Las nuevas tecnologías han facilitado el acceso de la sociedad a una mejor impartición de justicia. Si bien no han contribuido a reducir el elevado nivel de impunidad que hay en el país, muchas personas y organizaciones sociales han demostrado la eficacia que puede lograr la denuncia pública.
Traer en la mano un móvil facilita las cosas. También el enorme número de cámaras de videovigilancia que existen dentro y fuera de los hogares. El registro de imágenes, prácticamente en cualquier lugar, se ha convertido en un inhibidor de agresiones y delitos, aunque muchos aún parecen ignorarlo.
La sobreexposición a las herramientas audiovisuales crearon un nuevo paradigma en las interaccione sociales. Con el potencial que tienen de visibilizar conductas ilícitas, se incrementó también la posibilidad de crear escándalos mediáticos y de viralizar contenidos en las redes sociales.
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La vigilancia dejó de ser un derecho exclusivo de los grupos de poder. Pero como todo instrumento de dominación y control, también es un arma de doble filo. Además de ser un apoyo para las víctimas, las trampas y manipulaciones que se pueden hacer con los dispositivos potencian su capacidad para engañar y destruir reputaciones.
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El poder ambivalente de la videovigilancia lo vemos muy seguido. Por un lado, por ejemplo, sirvió para evitar que se castigue a un conductor de Uber por la acusación falsa de acoso de una usuaria. Por el otro, la amplia difusión del hecho se utiliza para desacreditar el movimiento feminista y la credibilidad de las mujeres que son agredidas.
Sin embargo, la doble cara que tiene esta moneda no debe limitar su uso. Gracias a la exhibición pública de agresores, delincuentes y criminales es más difícil que se imponga la corrupción de algunos policías, ministerios públicos y jueces. Al mismo tiempo, facilita la denuncia y ayuda al empoderamiento de las víctimas.
Aún más. A diferencia de lo que sucede con los diversos contenidos que hacen apología de la violencia, la denuncia mediática evita que quienes cometen algún delito se conviertan en líderes aspiracionales y empodera a quienes tienen el valor de utilizarla, a pesar de los riesgos que tienen sus decisiones.
Los líderes políticos lo saben. La denuncia mediática también forma parte de las herramientas de comunicación política que tienen a su disposición. Recurren a ésta con frecuencia, de manera particular antes, durante y después de las campañas electorales. De hecho, partidos, grupos y líderes han obtenido grandes beneficios.
Su catálogo es amplio: bloqueo de carreteras, vías de ferrocarril y avenidas; toma de oficinas públicas; grabaciones audiovisuales extrajudiciales; uso manipulador de la inteligencia artificial; y judicialización del escándalo político han logrado modificar la balanza de la justicia, pero no siempre en favor de la verdad.
En el mismo sentido apunta la exhibición pública de las acciones de los adversarios en las redes sociales. En unos cuantos años se demostró la influencia que pueden tener en los procesos de toma de decisiones judiciales y el impacto efectivo que pueden generar, además, en la opinión ciudadana.
En contraste, la sociedad cuenta con menos recursos para lograr una mejor justicia con estas herramientas. Cierto es que, en muchos casos, la víctima debe tener suerte para el registro de sonido e imagen. Pero también es necesario que la exhibición del caso sea lo suficientemente contundente y “atractiva” como para despertar la curiosidad y el miedo en las audiencias.
Sin estos elementos, medios de comunicación y redes sociales no podrían atrapar la atención de la gente en los casos de abuso sexual; violencia contra niñas, niños y mujeres; violencia familiar; acoso escolar; pederastia; incidentes de tránsito; asaltos en carreteras; homicidios y feminicidios; asaltos y robos a casas y comercios; bullying; abusos de poder; y violencia contra los animales, entre muchos otros.
Para que los efectos sean de mayor impacto, se necesita que los dispositivos capten el suceso en el lugar y momento precisos.
Desafortunadamente, no siempre es posible. Lo que no se puede negar es que la denuncia pública sí contribuye a generar un fuerte contrapeso a las acciones ineficientes, corruptas, omisas, intolerantes, inequitativas o discriminatorias de la justicia.
Aunque falta mucho camino por recorrer, lo bueno es que, poco a poco, estamos aprendiendo a hacer un mejor uso de la tecnología para proteger nuestra integridad.