Y ya pasó el 8M. Las cosas seguirán igual. No pretendo ser pesimista o demeritar la importancia de los temas de género pendientes en nuestra sociedad mexicana, sin embargo, las expresiones sociales y personales que se registran en la fecha dan la impresión de que no todos estamos hablando de lo mismo.
Empezamos por la buena voluntad. Ya sabemos que las buenas intenciones no necesariamente tienen claro qué se necesita. Escuchamos y leemos felicitaciones a las mujeres en ese día, como si se tratara del día de las madres extendido a todas, así tengan hijos o no. Algunas, lo celebran.
Otras personas apuntarán que no se trata de un festejo, sino de una fecha para la reflexión sobre las condiciones de las mujeres en nuestra sociedad. Pero incluso, aun cuando tengamos claro este punto, no siempre se sabrá a quiénes abarca el término “mujer”. Parece ser que la palabra “mujer” está pasando por épocas difíciles. Según versiones periodísticas estadounidenses, habría algún criterio dentro de burócratas en ese país para restringir el uso de esa palabra en documentos oficiales. No tengo idea si así es verdaderamente, y en todo caso, cuál será la razón de ello. Ya algunas voces progresistas condenan este aparente hecho, a pesar de que, desde el progresismo, es donde originalmente se ha intentado sustituir el término “mujer” por “persona”, por aquello de las personas embarazadas y otras situaciones de necesaria inclusión, además de apuntar que “mujer” es solamente una construcción social. Bueno.
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Por otro lado, uno de los temas pendientes al hablar de género es el de la violencia existente. Todos estamos de acuerdo que la violencia motivada por el género es inaceptable, creo, ¿pero solamente esa violencia? Un artículo de El Universal cubriendo el 8M, reseña la marcha de las mujeres exigiendo frenar la violencia de género, mientras se ilustra la nota con la foto de una encapuchada pasando frente a destrozos y fuego prendido en un edifico. A la fecha no sé si se trata de una condena a la violencia durante la marcha, o una manifestación editorial de que hay violencias con justificación.
Y es que esto de justificar las violencias es tan común. Debo acotar, que la base de mis comentarios es mi experiencia trabajando al interior de Cancillería, y desde esta institución, observando lo que pasa en el extranjero, pero, he escuchado a jefes decir que aquello de gritarle a un subordinado o subordinada no debiera ser visto como un acto agresivo porque “todos lo hacemos”. ¿Todos quiénes?
Alguna vez un funcionario del gobierno de Nueva York comentó que, en casos de crímenes de odio, no se tenían identificados aquellos cometidos entre hispanos, porque los entendían en una misma categoría. Esto me recuerda los casos de actitudes violentas y agresivas hacia hombres y mujeres practicadas por una mujer. Estos casos tienen la particularidad de que las mujeres agraviadas dudan de que sean objeto de una violencia de género porque, a pesar de recibir maltrato por sus condiciones de mujer, quien la ejerce es mujer también. Pero, en estos casos también sigue siendo violencia de género (hombre o mujer), ya que el abuso de las condiciones de una persona, es lo que define la violencia, independientemente del género del agresor o agresora.
Recientemente hubo un foro sobre el tema en el que participaron embajadoras de amplia trayectoria en la SRE. Voces que deben ser escuchadas. Sin embargo, ojalá en algún momento se escuchen también las voces de las mujeres que están en medio y hasta abajo de la cadena de mando. Es probable que sus perspectivas sobre la situación de la mujer en la Cancillería sean distintas a las escuchadas en ese foro.
La sensación que resta es que uno de los problemas comunes es abordar el tema, o un pedazo del tema, siempre de manera aislada. No podremos avanzar en materia de violencia de género si no vemos el origen común de ésta y todas las demás violencias de nuestra sociedad, así como la impunidad que existe sobre esas violencias y todas las demás. Querernos enfocar en una sola violencia nunca tendrá resultados. No podremos avanzar si no nos ponemos de acuerdo en los conceptos básicos del tema, tengamos conciencia de nuestros derechos y obligaciones, y dejemos para otro día las discusiones ideológicas.
Por hoy, seguimos en lo mismo.