GUERRA EN UCRANIA

Guerra en Ucrania; el riesgo crece

De manera lenta pero inexorable Rusia avanza en la conquista militar de Ucrania. | Jorge Faljo

Créditos: #OpiniónLSR
Escrito en OPINIÓN el

En el intento de debilitar e incluso desmembrar a Rusia, occidente, es decir Estados Unidos y Europa, fueron incluyendo en la OTAN, su organización militar, a países cada vez más cercanos a Rusia. El derrumbe de la Unión Soviética debilitó a Rusia y facilitó ese avance. La pieza final del cerco sería incluir a Ucrania como parte económica y militar de occidente. De nada sirvieron las advertencias rusas de que no permitiría lo que para ella era una amenaza existencial. Antes destruiría a Ucrania. Es oportuno recordar esa amenaza cumplida porque de nueva cuenta Rusia advierte que reaccionará ante otra amenaza grave: que se empleen en su contra misiles de largo alcance.

En 2014 un sangriento golpe de estado apoyado por occidente derribó en Ucrania al gobierno pro ruso democráticamente electo e impuso un gobierno pro occidental con dos objetivos fundamentales: integrarse en lo económico a la Unión Europea y en lo militar a la OTAN. La respuesta rusa fue decidida; tomó la península de Crimea y armó un referéndum en el que el 98 por ciento de la población votó en favor de reintegrarse a Rusia, con la que su población comparte lenguaje, religión, cultura e historia.

En 2022, ante la negativa occidental a negociar un acuerdo que incluyera la neutralidad de Ucrania, el fortalecimiento continuado del ejército ucraniano y el ataque a las provincias pro rusas, Rusia invadió a su vecina. Una rápida negociación llevó a que apenas dos meses después de la invasión, Ucrania y Rusia estuvieron a punto de firmar un acuerdo de paz en el que Ucrania se declaraba neutral y daba seguridad a la población rusa.

Sin embargo, la alianza occidental interfirió y convenció a Volodimir Zelensky, el presidente ucraniano, de que con su apoyo podría derrotar a Rusia, reconquistar las provincias pro rusas, incluyendo a Crimea y posteriormente integrarse a la OTAN y a la Unión Europea.

La expectativa era que, con un fuerte apoyo militar y financiero, más una ráfaga de sanciones económicas se derrumbaría la economía rusa, se sublevaría la población contra el presidente Putin y Ucrania vencería en la guerra. Tales cálculos fallaron estrepitosamente.

La estrategia rusa en Ucrania ha sido la de una guerra lenta, de desgaste y evitar en lo posible las muertes de sus soldados. Esto ha sido muchas veces interpretado como debilidad y le dio vuelo a sus enemigos. Sin embargo, de manera lenta pero inexorable Rusia avanza en la conquista militar de Ucrania. Entretanto la economía rusa ha crecido; el país se ha vuelto más autosuficiente; la población ha elevado su nivel de vida; Putin ha afianzado su liderazgo; las exportaciones del país se han diversificado y ha ampliado sus alianzas políticas internacionales.

Ucrania está en una evidente pendiente hacia la derrota y Zelensky su presidente, desesperado, busca como último recurso que Estados Unidos y Europa le proporcionen más apoyos económicos y militares y que se involucren directamente en la guerra. Insiste en que Ucrania sea admitida en la OTAN de inmediato, lo que la organización no acepta porque implicaría la confrontación directa entre occidente y Rusia.

Zelensky insiste en que se le permita emplear misiles de largo alcance contra blancos en el territorio ruso profundo. Su argumento es que si la población rusa sufre las consecuencias de la guerra en carne propia se rebelarán contra su gobierno. Nadie más lo cree.

Ante esta posibilidad, impulsada por varios países de la OTAN, Putin reaccionó de manera tajante. Explicó que tales misiles de largo alcance solo pueden ser programados por personal calificado de la OTAN, que su sistema de localización de objetivos y direccionamiento requiere la conexión con satélites norteamericanos, que sus claves de programación cambian cada poco tiempo y se generan en instalaciones norteamericanas. Por lo tanto, su uso equivaldría a una declaración de guerra de los Estados Unidos y la OTAN en contra de Rusia.

Putin no es tímido con su declaración. Rusia reaccionaría empleando bombas atómicas. Si antes su protocolo indicaba que solo reaccionaría con bombas nucleares ante un ataque nuclear, ahora establece formalmente que, si un país no nuclear la ataca con el apoyo de un país nuclear, esto sería considerado un ataque conjunto. Y se refiere a cualquier ataque espacial masivo, no necesariamente nuclear, que se detecte como dirigido a cruzar la frontera rusa.

Medvedev, ex presidente ruso y al frente del consejo de seguridad ruso declaró que con ese cambio Rusia tiene bases formales para usar bombas nucleares contra Ucrania, aunque también podría convertir en lava ardiente a Kiev, su capital, empleando nuevas armas no nucleares de gran potencia.

La reacción occidental está dividida. Keir Starmer, el primer ministro británico, viajó a Washington para convencer a Biden de que autorice el uso de misiles de largo alcance contra Rusia. Starmer comparte la posición de su secretario de Relaciones Exteriores, David Lammy, según el cual Rusia solo fanfarronea. Pone como ejemplos que anteriormente Rusia dijo “no manden tanques de guerra”, y los mandamos; dijo “no manden misiles” y los mandamos.

Sin embargo, cuando Rusia ha identificado un riesgo que califica como existencial, ha reaccionado de manera decidida.

En Estados Unidos Donald Trump se negó a recibir a Zelensky y declaró con sarcasmo: “Cada vez que viene (Zelensky) se lleva 60 mil millones de dólares. Creo que es el mejor vendedor del planeta”.  Es evidente que Trump representa el sentir de una porción importante de la población y de la clase política norteamericana que está cansada del costo de la guerra y prefiere atender otras prioridades.

Los halcones (guerreristas) británicos, Zelensky y otros dirigentes europeos cuyo futuro político está comprometido con la guerra señalan que insistirán en que se puedan usar los misiles de largo alcance contra Rusia. Hasta el momento la Casa Blanca niega su autorización; pero puede cambiar de parecer.

La humanidad en este caso depende de una decisión de Biden, que tradicionalmente se ha ubicado en posiciones agresivas; perder la guerra le pesaría mucho, pero ¿Estaría dispuesto a llevar a Estados Unidos a un conflicto mayor y arriesgar a toda la humanidad?

 

Jorge Fajlo

@JorgeFaljo