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“Incursión” en Kursk: las líneas rojas que siguen cayendo

Cada día que pasa, las líneas rojas siguen cayendo, y la pregunta persiste: ¿cuántas más caerán antes de que veamos el fin, y cuál será el costo de esta continua transgresión? | Rubén Beltrán Guerrero y Alejandra López de Alba Gómez

Escrito en OPINIÓN el

La guerra entre Rusia y Ucrania ha sido un laboratorio de experimentación militar, política y diplomática, donde todas las líneas rojas han sido desdibujadas. Lo que alguna vez parecieron límites claros, hoy son terreno fértil para la ambigüedad y la incertidumbre. La reciente invasión ucraniana en la región rusa de Kursk, apoyada por recursos, equipamiento y entrenamiento occidental, es un ejemplo claro de esto. Si bien no podemos afirmar que se trate de una operación "boots on the ground" directo por parte de Occidente, ésta parece ser, al menos, un caso de “boots on the ground by other means”. Hoy más que nunca se desarrolla una guerra en la que si bien son dos naciones las que combaten, enfrenta, de manera directa, a casi una cuarentena de países. 

Desde la información disponible, hemos visto a Ucrania empujar lenta pero firmemente los límites hacia el interior de Rusia. No obstante, parece que es solamente aceptable un avance por tierra, con tropas, tanques y artillería, después de las incursiones con drones de producción propia. Curiosamente, se ha mantenido una especie de límite tácito: nada de misiles ni maniobras con aeronaves tripuladas. Esto podría indicar que, a pesar de todo, aún hay ciertas líneas que las partes involucradas parecen renuentes a cruzar.

Al día de hoy, tenemos más preguntas que respuestas sobre esta “incursión” (el hecho de usar la palabra incursión en un sentido e invasión en el otro, habría de merecer una reflexión por sí sola). Aunque no conocemos el número exacto de efectivos en el terreno -algunas fuentes estiman una fuerza de 10 mil efectivos ucranianos-, parece sugerir que Rusia podría estar tan ocupada en el frente del sur de Ucrania que ya no tiene los recursos, particularmente humanos, para patrullar su propia frontera. Estamos hablando de la misma frontera común con el país al que está atacando. Aquí es donde surgen dos posibilidades: o Rusia sigue subestimando la capacidad de Ucrania o simplemente no está en condiciones de garantizar su propia integridad territorial. 

Un primer análisis llevaría a pensar que el control territorial, particularmente crítico cuando se trata de las zonas contiguas a territorio enemigo, es una falla sistémica que Rusia presenta. Aquí vale la pena reflexionar sobre los hechos ocurridos hace 14 meses cuando un contingente hostil de fuerzas del Grupo Wagner de entre diez y veinte mil efectivos, con Yevgeny Prigozhin a la cabeza incursionó con blindados por la frontera entre Ucrania y Rusia, y avanzó sin encontrar resistencia significativa hasta menos de 200 km de Moscú. Este grupo que se había hecho notorio por sus acciones en Bakhmut, puso en evidencia la fragilidad que hoy Ucrania explotó.

Dos voluntades 

Ucrania anticipó que los objetivos de su incursión eran dos, crear una zona de amortiguamiento en Kursk para impedir ataques rusos hacia el óblast [provincia] de Sumy, al tiempo de obligar a Rusia a desplazar tropas del apurado frente de Donbás para defender Kursk. Ucrania ya ha obtenido una primera victoria: retomar la iniciativa en el terreno y, con la amplificación informativa de Occidente, dar un golpe que, al avergonzar a una Rusia desprevenida, insertó una variable no prevista en la narrativa que se estaba conformando a nivel global; ante una futura negociación, Ucrania podría nivelar el terreno. El Kremlin, por su parte, ya ha anticipado que desplazará efectivos hacia Kursk sin afectar sus capacidades en el frente ucraniano. En el terreno esto no ha tenido una consecuencia notable. Dentro de las limitaciones de acceso a información, no se aprecia que a 12 días de haber comenzado la incursión, Rusia esté colocando en el terreno fuerzas que contengan de manera significativa los avances de Ucrania; ni que permita avizorar una recuperación significativa de los espacios ocupados. Una primera conclusión llevaría a pensar en un frente que estaría abierto por un período de varias semanas o meses. Los próximos días serán clave para conocer la evolución que podría tomar la incursión

La voluntad ucraniana de crear un buffer en territorio ruso lleva a dos escenarios, cada uno con una línea de tiempo crítica. El primero, llevaría a considerar una presencia prolongada del ejército ucraniano por el tiempo necesario para dañar de manera contundente la infraestructura civil y militar rusa en la zona. La reciente voladura de puentes importantes parecería ser el anuncio de una estrategia de “tierra arrasada” que tendría un calendario más bien corto y que implicaría una salida victoriosa del territorio ruso una vez cumplidos los objetivos esenciales, sin arriesgar la integridad de la mayoría del contingente en el terreno. 

El segundo escenario, en boca de algunos analistas, llevaría a pensar en el objetivo de expandir y ocupar el territorio del teatro actual con miras a consolidar un nuevo frente para fortalecer la posición negociadora ucraniana. A no ser que negociaciones que se estén llevando a cabo en estos momentos produzcan un muy sorpresivo acuerdo de cese al fuego, la línea de tiempo de una ocupación ucraniana de Kursk nos obliga a pensar que la presencia activa de tropas ucranianas en esa región se extendería por varios meses. El invierno ya está muy cerca y las primeras nieves podrían caer dentro de un mes o a final de septiembre. Las evacuaciones masivas que Rusia ha ordenado pudieran ser una prudente precaución ante esa posibilidad. Un hecho contundente: por lo que sabemos, ante el avance y la aparente libertad de acción de la que gozan las tropas ucranianas, hoy, la defensa rusa de Kursk se ha quedado corta y la pelea la dan conscriptos. 

En ambos escenarios hay otras consideraciones. El invierno, en esa región, no concede ventajas especiales a ninguna de las partes y el atrincheramiento es un teatro posible. Por otro lado, el efectivo abasto hace que la dependencia de Ucrania de sus líneas de suministro se convierta en un factor crítico. Es de tomarse en cuenta, de igual manera, la eventual reacción que pudiera tener el mejor aliado de Rusia en su entorno inmediato. Hoy, sabemos que Alexandr Lukashenko ha anunciado que Bielorrusia ha decidido movilizar un tercio de sus tropas en la frontera con Ucrania. Esta declaración, que no ha sido verificada de manera independiente, basta de momento para mantener vigilante a Ucrania sobre esa porción de su frontera norte.

El segundo escenario, el de una ocupación de mediano a largo plazo, presenta el enorme reto de tener que enfrentar una respuesta rusa en forma. Los retos serán formidables. Sin embargo, hay un ejemplo que ilustra los costos que Ucrania pudiera estar dispuesta a enfrentar. Después de la recuperación de Khersón, en noviembre de 2022, las fuerzas rusas en retiro se acantonaron en la ribera oeste del Dniéper, a partir de entonces, el ejército de Ucrania ha realizado múltiples esfuerzos por cruzar el río; hace unos meses estableció una cabeza de playa que mantuvo por semanas a pesar de la presión de la artillería rusa y las dificultades de suministro. Las defensas a ultranza de Mariupol y Bakhmut han sido otro claro ejemplo de determinación más allá del límite que impondría la lógica militar.

Después de la sorpresa, Rusia reaccionará con fuerza en Kursk y, salvo que se anuncien negociaciones en el futuro cercano, el empuje ruso será significativo, especialmente ante la pérdida de prestigio que también a lo interno tiene un costo importante. Pero hay un tema de seguridad nacional que va más allá del valor territorial y estratégico que significa Kursk. La incursión ucraniana confirmará en el ánimo ruso la imperiosa necesidad de que Ucrania -con énfasis en el territorio ucraniano que hoy ocupa Rusia- sean una zona neutral, un buffer que dé mayor seguridad en su entorno geográfico inmediato. Los territorios que hoy ocupan y el dominio del mar de Azov, le dan mayor seguridad a Rusia, ya que cuando acabe esta guerra, que algún día acabará, ella tendrá al oeste no fronteras típicas, sino líneas de demarcación que se parecerán más a las líneas de un gran frente con Europa. 

La ausencia de información precisa por parte de ambos lados también es reveladora. Esta escasez de detalles podría ser indicativa de que la operación ucraniana es mucho mayor de lo que se quiere reconocer públicamente. Mientras que Ucrania podría estar velando el tamaño de la operación para maximizar su impacto estratégico, Rusia podría estar tratando de minimizar la vergüenza que implica ser vulnerado en su propio territorio.

Algunos analistas han sugerido que esta incursión podría ser un cambio fundamental en el horizonte de las negociaciones entre Ucrania y Rusia. Para aceptar esta premisa, debemos asumir que ya hay una aceptación tácita de que la solución al conflicto será negociada. Ucrania, al parecer, busca posicionarse mejor para un eventual intercambio: “lo mío a cambio de lo tuyo”. Esta maniobra podría estar diseñada para forzar esa negociación, mientras Ucrania intenta, con éxito hasta ahora, mejorar su imagen pública antes de ser la que abogue por una solución negociada. En el ánimo ucraniano y en el de sus aliados, sigue pesando el fracaso de su contraofensiva de verano de 2023. 

En términos puramente analíticos, la región de Kursk no posee el mismo valor estratégico que otras zonas clave como Crimea, el Donbás, Jersón y Zaporiyia. Estas áreas son esenciales en el control territorial, la logística militar y la economía de la región, mientras que Kursk carece de ese peso geopolítico. Esto plantea una pregunta crítica: ¿qué valor tiene Kursk como pieza de intercambio? ¿Es realmente estratégica o simplemente un símbolo en la negociación? Esta interrogante nos conduce de vuelta a reflexionar sobre el sentido estratégico de esta incursión. Aunque sabemos que en Kursk está ubicada una planta nuclear y que en Sudzha está el centro de control de las exportaciones rusas de gas a Europa, estos datos no alcanzan a primera vista, a alterar significativamente la balanza de una eventual negociación. Más que ser una operación militar decisiva, parece un posible detonante de lo que podría ser “el principio del fin” del conflicto, un movimiento para forzar la reconfiguración de la dinámica bélica y empujar las negociaciones.

Retomando la idea de "boots on the ground by other means", es necesario cuestionar el papel de Occidente en esta incursión. Aunque no hemos visto una condena a Ucrania, ¿es posible que esta acción haya sido tomada sin la aprobación de Occidente? Aunque algunos líderes occidentales podrían ver con malos ojos este tipo de incursiones, ya que dañan el sistema internacional y socavan la narrativa de defensa ucraniana como defensa al sistema de reglas que protegen el equilibrio internacional, lo que ahora se advierte es que, alineados con su discurso de apoyo a Ucrania como señal de apoyo a la libertad vis-à-vis una nación imperialista y con tendencias dictatoriales, estén optando por seguir adelante a pesar de sus dudas o, al menos, esperar el momento adecuado para replantear los límites para Ucrania. Las voces que hasta ahora se escuchan van en ese sentido. 

Volviendo al tema de la negociación, debemos de recordar la época inmediatamente previa a la invasión rusa. De diciembre de 2021, a febrero de 2022, las potencias de Occidente, encabezadas por Estados Unidos se involucraron en frenéticas negociaciones con Rusia para que desistiera de la inminente acción militar. Ucrania no estuvo sentada en esas mesas, fue informada ex post de los intercambios. Ese antecedente nos obliga a traer a colación el reciente intercambio de prisioneros entre Rusia y países occidentales y considerarlo a la luz del nivel de conocimiento o eventual participación que los aliados tuvieron en esta “incursiónucraniana hacia Kursk. En ese sentido, resulta también altamente posible que las negociaciones que ya están en curso (y tan lo están que intercambiaron prisioneros), son justamente entre Rusia y los países occidentales que apoyan a Ucrania, pero posiblemente la excluyan. En este contexto, el ataque hacia el interior del territorio ruso es la forma en la que el liderazgo ucraniano busca las piezas para insertarse “en la mesa de los adultos” (en la que por cierto determinarán SU destino). Zelensky, una vez más, estaría forzando la mano de sus aliados. 

Al final, este conflicto sigue dañando centímetro a centímetro el sistema internacional basado en reglas. Cada día que pasa, las líneas rojas siguen cayendo, y la pregunta persiste: ¿cuántas más caerán antes de que veamos el fin, y cuál será el costo de esta continua transgresión?

Rubén Beltrán 

@RubenBeltranG