ORGANIZACIONES INTERNACIONALES

El colapso de la ONU

Sólo entendiendo el papel que juega la política nacional en la configuración de los incentivos para que los países participen en discusiones internacionales, podemos evitar que más países abandonen estas organizaciones. | Cristopher Ballinas Valdés

Escrito en OPINIÓN el

Recientemente el gobierno de Estados Unidos de América formalizó la salida de su país de la Organización Mundial de la Salud (OMS), del Consejo de Derechos Humanos y del Acuerdo de París, y anunció que no participarían de la reunión del G20 en Sudáfrica, además de la inminente desaparición de USAID. En acciones similares, Israel se retiró del Consejo de Derechos Humanos de la ONU debido a un supuesto sesgo antiisraelí y una constante parcialidad en su contra, y Argentina anunció su salida de la OMS debido a profundas diferencias con la gestión sanitaria durante la pandemia

Tras la publicación de estas decisiones, surgieron numerosas críticas sobre su impacto y el posible debilitamiento de la cooperación internacional y la capacidad de respuesta ante emergencias globales, como pandemias o el cambio climático. También se consideraron absurdas, dado el peso de EU en las decisiones globales. 

Aunque las nuevas élites políticas en esos países están ideológicamente convencidas de la inutilidad de estas organizaciones –una percepción alimentada por escándalos de gastos excesivos y el apoyo a una agenda progresista que benefició a sus adversarios políticos– hay diversas razones de política interna y exterior que justifican estas acciones y que deben ser revisadas a profundidad.

Las instituciones internacionales, que anteriormente se usaban como herramientas de coerción, así como la proliferación de actores internacionales profesionalizados, se han burocratizado y han comenzado a perseguir sus propios intereses dificultando que los países que antes las dominaban mantengan su control sobre ellas, además de que sus agendas han empoderando a adversarios políticos, y dificultando la toma de decisiones en beneficio de sus propias poblaciones. 

Sobre todo, es fundamental entender que las agendas impulsadas internacionalmente han sido extremadamente divisoras a nivel interno, alterando el equilibrio de poder al interior. Por ello, estos grupos perciben la retirada de estos organismos como una forma de volver a los fundamentos de la diplomacia, eliminando el enfoque en causas políticas y culturales que son divisivas y profundamente impopulares en sus huestes políticas a nivel nacional. Estas decisiones están impulsadas más por el equilibrio de poder nacional y una agenda de política interna que por consideraciones internacionales. Mientras esas instituciones no estén alineadas y sirvan a sus intereses, no participarán de ellas.

Si bien es cierto que estas decisiones han puesto de relieve la necesidad de evaluar el papel y la efectividad de las organizaciones internacionales en la búsqueda de soluciones comunes a los desafíos globales, es crucial dejar de lado la discusión ideológica y ridiculizadora para explicar este tipo de acciones, ya que, además de ser condescendientes, no permiten comprender claramente las motivaciones y razones detrás de las decisiones de política internacional. Sólo entendiendo el papel que juega la política nacional en la configuración de los incentivos para que los países participen en discusiones internacionales, podemos evitar que más países abandonen estas organizaciones y con ello evitar el colapso del sistema en su conjunto.

Cristopher Ballinas Valdés

@crisballinas