muestran preocupados por una reforma que no debe hacerse sólo en el papel. Requiere de un Estado fuerte, que no lo tenemos. De una mayor fortaleza en la economía, que va avanzando un paso adelante y luego dos pasos atrás. Que requiere de sindicatos con una visión de nación, de los que tenemos pocos. Que necesita organizaciones de trabajadores que estén en todos los rincones del país con formación y visión de liderazgo sindical, y que son escasas. Yo no puedo responder a mis amigos alegadores, ni tampoco puedo levantar las cejas, pero sé que son tiempos de actuar y organizar.
De otros avatares
Este fin de semana, en la ciudad de Saltillo, Coahuila, se dio el arranque de la Escuela Nacional de Liderazgo Laboral a iniciativa del dirigente sindical Tereso Medina Ramírez. Hizo confluir a líderes empresariales de la Concamin, Coparmex, y de centrales sindicales de diversas siglas, a abogados patronales y trabajadores, académicos, y hasta a un exmagistrado experto en el voto secreto.
Se planteó una idea nunca vista en México: impulsar una escuela que procure formar líderes sindicales para tener una mayor cobertura de sindicatos y de contratación colectiva, donde impere la democracia sindical y una visión de país de los trabajadores. Incorporar a los mandos medios para que se sensibilicen con la problemática obrera y antepongan el diálogo social para mejorar las condiciones económicas. Un gran reto, sin duda.
