EMILIA PÉREZ

Emilia Pérez en Estados Unidos

Si Emilia Pérez es una mala película, lo es a pesar de que haya una protagonista transexual, un director francés y sea sobre personajes mexicanos, pero si es buena, lo es, a pesar de que su protagonista y director resulten racistas y clasistas. | Johannes Jácome

Escrito en OPINIÓN el

Si hay algo que a los mexicanos no nos gusta, es que haya extranjeros que no nos encuentren encantadores.

Actualmente los mexicanos estamos experimentando una complicada relación con el país vecino del norte. En medio de esto, resulta que un director francés presenta una película que sentimos no nos hace justicia, y por si fuera poco, la industria del cine y sus premios hollywoodenses la han visto como toda una maravilla.

Pero todos los escándalos, chismes y comentarios sobre los protagonistas de Emilia Pérez no hacen más que evidenciar algunas confusiones ideológicas y culturales.

Dados los distintos niveles de corrección política e inclusión que navegan la industria del cine, no es de sorprenderse que una película con una protagonista transexual, de director francés y sobre broncas entre mexicanos, resultara ideal para celebrar la narrativa de inclusión que Hollywood pregona. Claro que el hecho de que en una película sobre mexicanos no aparezca uno solo, no es problema para ellos. La película tiene morenos y todos son lo mismo. Ya antes había escrito que para el cine progresista estadounidense los extranjeros son intercambiables, por eso ponen afroamericanos en las casas reales rusas o alemanas, pero nunca un afroamericano haciendo un personaje judío o nativo americano. Las identidades son sagradas, las propias al menos, excepto la de los blancos.

El chiste es que en Hollywood les encantó la película y la nominaron a todos los Oscares posibles. Pero después aparecieron los comentarios de la protagonista y el director con un tono racista y clasista. Se armó el escándalo.

Ahora Hollywood tiene que decidir si la diversidad de la película es lo importante, o pesa más el aparente racismo de los protagonistas. Pero ese es el problema en que se meten por andar añadiendo elementos ideológicos a su análisis cinematográfico. Si, el cine refleja cuestiones sociales y culturales, pero tampoco pueden ponerse valores ideológicos como requisito para calificar una película como buena o mala. Si Emilia Pérez es una mala película, lo es a pesar de que haya una protagonista transexual, un director francés y sea sobre personajes mexicanos. Pero si la película es buena, lo es, a pesar de que la protagonista transexual y el director resulten racistas y clasistas. Sus personas no son sus personajes

Otra confusión se escucha entre aquellos que dicen no entender cómo alguien perteneciente a un grupo representativo de la diversidad social sea intolerante hacia otro, pero ¿qué tiene que ver? ¿Desde cuando una persona transexual tiene que estar a favor de todos los procesos migratorios internacionales o la existencia de las religiones? Tan absurdo como decir que por ser una persona musulmana tiene que estar en favor del cambio de sexo en menores de edad o adultos simplemente por no ser parte de la mayoría cristiana.

Tal vez la explicación radica en que, como dicen varios expertos, toda discusión social una vez que es abordada en Estados Unidos, adopta las características del debate en ese país. En las pasadas elecciones presidenciales estadounidenses, los temas de migración, diversidad sexual, minorías sociales, identidades, etc, fueron sanforizados en la plataforma demócrata, tratando de reflejar las corrientes progresistas. El proyecto fue electoralmente un fracaso, pero, es la referencia que tienen muchas personas para pensar que toda minoría debe estar de acuerdo con todas las demás.

Pero cuando Karla Gascón hizo sus comentarios iniciales, los hizo de acuerdo con su realidad cultural europea y por eso es que habían pasado de noche, hasta que los pusieron bajo la lupa social estadounidense años después. Karla no es estadounidense pero tampoco es en realidad Emilia Pérez. Solo demuestra que así como algunos progres odian a los blancos o los judíos, a ella no le gustan otros. Todos, progres, conservadores o lo que sea, podemos tener prejuicios.

Separemos las identidades. Empecemos en México por no ver, igual que en Hollywood, a todos los morenos como iguales. Así lograremos entender por qué hubo latinos que votaron por Trump. Y si tenemos dudas de cómo un “mexicanoestadounidense está a favor de las deportaciones, nada más recordemos cómo queríamos en México que deportaran a Yahritza y su Esencia, nada más porque no creyeron que el refresco en bolsa fuera algo para sentirse orgullosos. 

Johannes Jácome

@jacome_cid