El 20 de septiembre comenzó en Francia el juicio contra un hombre de 73 años a quien su nieta Lily denunció por abuso sexual. Lily tiene ahora 13 años. Al estallar el silencio, dos de sus primas también denunciaron. La vía específica a través de la cual Lily (a los 10 años) se atrevió a narrar los hechos es una opción que, sin duda, valdría la pena mirar de cerca y replicar en otros países: uno de los buzones instalados en su escuela por la asociación “Las mariposas”, (“Les papillons”) para que las y los menores puedan manifestar –por escrito– las violencias que padecen. Laurent Boyer, fundador de la asociación, es un capitán de la policía, fue víctima de abuso sexual entre los seis y los nueve años por parte de su hermano diez años mayor. Antes del abuso, para Laurent, su “héroe”, su figura masculina de referencia era su hermano.
“Mi hermano me violaba sistemáticamente… me dijo que era lo normal entre hermanos, era mi modelo y su dominio sobre mí era muy fuerte… uno entra en el engranaje del silencio y la vergüenza”. Fue mucho tiempo después, escuchando en un programa de televisión el testimonio de una mujer violada, que Laurent pudo poner palabras a lo que su hermano le había hecho. Ya casado, Laurent tuvo el apoyo emocional de su esposa: les escribió cartas a sus padres y a su familia más cercana en las que narraba lo que había vivido. Su madre le respondió que “siempre tuve sospechas de que estaba sucediendo”, pero nunca hizo nada. Laurent comenzó su proceso gracias a la posibilidad de escribirlo y entregar las cartas.
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Él y sus compañeras/os consideraron que la línea telefónica “Infancia en peligro” no era suficiente. Cantidad de niñas/os abusados no están en un estado emocional que les permita nombrar en voz alta el daño que se les inflige. Una de las consignas de la asociación que fundaron es: “si no puedes decirlo, escríbelo”. Pero escribirlo sería insuficiente, se necesita que esa “carta” sea recibida, leída y atendida. En palabras de Boyer, “’Las mariposas’ lucha contra el maltrato infantil, colocando buzones en las escuelas, en los espacios deportivos, para permitir a las y los niños liberar sus palabras con respecto a las violencias de las que son víctimas”. Todo tipo de violencias. Cada carta es leída por un equipo de especialistas que analizan y actúan con rapidez: rescatar a la/el menor que denuncia. La edad promedio de quienes escriben va de entre los 7 a los 8 años.
La denuncia de Lily y el jucio por violación incestuosa coinciden con un Manifiesto publicado el 7 de septiembre y dirigido al Presidente de Francia: “El 23 de enero del 2021, usted se dirigió a las víctimas de violencias sexuales en la infancia, a mujeres y hombres que fueron violados o agredidos en sus casas, en su escuela, en el gimnasio… cuando no eran sino una niñita, un niñito. Usted les hizo una promesa: ‘Les creemos y nunca más estarán solos’”. En ese momento se creó la Comisión Independiente para atender el incesto y las violencias sexuales hechas a menores. “Su discurso creó esperanzas para los 5.5 millones de víctimas”. Por razones inexplicables, el gobierno anunció el cierre de una Comisión que desde 2021 recibió 25.000 testimonios.
La respuesta: el manifiesto (publicado en el periódico “Le Monde”), firmado por distintas personalidades como la actriz Emmanuelle Béart, víctima de abuso sexual en su infancia o Vanessa Springora (quien en su libro “La familia grande” denunció el abuso del que fue víctima su hermano por parte de su padrastro), exigiendo que la Comisión se mantenga. Testimonios de personas ahora adultas, así como de madres de menores abusadas/os: las y los jueces ordenan “respetar” el derecho de visita de las infancias a padres que los abusan. Los testimonios de las madres son tremendos. Las denuncias y los testimonios de Lily y sus primas, los de las otras víctimas ya adultas, así como los de las madres, han colocado el tema del abuso sexual/abuso sexual incestuoso en el centro mismo de un debate que la sociedad francesa comienza a aceptar como impostergable: el elevadísimo costo de la negación y el silencio.
Imposible reparar el daño sin nombrarlo. Imposible repararlo sin que se haga justicia. Imposible prevenir sin aceptar que la violencia sexual incestuosa existe. Negar es ser cómplices del aniquilamiento de las víctimas.