La defensa del medio ambiente, del territorio, de la historia y de la memoria de los pueblos originarios ha sido uno de los grandes pendientes en materia de derechos humanos. Parte de la crisis de la protección de estos, deriva de la gran cantidad de intereses existentes alrededor del despojo de territorio de los pueblos originarios y la explotación de los recursos presentes en ellos por parte de varias industrias, entre ellas, las de energía.
Al respecto, Josefa Sánchez Contreras, ensayista, investigadora y activista socioambiental. Integrante del pueblo angpøn de Chimalapas, Oaxaca, combina las temáticas de colonialismo energético, emergencia climática e historias de los pueblos indígenas en su nuevo libro “Despojos racistas. Hacia un ecologismo anticolonial” (Anagrama, 2025), sobre el cual charla con quien escribe en este espacio.
La Silla Rota: Uno de los términos que utilizas es el de racismo, pero hay un gran rechazo a utilizarlo en la sociedad y en la academia. Sin embargo, en tu ensayo, nos muestras que está presente en muchos ámbitos y tiene repercusiones ¿Cuál es la estrategia que utilizas para incorporarlo a tu trabajo reflexivo y por qué sigue siendo un concepto negado?
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Josefa Sánchez Contreras: En el caso de México, el lugar de donde pertenezco, el territorio de Chimalapas, es difícil hablar del racismo por la historia que ya sabemos, el forjamiento de una identidad mestiza que ha negado la diversidad de pueblos y de otras identidades, pero que es parte de una ideología de Estado Nación posrevolucionario. Bajo esta bandera de que somos mestizos, se han borrado esas lógicas de discriminación y de racismo que siguen operando sobre la base de una estratificación de las personas basadas en el color de la piel, el fenotipo, el origen, en la forma de hablar, en las lenguas indígenas. Por un lado, este ha sido un factor determinante para decir que aquí no hay racismo y que este se vive en otros lugares como Estados Unidos, con las poblaciones afrodescendientes.
Por otro lado, en el libro mi intención ha sido generar esa intersección entre el racismo y las catástrofes ambientales. Sobre todo, en un contexto de extractivismo y de despojo de territorios. En ese intento, me he encontrado con el problema de que el racismo o las cuestiones ambientales han sido considerados como un problema económico, de desarrollo, o político, pero no se le ha dado el suficiente peso al papel que tiene el racismo en la operación de las lógicas de despojo.
A pesar de que la justicia ambiental deriva de ese término de racismo ambiental, que denuncia esa correlación entre el racismo y los impactos negativos de la industrialización, parece ser que se ha olvidado a propósito y se omite.
El libro tiene el objetivo de señalar que los despojos de territorios, los megaproyectos extractivistas energéticos, a la luz de una de las grandes crisis de nuestro siglo, están profundamente articulados con el racismo, el cual nace en el siglo XV con el proceso de destrucción de la tierra por medio de procesos coloniales.
LSR: A partir de la década de los 70 se comienzan a utilizar términos como lo poscolonial o lo decolonial, sin embargo, en el título del libro se coloca el concepto de anticolonial ¿cuál es su significado y tu postura al respecto?
JSC: Anticolonial lo utilizó en dos sentidos. El primero para señalar que, durante mucho tiempo, los pueblos han tenido expresiones de levantamiento, de motines, que son anticoloniales, a lo largo de la historia, de cinco siglos, cuando comenzó el colonialismo, se han revelado, amotinado, y en esos motines, se han defendido los territorios históricos, que muchos de ellos siguen estando habitados hasta el día de hoy.
Esas expresiones podrían leerse como formas de defensa del territorio, ecologistas, pero el interés es enfatizar que son expresiones anticoloniales que han irrumpido una y otra vez, en el epicentro de la colonia formal, que duró tres siglos, y después, la lógica colonialista que siguieron reproduciendo los Estados nación.
Por lo tanto, se debe entender lo anticolonial como un proceso de larga duración que no ha cesado y acontece cada vez que un pueblo se rebela e impugna una forma concreta de colonialismo, expresa en el despojo.
En otro sentido, anticolonial lo uso como una suerte de provocación a los ecologismos del norte global. Para lograr relaciones simétricas, diálogos y solidaridades internacionales. Es necesario, que estos asuman posturas anticoloniales, pues tienen una deuda histórica con los pueblos originarios, con los territorios del sur global. Muchas de las formas de vida del norte global se han basado sobre despojos y agudizan estos despojos de territorios.
Es una interpelación al movimiento ecologista para que sea capaz de posicionarse en un momento histórico tan crucial en el que estamos, donde los colonialismos no están moribundos, sino que están más vivos que nunca. Muchos pueblos se niegan a entregar sus tierras a multinacionales para proyectos de hidrogeno verde, fotovoltaicos, fracking, minería, entre otros tipos.
LSR: Al abordar temáticsa como las que describes en tu libro, siempre salen a la luz los conceptos de extractivismo y megaproyectos. Después de leer tu libro, me queda la duda de si aún son válidos, si provienen de un activismo hegemónico o que requieren actualmente.
JSC: Son términos que siguen siendo útiles, lamentablemente en la medida en que van incrementado han generado muchos más conflictos y más disputas en los territorios históricamente colonizados. Pero, en este libro, he insistido mucho en situarlos en términos de colonialismos para pensar las raíces de estos extractivismo y estos megaproyectos.
Ahí encontramos que las raíces de los megaproyectos como los de combustibles fósiles permitieron no sólo la revolución industrial, cuando se empiezan a formar las primeras sociedades dependientes de estos tipos de combustible, sino también, en los primeros siglos de colonización y despojo, donde había una fuente energética basada en la esclavitud y el trabajo forzado. El remitirnos a sus raíces coloniales nos llevaría a imaginar posibles soluciones y nos llevaría a dejar de leer estos conceptos, únicamente como un problema económico.
Nos ayudaría a entender que el cese del extractivismo y de los megaproyectos pasa por el reconocimiento de los territorios de los pueblos y procesos antirracistas. Es decir, la extracción de minerales u otro tipo de material, no sólo es la extracción de la tierra, sino la violencia contra cuerpos tipificados como prietos o negros, indígenas, mujeres. Hay una tipificación de los cuerpos bajo las categorías raciales que va de acuerdo o va creando el argumento para la extracción de esos minerales.
El cese de estos proyectos debe incluir el pensar en la justicia para estas poblaciones, en términos de respeto a la autonomía, a la autodeterminación, los territorios, y tomar en serio, que son territorios que albergan gran parte de la riqueza biodiversa de este planeta que hace posible todos tipos de vida.
LSR: ¿Qué nos dicen los pueblos al respecto? Pero más a fondo, ¿qué nos dice el ser mujer, ser indígenas y estar en un cuestionamiento a todo este sistema energético capitalista?
JSC: Nos dice que las relaciones de dominación colonial, capitalista y patriarcal siguen existiendo en tanto que los pueblos indígenas siguen siendo tipificados como los han nombrado sus colonizadores y no con el nombre con el que se autonombran. Por lo que se siguen viviendo profundas desigualdades a nivel nacional pero también a nivel global, donde siguen siendo despojados de todo atributo de humanidad. En tanto, es muy fácil violentar los derechos humanos, asesinar a una defensora ambiental, violentar a un defensor ambiental, desaparecerlos, y solo que sean una cifra más.
Nos muestra que si hay movilizaciones es porque hay un álgido avasallamiento hacia estos territorios para cumplir las demandas de minerales y recursos energéticos.
La intersección de pertenecer a un pueblo indígena y ser mujer no deja sorprender, sobre todo que en el siglo XXI el pueblo donde vivo pueda seguir existiendo, y que esto de base a largos procesos de luchas y de muchas estrategias que nuestros antepasados han generado para asegurar la existencia de un pueblo sobre territorios históricos en los que han habitado por más de cuatro mil años. Sorteando procesos de violencia, patriarcado, colonialismo, capitalismo. Estas experiencias son las que nos pueden enseñar a sortear la profunda crisis planetaria de agudización de destrucción de la Madre Tierra.
La existencia de pueblos indígenas y de mujeres poniendo el cuerpo para defender los ríos, los lagos y las tierras, muestran que se sigue eligiendo un camino civilizatorio impugnador a siglos de mercantilización de la naturaleza. Allí radican las posibilidades de existencia en este planeta.
También para sacudir del antropocentrismo a los ecologismos del Norte Global, a las izquierdas blancas, muy desarrollistas, que apuestan a los procesos de industrialización y los combustibles fósiles. En el centro se debe poner la relevancia de la vida de un río, de una laguna, de un cerro, de una montaña. Eso debería transformar nuestras formas políticas, algo cada vez más necesario, pues la sociedad en su conjunto debe replantear su relación con la Tierra.
