En una inusitada propuesta legislativa, el diputado local, José Ángel Molina, planteó la posibilidad de cambiar el Escudo de Chiapas para “retirar los vestigios beligerantes y de conquista”. Una sugerencia, seguida de un “foro de diálogos” que abrió la caja de Pandora y un amplio debate en redes sociales, que ha generado más memes de crítica que de apoyo.
La discusión en las plataformas digitales pasó del ámbito histórico, estrictamente académico, al político, donde una mayoría de chiapanecos coincide en que hay problemas más importantes para analizar y atender, como superar la marginación y la pobreza endémica de la entidad.
Sin embargo, ha sido el anuncio de realizar “foros” en el Cañón del Sumidero y las zonas arqueológicas de Palenque e Izapa, que podrían disfrazarse de “consultas públicas” para llevar adelante una iniciativa legislativa, que en el fondo se observa como inútil y frívola, lo que provocó la respuesta mayoritaria de indignación.
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¿Es válido hacer una consulta ciudadana sobre los elementos de un Escudo heráldico en el estado más pobre del país?. Esta entidad del sureste registra los mayores indicadores de pobreza desde que la Sedesol comenzó a identificarlos en 1992. No fue sino hasta 1994, cuando la rebelión indígena encabezada por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) obligó a que el gobierno federal volteara su mirada hacia Chiapas: una tierra rica con gente pobre, como se tituló el conocido libro de Thomas Benjamin.
La distribución del poder y la riqueza en Chiapas, observó el historiador, han cambiado muy poco desde los cincuenta (del siglo veinte); de hecho, desde los noventa (del siglo XIX). Incluso, después de la rebelión del EZLN y el gran apoyo financiero de la federación, en estos primeros años del siglo veintiuno, desde que en 2010 se iniciaron las mediciones de pobreza en México, Chiapas se ha mantenido como el estado con mayor pobreza en el país.
La historia, según una frase que se atribuye a Napoleón, gira a veces sobre los detalles. Así podría explicarse el alboroto mediático que provocó Molina, un médico veterinario, exsecretario estatal del Campo y actualmente diputado morenista, que presentó la idea de reformar el Escudo en la tribuna del Congreso chiapaneco, el pasado 23 de junio, en forma sorpresiva y sin que existiera una fecha o motivo que justificara abordarlo.
De pronto, a un diputado neófito, sin conocimientos de heráldica ni ser un experto en historia, se le ocurrió hablar en la tribuna del Congreso de un Escudo que fue dado por Carlos I de España, a través de una Real Cédula en 1535 a la Villa de San Cristóbal, que se convertiría en la capital de Chiapas hasta 1892.
Un emblema que ha tenido más de 20 modificaciones y que, al igual que otros símbolos históricos, ha sido objeto de diversos análisis académicos. Un filólogo, el doctor Jan de Vos (qepd) presentó hace 17 años, en noviembre de 2008, el más reciente análisis sobre su significado en el marco del Festival Maya –Zoque– Chiapaneca.
El tema, de improviso, fue retomado por el diputado Molina, quien –mostrando la seguridad de un experto en la materia– leyó un texto: “Lo ideal sería pasar de un Escudo de Armas, a un Escudo Estatal, para alejarse de la lejana visión del rey Carlos de España, dejar atrás a la realeza y sus actos de Conquista y permitir una propuesta humana y pacífica”.
La propuesta, tal vez en otras circunstancias, hubiera pasado como un simple trámite legislativo. Sin embargo, en el año 2000 se publicó un decreto para oficializar el Escudo de Chiapas y en consecuencia, cualquier modificación requiere una reforma constitucional.
La mejor opción que se les ocurrió a los promotores de la idea para superar este “obstáculo” legislativo, fue motivar a un grupo de académicos y simpatizantes para organizar “foros de diálogos”, como paso previo de las consultas públicas para modificar la Constitución.
Así reapareció el tema, en forma sorpresiva, el domingo 12 de octubre, al realizarse el primer “Foro de Diálogos por la Renovación del Escudo de Armas de Chiapas”, teniendo como escenario un mirador del majestuoso Cañón del Sumidero, y anunciarse nuevas consultas que tienen un claro objetivo político y partidista.
El evento, según un comunicado, fue “moderado por el maestro Ricardo Aguilar Gordillo, impulsor durante tres décadas de agrupaciones como Unidos por Chiapas y destacaron voces como la del doctor Andrés Fábregas Puig, quien consideró que este es el tiempo para analizar este símbolo que brinda identidad a los chiapanecos pues existen las condiciones democráticas para hacerlo”.
“El conocido integrante de la Rial Academia de la Lengua Frailescana, Marco Antonio Besares Escobar afirmó que el Artículo Quinto de la Ley del Escudo ha quedado superado pues no refleja la evolución histórica de la entidad, por lo cual es susceptible de debatir algunos de sus elementos como el castillo y cambiarlo, por ejemplo, por la pila de Chiapa de Corzo, es decir, incorporar elementos que nos cohesionen y nos brinden identidad”.
Al tiempo que se difundió esta nota en redes sociales, aparecieron en cascada las críticas y respuestas. Juan Carlos Cal y Mayor, un destacado político y articulista chiapaneco, por ejemplo, escribió: “El cambio de escudo se presenta como un acto de liberación simbólica, pero en realidad es una farsa. Quitarle la corona al emblema no nos hace más libres, solo más complacientes con el nuevo absolutismo. Los programas sociales se usan como instrumentos de control, no de justicia. (…) La pobreza, bien administrada, se convierte en una fuente inagotable de obediencia”.
La sorpresa fue que el artículo se volvió viral y fue leído por más de 25 mil personas. A partir de ahí se desató una marea de opiniones de rechazo a la iniciativa, así como cuestionamientos sobre la legitimidad y los fines de sus promotores, además de los nuevos símbolos o imágenes con los que se pretende sustituir a los leones, las torres y las palmeras.
