Este 2025 será un año de cambio profundo y alto riesgo. Hemos entrado en lo que apunta a ser la fase final de los tres modelos de crecimiento, sobrepuestos, que mayormente inciden en nuestra sociedad y economía. O de un solo modelo que se derrumba por tres lados. Se trata de la globalización básicamente representada por el TMEC y antes por el TLCAN; de la estrategia socioeconómica lopezobradorista y, por último del neoliberalismo de libre mercado.
Conforme avanza el año las perspectivas de crecimiento económico van empeorando. Hasta hace unos meses algunos vaticinaban que en 2025 la economía crecería al mismo ritmo que en 2024, es decir 1.5 por ciento. Sería una cifra medianamente buena en comparación al bajo ritmo de crecimiento, menor al 1 por ciento, que ha prevalecido en las últimas décadas de globalización económica.
El TLCAN y posteriormente el TMEC no cumplieron con la promesa de que México se acercaría a los niveles de bienestar y fortaleza económica de los países industrializados. Todo lo contrario, la brecha que nos separa de Estados Unidos, de otros países industrializados e incluso de países de desarrollo medio es cada vez mayor. La globalización no nos dio un crecimiento incluyente sino el mayor agravamiento de la inequidad extrema, donde una docena de familias y personas tienen miles de millones de dólares y la mayoría se ha empobrecido. La industria interna, que no nacional, es mera fachada para el ensamblaje de insumos externos y prácticamente nula vinculación a cadenas de producción locales.
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La mayor parte de los trabajadores lo hacen sin prestaciones de ley, en la informalidad, y más de la tercera parte de los trabajadores formales no reciben un ingreso suficiente para solventar sus necesidades básicas.
México se convirtió en campeón de la globalización extrema; mucho más que Estados Unidos o Canadá. Sin embargo, más del 82 por ciento de sus exportaciones van a un solo país, Estados Unidos. Es una globalización muy estrecha dependiente de un solo cliente y también de los insumos intermedios del sureste asiatico. Genera una gran vulnerabilidad a los cambios externos, lo peor es la vulnerabilidad a la que se encuentra expuesto el consumo mayoritario dado que importamos hasta lo más básico; alimentos, vestido, calzado, electrodomésticos sencillos y demás.
La apertura neoliberal se acompañó de la desnacionalización de la manufactura y el sistema financiero y, lo peor, de la destrucción de gran parte de las capacidades productivas preexistentes: en particular la pequeña y mediana producción manufacturera y rural. Lo que se tradujo en la expulsión fuera del mercado formal a millones de familias y, de hecho, incluso fuera del país a millones de padres y madres de familia. Esta destrucción de la familia y de la transmisión de valores de honestidad y trabajo ha contribuido, junto a la ausencia de oportunidades de trabajo honesto, a crear una generación de delincuentes.
Poco nos daba la globalización en forma de un crecimiento lento que ahora parece agotado. Una vez más los principales analistas financieros han recortado las previsiones de crecimiento económico para 2025 a alrededor del 0.6 por ciento anual. Banamex, BBVA y otros consideran un crecimiento nulo.
La situación podría empeorar si Estados Unidos lleva a la práctica sus amenazas de aranceles generalizados. El reporte sobre el panorama económico global de marzo de 2025 señala que México y Canadá son los más vulnerables al giro de la política económica norteamericana. Plantea que si se evita la guerra de aranceles la economía de México crecerá 0.1 por ciento en 2025 y 0.8 por ciento en 2026. Por otra parte, con guerra de aranceles, la economía de México retrocedería a menos 1.3 por ciento en 2025 y a menos 0.6 por ciento en 2026.
Es claro que incluso sin las amenazas de Trump el modelo económico globalizador nos ha colocado en graves dificultades.
Tras décadas de empobrecimiento generalizado la estrategia de López Obrador planteó tres objetivos de gran importancia: mejorar el bienestar de los pobres, acabar con la corrupción y conseguir la autosuficiencia alimentaria. En lo primero se avanzó de tal manera que generó un fuerte apoyo político a su gobierno y el de su sucesora. Lamentablemente los tres objetivos entraron en colisión.
La lucha contra la corrupción fracasó en dos pilares fundamentales al bienestar de los mexicanos: SEGALMEX, la entidad encargada de garantizar un abasto alimentario sano y suficiente se hundió en la corrupción extrema y un mal manejo que la hizo inoperante tanto en la vertiente del abasto alimentario durante lo peor de la pandemia como en sus objetivos de impulso a la pequeña producción agrícola. El segundo fracaso se reveló hace poco y concierne al abasto de medicinas y a la operación de un sistema de salud que dejó sin acceso a decenas de millones y sigue operando de manera extremadamente deficiente.
En contraparte se consiguió incrementar los ingresos de los más pobres del país mediante cuatro medidas: los programas y transferencias sociales se ampliaron hasta incluir a la mayoría de las familias; se abarató el dólar de manera substancial sin correlación con un fortalecimiento paralelo de la economía; se elevaron los salarios mínimos recuperando una parte menor de lo mucho perdido en los últimos 40 años y se eliminaron aranceles y trabas a las importaciones básicas.
Lo anterior llevó a una elevación del consumo mayoritario basado en importaciones de alimentos procedentes de Estados Unidos y de vestimenta, calzado y todo tipo de artilugios procedentes de China y el sureste asiatico. Con lo cual se cayó en una paradoja; un mayor poder de compra popular al mismo tiempo que se debilitó la producción interna para el consumo mayoritario. La pérdida de producción y de decenas de miles de empleos en la producción de calzado y vestimenta contribuyen a que en el último año la industria nacional haya caído en más de un dos por ciento y a que se haya batido el récord de importaciones alimentarias.
Fortalecer el consumo popular sin fortalecer la producción interna, incluso en contra de la producción interna, es una estrategia que ha llegado a su agotamiento. En 2024 la recaudación del IVA cayó en un 1.4 por ciento real. A ello contribuye el límite de la capacidad de inversión gubernamental, por su baja recaudación y desgastada por la excesiva centralización de inversiones en proyectos onerosos y mal diseñados.
Finalmente tenemos el final de la estrategia de libre mercado, largamente impulsada por Estados Unidos mientras le resultaba conveniente, pero ahora abandonada dada su falta de competitividad frente a China. Este es un cambio que habrá de golpear de manera substancial a los sectores de producción globalizada, exportadora, dentro de México; es decir a lo poco que nos dio el modelo globalizador.
Enfrentamos una triple crisis frente a la que ya no cabe decirles a los gringos que les sigue conviniendo el TMEC. No les conviene a ellos, cuando la realidad nos dice que tampoco le ha convenido a México. Es inutil aferrarse a un clavo ardiendo. Lo esencial es reconectar el consumo popular, encabezado por las transferencias sociales, a la producción interna; disminuir la vulnerabilidad económica externa y dejar atrás al libre mercado para substituirlo por estado fuerte como rector del desarrollo económico de México.