#ANÁLISISDELANOTICIA

Paz y justicia en medio oriente

No puede haber paz sin justicia, y esta debe reconocer las múltiples violaciones al derecho internacional humanitario y al derecho internacional de los derechos humanos, sin importar quién las haya cometido. | Cristopher Ballinas

Escrito en OPINIÓN el

A lo largo del último año, este espacio ha dedicado tinta y reflexión a distintos aspectos del conflicto en Medio Oriente, uno de los más dolorosos y persistentes de nuestra era. Al mismo tiempo, se trata de un conflicto profundamente emblemático en términos de la geopolítica contemporánea, que ha moldeado los incentivos internacionales de numerosos países durante décadas. 

El acuerdo de paz firmado en octubre de 2025 en Sharm El-Sheikh, Egipto, con la participación de más de veinte líderes internacionales, representa un avance significativo en la búsqueda de una paz estable y duradera para Gaza y la región. Entre sus disposiciones centrales se contempla un alto el fuego inmediato entre Israel y Hamás, acompañado por la retirada inicial de las fuerzas israelíes hacia la denominada “línea amarilla” dentro del territorio de Gaza. El acuerdo también prevé el intercambio de prisioneros y la liberación de rehenes, así como un ambicioso programa de reconstrucción para Gaza, coordinado por un grupo técnico palestino bajo supervisión internacional, con participación de la Autoridad Palestina una vez implementadas reformas institucionales. Se promueve además la cooperación regional mediante alianzas entre países árabes e Israel, con el propósito de fomentar la reconciliación y superar divisiones históricas. 

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No obstante, persisten desafíos importantes, como la recuperación de los cuerpos de rehenes fallecidos y la ejecución efectiva de las fases posteriores del plan. Israel ha condicionado el avance del acuerdo al desarme progresivo de Hamás, lo que pone a prueba la voluntad política y la capacidad institucional de todos los actores involucrados.

La creación del Estado de Israel estuvo acompañada desde sus inicios por profundas tensiones regionales. Desde su nacimiento, se sabía que se insertaba en un entorno hostil, marcado por diferencias históricas, religiosas e ideológicas. En 1945, antes de su fundación en 1948, el ambiente era muy distinto al actual. Desde temprana edad, los ciudadanos israelitas aprendieron lecciones fundamentales sobre la noción de seguridad, en un país pequeño y rodeado por constantes incidentes fronterizos. 

En ese contexto, la política exterior israelí se articuló en torno a la llamada “teoría de los círculos”, cuyo principio era claro: rodear al enemigo con naciones amigas para limitar su capacidad de agresión. Esta estrategia, aún vigente, llevó a Israel a buscar aliados en Europa, Extremo Oriente y, sobre todo, en Estados Unidos de América, que se convirtió en su principal respaldo tras el retiro de Francia en los años sesenta. Israel ha construido su seguridad nacional sobre coaliciones o buscando alianzas con los países que rodean a sus vecinos inmediatos. 

En el mundo multipolar actual, el nuevo acuerdo de paz exige reconocer que la responsabilidad de garantizar su éxito recae en todos los países. La paz duradera requiere eliminar los factores que generan tensión y asegurar que todos los habitantes de la región vivan en un entorno que les permita desarrollarse plenamente. 

A lo largo de las últimas décadas, diversos intentos de paz —como los Acuerdos de Oslo— se han visto frustrados, en gran medida por la presión de extremismos internos y dinámicas de poder que interpretan estos esfuerzos como una amenaza a sus intereses nacionales. Basta recordar que, tras el histórico reconocimiento mutuo entre Israel y la OLP en 1993, el proceso se debilitó rápidamente con el asesinato del primer ministro israelí Yitzhak Rabin en 1995, a manos de un extremista judío. A ello se sumaron atentados recurrentes y la falta de avances en temas clave como Jerusalén y los refugiados, lo que agudizó la polarización política y frenó la implementación del acuerdo. La violencia y los radicalismos terminaron por erosionar la confianza entre las partes, dejando un proceso inconcluso y profundas secuelas. Por ello, es indispensable que para este recién esfuerzo de paz para la región se vigilen y contengan los extremismos que puedan sabotear este nuevo proceso. 

Finalmente, el tema más importante que aún queda sin respuesta en el acuerdo es el de la justicia. No puede haber paz sin justicia, y esta debe reconocer las múltiples violaciones al derecho internacional humanitario y al derecho internacional de los derechos humanos, sin importar quién las haya cometido. No se trata de venganzas, sino de construir los cimientos de una paz verdadera, que impida la repetición de los horrores del pasado y garantice dignidad para todos los pueblos de la región.

Cristopher Ballinas

@crisballinas