Los gobernantes suelen confundir la propaganda con la realidad, la adulación con la legitimidad y el ruido con la razón. El evento del fin de semana pasado —ese donde Claudia Sheinbaum intentó recrear el “AMLOFest” con carritos llenos de acarreados y lonas multicolores— fue el símbolo más grotesco del poder ensimismado. Un mitin deforme, con discursos vacíos, con acarreo cínico, y con un ánimo forzado que quiso simular unidad pero terminó exhibiendo lo contrario: debilidad, imposición y miedo. Miedo a perder aprobación, miedo a la calle, miedo al espejo.
A poco más de un año de gobierno, la presidenta Sheinbaum ya enfrenta una caída significativa en su aprobación. Y no lo dice la oposición, lo dice la encuesta internacional Morning Consult, la misma que el obradorismo presumía con bombo y platillo cuando colocaba a AMLO como uno de los mandatarios más populares del mundo. Hoy, esa misma encuesta esconde su resultado: Claudia Sheinbaum ha caído al 41% de aprobación y sigue bajando. Los mismos que decían que los datos eran prueba del respaldo popular, hoy prefieren hablar de la “narrativa golpista” o de “medios conservadores”. La verdad es más simple: la presidenta está perdiendo el país. Algunos puntos al respecto:
- Morning Consult la ubica en el 41% de aprobación. Esta encuesta global mide a líderes de más de 20 países y se volvió el referente favorito de Palacio Nacional durante el sexenio anterior. Hoy, el dato que ubicaba a AMLO como el número uno, ahora ubica a Sheinbaum apenas por encima del promedio, y con una tendencia negativa constante. El silencio oficial sobre este dato es ensordecedor y cabe resaltar que en noviembre del año pasado la presidenta estaba en 62%, o sea, perdió más de 20 puntos en un año.
- De presumir a esconder la misma encuesta. La narrativa oficialista no sabe cómo digerir la caída. Cuando el mismo instrumento de medición que servía para presumir se convierte en evidencia del desgaste, el silencio es el único recurso. Hoy, ningún vocero habla de Morning Consult, y los datos “nacionales” que presumen parecen salidos de una agencia de colocación, no de una casa encuestadora.
- La desaprobación en la misma encuesta en el mismo periodo pasó de 20% a 53%, o sea que no se pasó de la aprobación a la indiferencia, en realidad logró que hoy la mayoría de los mexicanos la desaprueben.
- Una falsa portada para una falsa aprobación. En semanas pasadas circularon versiones pagadas de primera plana (particularmente en El Heraldo) con una supuesta encuesta que la ubicaba con el 72% de aprobación. Nadie la firma, nadie la sustenta y nadie la cree. El contraste entre la realidad y la propaganda no puede ser más claro: mientras las encuestas serias la colocan en 41%, el oficialismo imprime su propia versión de los hechos y la reparte como si fuera verdad.
- El acarreo del fin de semana pasado es el mejor síntoma del miedo y de lo que está pasando. Los autobuses, los refrigerios, las gorras, las playeras, los trabajadores obligados y los líderes sindicales en modo borrego: todo fue una coreografía de sumisión.
- No sé qué tan cierto sea, pero circuló que un joven puso un puesto donde vendía el nuevo libro de López Obrador y vendió realmente pocos… Esto comprobaría que eran puros acarreados a sueldo, no “fieles” al oficialismo.
- Es difícil saber cómo bajó tanto en tan poco tiempo y los asesinatos de alcaldes, la incapacidad verbal en las conferencias de prensa, la protección y justificación de criminales de su partido ayudaron, pero creo que lo más alarmante fue la violencia contra jóvenes que protestaron a mediados del mes pasado. Golpes, amenazas y detenciones arbitrarias, además de intentar negar la autenticidad del movimiento… Una vergüenza internacional.
- Sheinbaum pierde rápido. Mientras el expresidente logró sostener niveles altos de popularidad por años gracias a un aparato de propaganda eficaz y una conexión emocional con las bases, Sheinbaum no ha logrado construir ese vínculo: tiene el aparato de propaganda, pero el carisma no. La presidenta no enamora, no conecta y no convence. Su estilo tecnocrático, acartonado y distante, la aleja incluso de los propios. Lo que parecía continuidad, hoy ya es claramente decadencia.
- La narrativa de la “transformación” se está agotando. Ni la seguridad mejora, ni el crecimiento económico aparece, ni el sistema de salud opera. A la gente no le importan los “diálogos circulares” ni los actos de fe. Le importan las medicinas, la seguridad, la educación, el empleo y la justicia. Y ahí es donde Sheinbaum no tiene respuestas.
- Ser la heredera de López Obrador fue una ventaja en los mítines y en la campaña, pero es un lastre en la gestión. Heredó un país polarizado, con instituciones debilitadas o de plano devastadas y con una economía frágil y en caída. El desgaste es a gran velocidad.
El poder sin legitimidad se convierte en tiranía. Y la legitimidad no se compra con portadas, no se impone con gritos ni se acarrea en camiones. La legitimidad se gana gobernando bien. Claudia Sheinbaum enfrenta ya su primer gran desafío narrativo: el país empieza a voltearle la cara. Su gabinete no entusiasma, sus decisiones generan más dudas que certezas y su gobierno, lejos de un “segundo piso”, parece el epílogo amargo de una idea absurda que se niega a morir.
Te podría interesar
Si el gobierno no escucha, pero reprime, miente e ignora los datos, el final ya se empezó a escribir. Porque incluso el poder más totalitario tiene fecha de caducidad. Y por eso la urgencia de reformas autoritarias… En serio, ¿van a intentar mantener por la fuerza lo que la gente no les reconoce?
