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Teuchitlán en los medios: ¿eco pasajero o parteaguas en la cobertura sobre desaparición forzada?

¿Estaremos presenciando un cambio profundo en la forma en que se aborda la desaparición forzada en México en los medios de comunicación? | Mireya Márquez Ramírez

Escrito en OPINIÓN el

El hallazgo de posibles restos y pertenencias de personas desaparecidas en el Rancho Izaguirre, en Teuchitlán, Jalisco, ha vuelto a abrir una herida profunda en México: el agudizamiento de la desaparición forzada y la impunidad que le rodea. La magnitud del horror, palpable en la escena desoladora de cientos de zapatos y objetos personales dispersos por el lugar, ha evocado un coro de llamadas y exigencias de la sociedad.

Ante las contradicciones, omisiones y brechas informativas de las autoridades estatales y federales, la cobertura mediática ha sido excepcionalmente intensa. Numerosos medios, periodistas, columnistas y expertos aprovecharon la oportunidad para ejercer su rol de vigilancia, denunciar la corrupción y la inacción de los gobiernos, y exigir responsabilidades por el caso. La cobertura general reflejó inicialmente un sentimiento de indignación ante la magnitud de la violencia ligada al crimen organizado, seguido de acusaciones de omisiones y negligencia hacia las autoridades. Sin duda, esta atención mediática masiva, tanto a nivel nacional como internacional, y la persistencia del tema en la opinión pública, tienen el potencial de ejercer presión sobre las autoridades y demandar justicia para las víctimas y sus familias.

Es crucial destacar que los colectivos de personas buscadoras, compuestos principalmente por madres y padres de personas desaparecidas, están recibiendo cada vez más cobertura mediática y se han vuelto el actor  crucial --y fuente—del problema. Esto no solo ayuda a informar al público sobre sus incansables esfuerzos de búsqueda, sino que también señala un cambio significativo hacia el reconocimiento de su papel fundamental y la urgencia de la crisis de desapariciones en México.

Las representaciones mediáticas suelen incluir elementos simbólicos de su búsqueda, como camisetas o pancartas con fotografías de los desaparecidos, pañuelos bordados y símbolos colectivos. Las narrativas frecuentemente resaltan cómo estos colectivos toman la búsqueda en sus propias manos ante la ineficacia de las autoridades, impulsados por un amor inquebrantable y una indignación moral. Las representaciones mediáticas de estas madres buscadoras suelen navegar por la compleja intersección de victimización y agencia, mostrando su dolor y pérdida junto con su fuerza y determinación para buscar justicia.

Ha prevalecido también el impacto humano de la tragedia. Por ejemplo, una historia de una madre que busca a su hijo desaparecido durante años, aferrándose a la esperanza de encontrarlo con vida. O el testimonio de un padre que describe el dolor insoportable de vivir en la incertidumbre, sin saber qué le sucedió a su ser querido. Estas historias humanas son esenciales para comprender la magnitud de la tragedia y para generar empatía en la sociedad. 

No veíamos un caso así desde la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa, evento que permaneció en la agenda mediática por muchos meses ante la enorme indignación social que el evento provocó y la presión de los padres de familia, activistas y ciudadanos sensibles al tema.  

 ¿Pero estamos ante una reacción necesaria pero efímera y fragmentada ante el horror del suceso o se trata de un verdadero patrón de investigación proactiva y sostenida sobre la desaparición forzada¿Estaremos presenciando un cambio profundo en la forma en que se aborda la desaparición forzada en México en los medios de comunicación?

Si bien algunos medios y periodistas por décadas han seguido de cerca la problemática de la desaparición forzada y a los colectivos de madres buscadoras, la realidad es que la mayoría de los medios suelen llegar tarde al tema, limitándose en primera instancia a reaccionar ante eventos puntuales de gran impacto emocional, sin necesariamente ayudar a dilucidar los patrones y especificidades del fenómeno en una perspectiva histórica. Es decir, que muchos periodistas se comportan como espectadores de un drama ajeno, enfocándose en el morbo del momento pero no necesariamente en el seguimiento sistemático al tema. Y ahí están las especulaciones, los rumores, los testimonios que se contradicen y aparecen como “entrevistados” en los medios, dejando más preguntas que respuestas. No siempre hay evidencia de que los medios verifiquen la autenticidad o las motivaciones de los supuestos testimonios.

En todo caso, es palpable en la cobertura un criterio de noticiabilidad propio de las redacciones que es la teoría de la novedad, es decir, aquello que destaca o es inusual: mochilas, ropa y zapatos no suelen aparecer en las fosas clandestinas, lo que detona la atención de los medios. El problema con el criterio de la novedad es que las experiencias más comunes de desaparición forzada podrían pasarse por alto en favor de casos más excepcionales o emocionalmente resonantes. No en todos los casos vamos a ver mochilas ni calzado.

Además, esta tendencia a priorizar lo novedoso y meramente emocional puede pasar por alto que el fenómeno de la desaparición forzada no es sólo un efecto de la violencia estructural, sino una crisis de derechos humanos prolongada y compleja. El fenómeno puede manifestarse de diversas formas en todo el país, evolucionar en sus métodos y manifestaciones, y trascender colores partidistas. Cubrir el tema desde una perspectiva de derechos humanos –y no sólo como caso policiaco macabro—es fundamental para la creación de verdaderas políticas públicas.

En suma, la cobertura mediática del caso Teuchitlán ha sido un paso importante para visibilizar la crisis de desaparición forzada en México. Sin embargo, es crucial que esta atención no sea efímera. La desaparición forzada en México no es un fenómeno aislado, sino una problemática compleja y arraigada que requiere un análisis profundo y constante de sus diversas manifestaciones en distintas entidades del país. Esto implica identificar patrones, ofrecer explicaciones detalladas sobre cómo se manifiesta el problema en cada región, y dar voz permanente y proactiva a las víctimas y a los colectivos de madres buscadoras que han luchado incansablemente por encontrar a sus seres queridos. 

El caso del Rancho Izaguirre debe ser un punto de inflexión en la cobertura mediática de la desaparición forzada en México. No podemos permitir que la indignación se diluya y que la tragedia quede relegada al olvido. Es necesario mantener la presión sobre las autoridades, exigir investigaciones exhaustivas y transparentes, y garantizar que se haga justicia para las víctimas y sus familias.

Mireya Márquez Ramírez

@Miremara