Resulta que el 4 de julio pasado, un grupo de mexicanos salió a las calles de las colonias Condesa, Roma, Juárez para protestar por el alto grado de gentrificación que está dañando el costo de vida en sus áreas habitacionales. Los precios de las rentas de casas son altos porque están dirigidos a arrendatarios que vienen del extranjero; como también los costos de alimentos y de insumos.
La manifestación apareció el 4 de julio, precisamente el día en el que en Estados Unidos se celebra su independencia. Una manifestación que parece haber sido meditada en ese sentido, no sólo mostrar enojo por la creciente población extranjera en estas zonas de la capital del país, como también para demostrar al gobierno de Estados Unidos, que en México hay indignación en contra de ellos.
Si se ve bien, la manifestación de dicho día parecía más en tono xenófobo que en contra de la gentrificación que acusan. Los letreros que portaban los manifestantes hacían alusión en particular a los estadounidenses, a los “Gringos, go home”… como si no hubiera gente de otros países conviviendo en estos lugares.
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A saber: la gentrificación es un proceso de transformación urbana donde una colonia, generalmente popular, atrae a personas de mayor poder adquisitivo, lo que lleva a cambios en la población, el paisaje urbano y los precios. En esencia, implica el desplazamiento de la población original, de menores recursos, por otra de mayores ingresos.
El valor de las propiedades y los alquileres tienden a aumentar significativamente, además de que prolifera un creciente desarrollo de comercios, dirigidos a gente con mayores ingresos con el consecuente aumento en el costo de la vida.
Así que se llevó a cabo la manifestación en contra de la gentrificación. Sin embargo, el reclamo por este incremento en costos de vida y la transformación del ambiente local en sus costumbres y modos de vida deben ser expuestos al público, pero sobre todo a la autoridad, con exigencias para garantizar que esta transformación no perjudique a la población original y a los nacionales. Pero estos reclamos también están en el límite de la xenofobia. Porque repudiar a los extranjeros por el sólo hecho de serlo es un tema ajeno a la gentrificación. Es una muestra de repudio a lo extranjero, confundiendo un nacionalismo extremo con la exigencia de justicia urbana.
La xenofobia es un defecto social. Es una búsqueda de exclusividad geográfica y social de gente o de grupos que rechazan la llegada de extranjeros al territorio propio.
Pero se da el caso que es lo mismo que criticamos y repudiamos del comportamiento del gobierno de Estados Unidos en contra de extranjeros, particularmente mexicanos, esta vez incrementado al máximo por el discurso de odio del presidente republicano Donald J. Trump.
Las persecuciones en contra de mexicanos en EU tienen en el fondo un alto contenido de xenofobia y de racismo. Y hay una política de hostigamiento en contra de ellos, pero sobre todo una persecución inaudita y exagerada que raya en el odio de raza y por ser extranjeros.
Sí, se debe evitar en nuestro país la gentrificación. Se debe evitar el desplazamiento de grupos sociales por razones de apropiación extranjera de bienes y servicios, por el elevado costo de vida. Para evitarlo debe haber regulaciones legales e impositivas a fin de que los extranjeros demuestren solidaridad y respeto y cordialidad con los mexicanos y que, éstos mexicanos, no faciliten este desajuste en precios y costos para obtener mayores ganancias en detrimento de los nacionales.
Son muchos los mexicanos que alquilan y aumentan el precio de rentas; son muchos mexicanos los que colocan negocios para el servicio de extranjeros a costos superiores a los normales. Alimentos. Diversión. Se llama especulación.
Y eso: regular precios en ley y de acuerdo con los salarios nacionales, sin que esto signifique desplazar a extranjeros que han decidido vivir en nuestro país en son de paz.
Otro modo de gentrificación es el cultural, que es la que afecta la identidad y la cultura de una comunidad. Entendida ya como el proceso de desplazamiento de residentes de bajos ingresos por residentes de mayores ingresos, lo que a menudo conduce a cambios culturales significativos. Estos cambios pueden manifestarse en la pérdida de espacios culturales locales, la alteración de la dinámica social y la modificación de la identidad del lugar, de sus costumbres, sus tradiciones, sus festividades; todo aquello que le da sentido e identidad a un país, a sus estados o municipios.
Como lo que ocurre en la Guelaguetza oaxaqueña que, de un tiempo a esta parte, ha sido convertida en un carnaval festivo hecho para extranjeros quitándole de las manos a los oaxaqueños su fiesta, su tradición, su encuentro entre oaxaqueños de todos los municipios y regiones. El dar y recibir, afecto, solidaridad, cordialidad, sentido de raza y espíritu.
Hoy los oaxaqueños están desplazados porque la fiesta es para ojos ajenos, ya transformada. La Secretaría de Turismo y la Secretaría de Cultura de Oaxaca tienen responsabilidad en esta gentrificación.
La selección de los participantes en sus bailables es arbitraria y falto de sentido cultural e histórico; Quienes califican o descalifican, no tienen sus propias cartas credenciales para hacerlo. No conocen ni las localidades ni la intensidad e historia de sus presentaciones. Califican y descalifican a modo. Lo que ha concluido en una fiesta con invitados del gobierno que ocupan filas y filas del auditorio Guelaguetza, tan sólo para hacer relaciones públicas a costa del erario oaxaqueño.
La gentrificación ha desplazado a los oaxaqueños, que pueden convivir con gente de fuera con gusto, pero sin dejar de ser una fiesta de oaxaqueños para oaxaqueños.
