DUA LIPA

Dua Lipa y la patria emocional

En tiempos dominados por la polarización y el desencanto, gestos mínimos, como la interpretación de Dua Lipa de“Bésame mucho” en su concierto de México, se vuelve un inesperado alivio emocional. | Graciela Rock Mora

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En tiempos dominados por la polarización y el desencanto, los gestos mínimos se vuelven inesperados alivios emocionales.

Dua Lipa cantó “Bésame mucho” en su concierto de México y algo se nos acomodó, aunque fuera por un instante. Tampoco es tan significativo que una estrella pop incluya una canción local en su setlist, pero hoy, cuando la conversación pública parece un campo minado y la crispación es la normalidad, ese gesto simple provoca una emoción que se siente como suspiro colectivo.

No es la primera vez que lo hace. En Colombia cantó “Antología” de Shakira; en Chile, un tema de La Ley. Y es que cuando desde lo global se nos ofrece algo que forma parte de nuestra memoria emocional, sucede una rareza: la multitud se sincroniza. Todos saben la letra. Todos entienden el gesto.

En nuestro país, donde lo común se nos ha ido desgajando por la violencia, inseguridad, la tensión política, la incertidumbre económica y el hartazgo social, ese minuto de coincidencia emocional es casi un lujo. Y si, Dua Lipa cantando no soluciona nada… pero sí recompone algo, aunque sea chiquito.

La patria emocional que aún nos queda

Bésame mucho” no es solo una canción, ni cualquier canción. Es un archivo sentimental que atraviesa generaciones, hogares, sobremesas, rituales familiares. Cuando alguien que no pertenece a nuestro universo cultural la toma y la canta, sobre todo si lo hace bien, como lo hizo Dua Lipa, lo que hace es activar la memoria colectiva. No es una romantización del pasado, pero sí nos recuerda que todavía existe un territorio afectivo donde podemos reencontrarnos. 

El gesto de Dua Lipa es, por supuesto, estratégico: un guiño para conquistar nuevos públicos, un truco probado para volverse viral en el país anfitrión. Pero incluso siendo estrategia marketera, el efecto es real. En una época donde lo global suele sentirse como una maquinaria que machaca y uniforma todo, ver que una artista internacional honra repertorios locales muestra que lo propio, lo local, lo nuestro sigue vivo, un recordatorio de que el mundo no está completamente roto. Todavía hay resquicios donde lo común es posible.

Quizá por eso es que estos homenajes nos conmueven tanto: porque nos devuelven, aunque sea por tres minutos, la sensación de que aún podemos encontrarnos en algo. Que la memoria todavía tiene fuerza para convocarnos.

Dua Lipa no viene a salvar a nadie. Ni falta hace. Pero cuando una voz que le habla al mundo entero se detiene a cantar algo que nació aquí, este pequeño puente nos recuerda que no estamos tan solos en el desastre como a veces creemos.

Y eso, en los tiempos que corren, ya es una forma de esperanza.

Graciela Rock Mora

@gracielarockm