En 2025, el mundo enfrenta una peligrosa e inestable coyuntura que no se había visto desde la Guerra Fría. La rivalidad entre Estados Unidos y China se intensifica, mientras que dos guerras regionales, en Ucrania y Palestina, continúan devastando sus respectivas zonas. África sufre una creciente anarquía en varias regiones, como el Sahel donde hay un aumento en la actividad de grupos extremistas provocando desplazamientos masivos y una crisis humanitaria sin precedentes. A esto se suma el debilitamiento del respeto por las leyes internacionales y el incumplimiento de sanciones por parte de actores como Rusia demuestra el debilitamiento de los mecanismos de supervisión globales, mientras que las economías emergentes, como India y Brasil, desafían cada vez más el orden liderado por Occidente. Además, observamos la consolidación de un eje autocrático compuesto por China, Rusia, Irán y Corea del Norte.
Occidente, liderado por la Unión Europea y Estados Unidos, enfrenta retos significativos para contribuir a la estabilización del mundo y a la defensa de sus intereses y valores. La Unión Europea debe lidiar con su dependencia energética, la fragmentación política interna y una crisis migratoria que exacerba las tensiones sociales, además de competir tecnológicamente con Estados Unidos y China. El canciller Olaf Scholz de Alemania ha abogado por aumentar el gasto en defensa y fortalecer la cooperación europea en seguridad, mientras que Emmanuel Macron, presidente de Francia, ha subrayado la importancia de una "autonomía estratégica" para reducir la dependencia de Europa respecto a Estados Unidos.
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Rusia, por su parte, enfrenta las consecuencias de sanciones económicas, aislamiento diplomático, inestabilidad interna por la caída de ingresos energéticos y conflictos en su periferia. China lidia con una desaceleración económica, tensiones comerciales y tecnológicas con Estados Unidos, riesgos de confrontación militar por Taiwán y una posible crisis de deuda interna.
Por su parte, Estados Unidos enfrenta una polarización política interna, sobrecarga de compromisos internacionales, una capacidad de disuasión menor en el plano global, y una competencia creciente con China. En este contexto, Trump ha prometido una política exterior "América primero" más agresiva, incluyendo renegociaciones de tratados comerciales y un enfoque duro contra China. Su reticencia a invertir en alianzas multilaterales podrían limitar su capacidad para liderar una respuesta occidental coordinada.
En América Latina, las economías siguen dependiendo de las exportaciones de materias primas, lo que las hace vulnerables a fluctuaciones en los mercados internacionales. Además, la región enfrenta crisis de seguridad por el crimen organizado, impactos graves del cambio climático en sectores clave como la agricultura y el turismo, y una constante inestabilidad política debido a la desigualdad y la corrupción. Además, con sus recursos naturales y mercados emergentes, la región podría convertirse en un campo de disputa entre Estados Unidos y China. En particular, Brasil y Argentina están atrayendo inversiones significativas de ambas potencias, lo que podría fortalecer sus economías pero también exacerbar tensiones geopolíticas. México, por su proximidad geográfica y su relación comercial con Estados Unidos, se encuentra en una posición estratégica. Con el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) como marco, México podría seguir atrayendo inversiones pero también enfrenta presiones para alinearse con las políticas migratorias y de seguridad estadounidenses.
Así, el panorama global de 2025 se presenta desafiante, la capacidad de acción coordinada de occidente con Trump como presidente de Estados Unidos se verá retada mientras que la alianza entre China, Rusia, Irán y Corea del Norte se espera se fortalezca. Estos países buscan establecer un bloque alternativo promoviendo un orden mundial más multipolar.