La entrega del gobierno de Andrés Manuel López Obrador hacia Claudia Sheinbaum se perfila como un "cambio" con continuidad, enmarcado dentro de los principios de la Cuarta Transformación que ha definido el actual sexenio.
Claudia Sheinbaum, una de las figuras más cercanas a López Obrador y ex jefa de gobierno de la Ciudad de México, ha expresado en múltiples ocasiones su intención de mantener el legado de la administración saliente, aunque con ciertos ajustes que permitan enfrentar con mayor efectividad algunos de los desafíos que han quedado pendientes.
Uno de los aspectos más sensibles en este cambio de liderazgo es el combate al narcotráfico y al crimen organizado.
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Bajo la administración de López Obrador, la estrategia de seguridad fue bautizada como “abrazos, no balazos”, un enfoque que fue ampliamente criticado por diversos sectores por considerarlo insuficiente para detener la violencia relacionada con el crimen organizado, que ha alcanzado niveles alarmantes en varios estados del país.
Sin embargo, Sheinbaum ha señalado que mantendrá algunos elementos importantes de esta estrategia, como la atención a las causas estructurales de la delincuencia, que tiene su origen en la pobreza y la falta de oportunidades, pero también hará ajustes importantes para mejorar los resultados en materia de seguridad.
Claudia Sheinbaum que asume este martes el Poder Ejecutivo Federal ha mencionado que su gobierno reforzará la cooperación interinstitucional entre las fuerzas de seguridad, la inteligencia civil y militar, y el poder judicial.
En lugar de depender únicamente del enfoque preventivo, como fue la filosofía de López Obrador, Sheinbaum prevé una estrategia más amplia que incluya la persecución efectiva de los líderes criminales y la desarticulación de redes de corrupción que facilitan las operaciones del narcotráfico. Este cambio responde a las crecientes presiones tanto internas como internacionales para que México mejore sus resultados en la lucha contra el crimen organizado, sin caer en los excesos del pasado, como el uso indiscriminado de la fuerza.
La nueva administración buscará también potenciar la Guardia Nacional, que fue creada bajo el gobierno de López Obrador para asumir las funciones de seguridad pública a nivel nacional. Bajo la jefatura de Sheinbaum, se espera que esta fuerza sea modernizada y dotada de más recursos para enfrentar mejor las amenazas del crimen organizado. No obstante, el desafío más grande será mejorar la percepción pública sobre la Guardia Nacional, que hasta ahora ha tenido resultados mixtos en su desempeño.
En cuanto a la lucha contra la pobreza, Sheinbaum mantendrá los programas sociales emblemáticos de López Obrador, como las pensiones para adultos mayores, las becas para estudiantes y los apoyos directos a familias vulnerables. Estos programas han sido fundamentales para reducir la desigualdad, especialmente en las zonas más marginadas del país. Sin embargo, la nueva administración buscará mejorar la eficiencia de estos programas, eliminando posibles duplicidades y asegurando que los recursos lleguen de manera más efectiva a las personas que realmente lo necesitan.
Sheinbaum también impulsará proyectos productivos que generen empleo y fortalezcan las economías locales. En este sentido, el sur del país, que históricamente ha sido una de las regiones más rezagadas de México, continuará siendo un área prioritaria. Proyectos como el Tren Maya y la refinería Dos Bocas, ambos iniciados bajo el mandato de López Obrador, seguirán siendo respaldados y se buscará concluirlos dentro de los plazos establecidos. No obstante, Sheinbaum ha dejado claro que estos proyectos no solo deben ser infraestructurales, sino que también deben incorporar un enfoque de sostenibilidad ambiental y desarrollo regional, lo que podría incluir ajustes en su implementación.
Además, la nueva administración centrará parte de sus esfuerzos en fortalecer el sector educativo y de salud. Sheinbaum ha subrayado que los docentes y trabajadores del sector salud son fundamentales para el bienestar de la sociedad, por lo que se espera una revisión profunda del salario y las condiciones laborales de estos sectores, especialmente bajo el marco del artículo 123, apartado B, de la Constitución. En este sentido, el gobierno buscará una mayor equidad y justicia para los empleados públicos, quienes han sido un pilar durante las crisis recientes, como la pandemia de COVID-19.
En cuanto a los temas de seguridad, los pasivos heredados del gobierno de López Obrador, como el aumento de homicidios y la falta de control en ciertos territorios dominados por el crimen organizado, representan un reto importante para el próximo sexenio.
Sheinbaum ha sido cuidadosa al expresar que no recurrirá a una política militarista, pero tampoco se limitará a las acciones blandas. En su lugar, se espera que su gobierno aplique una estrategia de seguridad equilibrada, con más inversión en tecnología de inteligencia, capacitación de las fuerzas del orden y mejor coordinación entre los niveles de gobierno. Los estados con mayores índices de violencia, como Michoacán, Jalisco, y Guerrero, seguirán siendo prioritarios en la agenda de seguridad de su gobierno.
Otro de los ejes de la administración de Claudia Sheinbaum será el desarrollo sostenible y la protección del medio ambiente. La transición energética y el combate al cambio climático serán políticas prioritarias, en línea con los compromisos internacionales de México en materia ambiental. Sheinbaum buscará diversificar la matriz energética del país, promoviendo inversiones en energías renovables como la solar y la eólica, además de reducir la dependencia de combustibles fósiles. También se prevé un impulso a la reforestación y la preservación de los recursos naturales, en especial en áreas como el sureste mexicano, donde los ecosistemas han sido impactados por proyectos de infraestructura.
El papel de México en la escena internacional también podría experimentar cambios bajo el liderazgo de Sheinbaum. Aunque mantendrá la política de no intervención y el respeto a la autodeterminación de los pueblos, la nueva administración probablemente tendrá que enfrentar nuevos desafíos globales, como el aumento de la migración, el cambio climático y las relaciones comerciales con Estados Unidos. La nueva mandataria buscará fortalecer las alianzas estratégicas con América Latina, Europa y Asia, diversificando las exportaciones y atrayendo inversiones que impulsen el desarrollo económico.
El manejo de la migración será otro tema para la administración de Sheinbaum, especialmente en la frontera sur de México. Se prevé que el gobierno continúe con la implementación de políticas de control migratorio, pero con un enfoque más humanitario, en consonancia con las demandas internacionales de respeto a los derechos humanos de los migrantes. En este sentido, se fortalecerán las políticas de refugio y protección para los migrantes que transitan por el país, especialmente en las zonas más vulnerables como Chiapas y Tabasco.
Sheinbaum enfrentará el reto de mantener la gobernabilidad y cohesión dentro del partido Morena, que ha mostrado fracturas internas durante los últimos años. Como figura central de la Cuarta Transformación, su liderazgo será determinante para asegurar la continuidad del proyecto político iniciado por López Obrador y para garantizar que los distintos sectores del partido se alineen con las prioridades de su gobierno.
El traspaso de Gobierno de López Obrador a Claudia Sheinbaum estará marcado por la continuidad en los grandes ejes de política social y económica, pero también por ajustes necesarios en áreas críticas como la seguridad, el combate al narcotráfico y la mejora de la gestión pública. Se espera que la nueva presidenta enfrente los desafíos con una visión renovada, pero fiel a los principios de la Cuarta Transformación, buscando consolidar un México más justo, seguro y próspero para todos.