EXCMO. SEN. DON GERARDO FERNÁNDEZ NOROÑA MAESTRO INSUPERABLE DE LA RIÑA Y LA PENDENCIA
Muy Poderoso Varón de la Vorágine:
¡Qué resuenen los clarines y repiquen los tambores! ¡La reforma va! ¡Qué los heraldos pregonen y los villanos atiendan! ¡La reforma fue! ¡Qué rujan los sonoros cañones y que retiemble en su centro la Tierra! ¡La reforma será!
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¿Y quién estaba ahí, en el centro mismo del escenario, en el medio exacto del chaparrón, a la mitad puntual de la reyerta, aguantando con gesto impertérrito no solo lo duro, sino también lo tupido? Pues nada menos que Vuestra Serenísima, en su flamante condición de presidente del Senado de la República.
Menos mal que la 4T recuperó la cordura y comprendió que no podía prescindir del más pendenciero de sus porros, perdón, del más combativo de sus patriotas, en la ardua tarea de moderar con astucia el debate, controlar con rigor la tribuna (y la tribu), aplicar con criterio el reglamento, y contener con firmeza a las huestes golpistas, que hoy pretenden torcer la marcha de la historia.
¡Aleluya!
Claro está, era imposible calcular la perfidia de los neoliberales. Llegaron a todos los extremos: tiraron puertas para entrar al salón de Reforma, se posesionaron de la tribuna en Xicoténcatl, lo cubrieron de epítetos ofensivos, lo llamaron cobarde y mentiroso, lo increparon para que presentara al senador perdido (como si fuera policía), lo vapulearon como al senador traidor (como si fuera judas), o sea, sembraron el caos, le dieron una sopa de su propio chocolate.
¿Qué podía hacer Vuestra Señoría ante tanto despropósito? Pues eso, actuar con señorío, aunque me dicen que exageró la nota, que inclinó la cabeza al arreciar el griterío (que se vio agachón), que andaba con la mirada ausente, que su voz era apocada (aunque se volvió aplomada al cantar victoria), que lució abrumado y vacilante pero, aún así, fue notable como aguantó la vara completa.
Eso sí, hay que aceptar que estaba en posición comprometida, pues eso de rodear el Senado con tanquetas antimotines, eso de coronar las vallas con alambre de púas, eso de rociar a los manifestantes con gases lacrimógenos, fueron medidas harto chocantes, una grosera exhibición de músculo represor. Y es que nada cuesta imaginar que, si esta reforma se hubiera promovido en los sexenios del PRIAN, hace muy pocos años, Vuestra Rebeldía se habría desgarrado las vestiduras al lado de los quejosos, casi todos estudiantes y empleados de juzgados, y habría arremetido a trompadas contra los gendarmes.
A lo mejor eso era lo que lo tenía acalambrado, las ganas de entrarle al despiporre, porque fíjese que ironía: la misma reforma, la elección popular de jueces y magistrados, pero impulsada por la oposición, así tal como está, sin quitarle ni ponerle ni una coma, de seguro habría provocado una reacción virulenta en las hordas morenistas, y no hay que dudar que las protestas las habrían encabezado el mismísimo Don Andrés Manuel y la propia Doña Claudia Sheinbaum, ya no digamos Noroña. ¡Caray, cómo trastorna el poder! Por eso es de desear que usted nunca cambie, que se mantenga feroz y desafiante, que se muestre lépero y prepotente, que se confirme atrabiliario y déspota, o sea, en pocas palabras, que Usía siga siendo, por siempre, el patán de siempre.
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Ya instalado en su nueva dignidad, la de mandamás de la cámara alta, es lógico que Vuestra Extremidad aspire a una responsabilidad mayor, en ejercicio pleno de su desbocada ambición y su robusta egolatría, pues ha quedado de manifiesto que las puertas de la 4T están abiertas de par en par a los nada escrupulosos, a los ignorantes y a los corruptos. Así que olvide la presidencia chiquita que hoy presume y ostenta, protocolaria y banal, y para colmo, muy cortita, pues solo dura un año, y piense en la presidencia grandota, la silla que hace perder el juicio a los serenos y el seso a los ecuánimes.
Es cierto que a algunos votantes los horroriza esa posibilidad, pues encuentran su comportamiento no común, pero sí en extremo corriente. No se agobie: son almas desubicadas y simplonas, incapaces de comprender su grandeza de miras. Hay que recordar que Usía ya lo intentó una vez, en el proceso interno de Morena, y que quedó en tercer lugar, con lo cual quedó fehacientemente demostrado que al pueblo sabio le encantan sus exabruptos y le divierten sus majaderías.
Además, esa es la tendencia mundial. Si volteamos al sur, ahí despacha el argentino Milei, que no tiene empacho en hacer desde la tribuna gestos obscenos, agitando el puño como si se estuviese masturbando. Ese mercurial mandatario ha llamado “cobarde y mentiroso” al presidente español Sánchez, “basura y excremento humano” al colombiano Petro, “comunista asesino y traidor” al brasileño Lula, e “ignorante” al mexicano López Obrador.
No está solo: el ecuatoriano Correa llamaba a las mujeres “chifladas, surtidoras, neuróticas y deshonestas”, el nicaragüense Ortega califica de “arrastrados” a jefes de Estado que lo critican, y el campeón del insulto es el venezolano Maduro, de cuya boquita salieron sin pausa los siguientes epítetos: imbécil, payaso, neonazi, neofascista, irresponsable, loco, falluto, farsante.
Hacia el norte la cosa está igual. Mejor no recordar al rústico llamado Donald Trump quien, durante sus cuatro años en la Casa Blanca, acreditó que lo millonario no quita lo vulgar. Mas algo heredó a su sucesor, el finísimo Biden, quien en un mitin se animó a describir al ruso Putin como ‘ese loco hijo de puta’.
Y si volteamos hacia adentro, no le tengo que repetir todos los descalificativos que usa López Obrador en sus mañaneras, pero sí me gustaría apuntar que el pasado 9 de julio, advirtió que él es “un presidente naco, chinto y chairo, que pertenezco al pueblo raso”, con lo cual se puede inferir que no es necesaria la buena educación, y menos el refinamiento, para alcanzar la cima del poder. Así que enfóquese y piense en lo siguiente: si el Señor Maduro llegó a la presidencia de Venezuela, ¿por qué razón el Señor Inmaduro no ha de encabezar el gobierno de México?
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Como quiera, con el propósito de guardar las apariencias, me permito sugerir a Vuestra Tosquedad unos retoques mínimos en su imagen, en afán de proyectarlo como un producto vendible para el electorado. Modestia aparte, me considero un experto en la materia y, con el afán de ayudar, he preparado un Decálogo de Ajustes Inmediatos, el cual Usía debe seguir al pie de la letra, poniendo especial atención a las frases que figuran entre signos de admiración. Aclaro que no le voy a cobrar nada por mis servicios, a pesar de la magnitud de este súper paro que le estoy haciendo, pero tampoco me haré del rogar si en un ataque de generosidad, Su Irreverencia decide hacerme justicia y me contrata de asesor con estipendio. Dicho lo anterior, espero que aprecie en su justa dimensión el valor de este prontuario, que dice así:
1. ¡No se saque los mocos frente a la cámara! Es cierto que la expulsión de esos residuos es una función anatómica inevitable, pero agitar un pañuelo repleto de excrecencias nasales en sus programas de redes sociales es de una zafiedad suprema, que en nada se corresponde con la dignidad de la silla del águila.
2. ¡No sea hocicón! Nunca vuelva a decir ‘me lo dijeron, pero no sé si es cierto’, pues recuerde que por andar de lenguaraz tuvo que pedirle disculpas públicas, ¡dos veces!, a una diputada panista, a quien acusó sin pruebas de andar metida en quién sabe qué líos.
3. ¡Nada de puñetazos a los policías! Aunque ahora está del lado de los que reprimen, de llegarse a dar el caso, no es buena idea agarrar a patadas a los antimotines, ni aventarse contra las vallas, ni tirar piedras a los de enfrente, ni aplaudir las pintas y las bombas molotov, y menos decir que eso es lo que quiere el pueblo.
4. ¡No comparta selfies obscenas! La imagen que subió en redes, en la cual aparece semidesnudo en la ducha, no solo puso al descubierto el volumen de su impúdica barriga, sino que, con mala fe, podría ponerlo en el brete de ser acusado de pornografía senil.
5. ¡No sea tan petulante! Eso de presumir de que trae un coche que vale un millón de pesos, sin más propósito que retorcerles el hígado a las bancadas de la oposición, no le puede caer muy bien al pueblo raso, que también trae retorcido el estómago… ¡pero de hambre!
6. ¡No sea tan nepotista! Está bien conseguirle chamba a la parentela, para eso se mete uno al gobierno, pero ser acusado por ¡su ex pareja! de que en su oficina cobran como aviadores Mónica, Raúl y Manuel, todos de apellido Fernández Noroña, o sea, sus carnales, más un par de sobrinos Fernández de la misma familia, suena más a dinastía borbónica que a regeneración nacional.
7. ¡Búsquese otro apodo! Ese de Changoleón es prestado, pues fue propiedad de un adicto que vivía a la intemperie en el jardín de Coyoacán, con quien, si acaso, lo une un leve parecido físico. Tampoco es conveniente que lo llamen Lloroña, pues alude a sus recientes gemidos en busca de hueso. Hay que pensarle…
8. ¡Invente su propio eslogan! Es correcto y prudente que, en ejercicio abierto de lambisconería, arremede al líder moral de su causa, con dichos como eso de que mi pecho no es bodega, la 4T es irreversible, el pueblo es el que manda, y otros despropósitos semejantes. Sería deseable tener aunque sea una frase original, para que la plebe pueda decir, ¡eso lo inventó Noroña!
9. ¡No critique al partidazo! Deje de decir que son sectarios, que no cumplen los acuerdos, que no respetan las reglas, que faltan a la palabra empeñada, que las decisiones son cupulares, que los nombramientos son convenencieros. Aguas, se la pueden cobrar.
10. ¡No ofenda a Doña Claudia! Olvídese de decir que Vuestra Insolencia no es corcholata de nadie, sino un hombre libre, porque ella sí que fue corcholata, por gusto y por convicción, y la pone en un aprieto que un subordinado, pues eso y no otra cosa son los senadores en sus tratos con la presidente, salga ahora con que la calidad de corcholata fue penosa y humillante. Ya en un par de ocasiones Doña Claudia le hizo en público gestos de desagrado, no lo vaya a desterrar de las parcelas del poder nomás para poner el ejemplo.
¡Ah, caray! ¡Ya me cansé! Todavía me falta decirle que no mienta a raudales sino con mesura, que no insulte en torrente sino en chisguete, que no abuse de contado sino a plazos, que no humille de sopetón sino a cuentagotas, que trastoque la insolencia por la tolerancia, la mecha corta por la prudencia, las pataletas por el sosiego, y para rematar, que vaya a ver al médico a la brevedad, pues debe de tener un tumor supurante de rencor en el lugar que le corresponde al corazón. Mas no le diré nada de eso porque ya se me acabó el decálogo y aún no le dije ni la mitad de lo que se merece.
¡Renuncio a la asesoría! ¡Rechazo el estipendio! Hasta me arrepiento de haberle dirigido esta carta pues, al escribirla, me di cuenta de que Vuestra Calamidad es un caso perdido, un fanático incorregible cuya única meta es dominar y predominar, así tenga que machacar al adversario. No me lo quiero ni imaginar en la cumbre del poder, mandando a la hoguera a sus contrarios, sometiendo a suplicio a los apóstatas, haciendo charamusca a los descreídos. ¡Qué pesadilla!
Así que le ruego que destruya esta carta, olvide por completo las indicaciones que le he dado y siga acumulando aberraciones y estropicios en el año por venir. Que en ese dilatado lapso no le haga mucho daño a la República, que con sus improperios no desprestigie del todo al Senado, y que no se vaya a marear en exceso en el ladrillito al que lo dejaron subir, son los ardorosos y ilusos deseos de