El sistema de salud en México está colapsando ante los ojos de todos, y aún así, el gobierno sigue negando la magnitud del problema. Ya no se trata de una advertencia lejana, sino de una crisis palpable que afecta a miles de mexicanos día tras día. Mientras las autoridades insisten en minimizar la situación, hospitales y clínicas en todo el país denuncian que operar bajo estas condiciones se ha vuelto insostenible. El desabasto de medicamentos, los recortes presupuestales y el abandono de la infraestructura hospitalaria han alcanzado niveles críticos.
Esta semana, trabajadores del sector salud han salido a las calles para exigir respuestas ante la falta de condiciones adecuadas para desempeñar su labor. No solo enfrentan la escasez de insumos médicos y medicamentos esenciales, sino también retrasos en sus pagos y violaciones a sus derechos laborales, incluyendo jornadas extenuantes sin retribución justa. La negligencia gubernamental no solo impacta a médicos y enfermeras, sino que pone en riesgo la vida de miles de pacientes que dependen de un sistema que se desmorona.
Las alertas sobre esta crisis son contundentes. En Puebla, cuatro hospitales han denunciado la falta de recursos para brindar atención en servicios de nutrición. En Oaxaca, el Hospital Civil Dr. Aurelio Valdivieso enfrenta las mismas carencias, al punto de poner en peligro la seguridad de sus pacientes. En Sonora, el Hospital General ha informado que su almacén sólo ha sido surtido en un 65%, obligando a suspender cirugías complejas, como la extirpación de tumores, por falta de insumos. El Hospital General de México Eduardo Liceaga sufre la falta de personal e insumos, mientras la demanda de atención médica aumenta sin que haya una ampliación de plazas ni infraestructura. Y en Ensenada, el Hospital General tuvo que suspender consultas generales porque simplemente no hay médicos suficientes.
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Esta crisis se traduce en personas que no reciben los tratamientos que necesitan, en cirugías suspendidas, en pacientes que mueren esperando una atención que nunca llega.
Sin duda las acciones del gobierno no corresponden en lo absoluto con sus promesas en materia de salud: en lugar de reforzar los recursos, el presupuesto en salud para este año disminuyó un 11%, lo que significa un recorte de 113 mil millones de pesos.
A pesar de la promesa de un sistema de salud como el de Dinamarca, México sigue asignando un presupuesto a salud muy por debajo de la recomendación de la OMS, que es del 6% del PIB, mientras que nosotros destinamos apenas el 2.5%.
No hay lugar para excusas ni pretextos. La urgencia es real: el gobierno debe garantizar las condiciones necesarias para que ninguna persona vea su bienestar comprometido por la falta de un medicamento, por la suspensión de una cirugía o por la imposibilidad de recibir una consulta básica.
El colapso del sistema de salud es hoy una crisis humanitaria que no admite más indiferencia ni dilaciones.