Para muchos fue difícil imaginar que el eslogan de campaña de Donald Trump “Make America Great Again”, usado tanto en 2016 como en 2024, significaría literalmente la idea trumpiana de expandir territorialmente a Estados Unidos; esto, sin embargo, enmarca una política exterior estadounidense retorcida a la usanza del siglo XIX que esconde una profunda dependencia de tratados y alianzas.
Durante las últimas semanas, el presidente electo Trump ha dejado claros sus planes imperialistas al sugerir que Estados Unidos debería anexar Canadá, comprar Groenlandia, reclamar el Canal de Panamá, y potencialmente invadir México.
Después de su victoria electoral en noviembre de 2024, Trump anunció que planea imponer un nuevo arancel del 25% a todos los bienes que ingresen a Estados Unidos desde Canadá y México hasta que los dos países detengan el tráfico de drogas y de inmigrantes ilegales hacia el país. Pero en el caso canadiense, el 18 de diciembre, Trump pidió explícitamente al primer ministro canadiense Justin Trudeau que Canadá podría evitar los aranceles si se convirtiera en el Estado 51 de Estados Unidos. Acto seguido, Justin Trudeau visitó el resort Mar-a-Lago de Trump en Florida para abordar, entre otros, este tema, sin que esta visita pudiera evitar las burlas posteriores de Trump al calificar al líder canadiense de "gobernador Trudeau". Si bien ningún partido político o político canadiense se ha pronunciado a favor o en contra de que Canadá forme parte de la Unión Americana, una encuesta de Leger reveló que el 82% de los canadienses se opone activamente a anexarse a Estados Unidos.
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Por lo que toca a Groenlandia, durante su primer mandato, Donald Trump comentó su interés de comprar la isla más grande del mundo, comentario que le valió burlas nacionales e internacionales, y la cancelación de un viaje a Dinamarca, país del que depende Groenlandia. No obstante, la obstinación de Trump de adquirir Groenlandia se esconde en intereses estratégicos de todo tipo, desde recursos naturales, potenciales nuevas rutas comerciales, limitar el avance chino y explotar la presencia estadounidense militar en el Ártico; ideas que se abordaron en "Groenlandia: la estrella fugaz" y de las que se retoma que una transacción comercial por la isla es prácticamente imposible en términos legales y políticos. Inclusive, el primer ministro de Groenlandia, Múte Egede, ha respondido tajantemente a Trump "Groenlandia es nuestra. No estamos en venta y nunca lo estaremos”. Pese a ello, se dice que personas involucradas en la transición de Trump están discutiendo cómo funcionaría una adquisición o custodia de Groenlandia, ya que para el magnate estadounidense es una necesidad en términos de seguridad nacional y libertad en todo el mundo, una evidente forma de ocultar su obstinación.
Respecto al Canal de Panamá, el 21 de diciembre de 2024, Trump sugirió que podría exigir el regreso del Canal a la soberanía estadounidense, sin embargo, los forcejeos verbales entre el presidente panameño José Raúl Mulino y, en redes, de Donald Trump dejan claras las posturas de ambos, mientras el primero afirma que ¡no entregará ni un solo metro del canal! el segundo insiste que ¡ya se verá! Pero en este contexto, es preciso tener presente que si bien las artimañas de Trump aluden tarifas excesivas para los buques estadounidenses que transitan por el Canal, lo cierto es que el creciente dominio comercial y financiero de China en América Latina es un factor que alimenta las ideas de Trump sobre el control territorial del canal para regular el comercio en la región.
Es evidente que Trump no aplica la misma medicina para todas sus supuestas dolencias, y pese a que el futuro presidente de Estados Unidos también ha sugerido que México debería ser el Estado 52 de la Unión Americana, la estrategia con México se torna más seria en materia de migración y crimen organizado, en particular este último es verdaderamente un flagelo para ambos países. Aquí, la retórica trumpiana implica incluir en la lista de organizaciones terroristas a los cárteles de la droga y atacarlos mediante operaciones transfronterizas de fuerzas especiales o ataques con drones; sobre esto cabe decir que también se ha difundido que cercanos a Trump evalúan una posible "invasión suave" a México. Sin embargo, dados los temas tan sensibles con nuestro país, para sorpresa de propios y extraños, la presidenta Claudia Sheinbaum se ha convertido en un referente mundial de mente fría ante las amenazas declaradas por Trump. En el caso de la migración su postura inquebrantable es respaldada por una red de 50 consulados en Estados Unidos para atender a los mexicanos en el país vecino del norte ante la promesa de Trump de llevar a cabo deportaciones masivas. En cuanto al crimen organizado, sin titubeos la respuesta de Sheinbaum ha sido subrayar lo que México hace para atajar a los cárteles de las drogas, pero también ha dejado claro a Trump que tanto México como Estados Unidos debería desarrollar sus propias políticas migratorias y antinarcóticos. Esto, por supuesto, se ha interpretado como un cambio en la relación subordinada que su antecesor mantuvo con Trump.
Expuestos los planes de expansión y control territorial de Trump, no queda clara la forma en cómo lograría cualquiera sin una invasión al estilo de la vieja escuela, pero sí evidencia una suerte de manual de política exterior que pretende llevar al límite, mediante troleo e intimidación, a los mandatarios de Canadá, Groenlandia, Dinamarca, Panamá y México con el propósito de conseguir una posición de fuerza para renegociar términos comerciales a partir de la consternación de sus futuros homólogos. Y pese a que a primera vista las propuestas de Trump parecen delirios expansionistas, no deben ser ignorados.