Todos los países tienen poder y lo ejercen de diferentes formas según sus capacidades, decisiones e intereses. Los pasados Juegos Olímpicos suscitaron la circulación de un sinfín de imágenes, entre ellas aquella de dos gimnastas estadounidenses ovacionando a una gimnasta brasileña, quien ganó el oro. Podemos quedarnos con la idea del empoderamiento femenino, la empatía entre atletas, o podemos traspolarlo al significado que eso tiene en las Relaciones Internacionales. ¿Estados Unidos ovacionando, reconociendo y aplaudiéndole a Brasil? Bajo la mirada de la política, esto parecería sorprendente e imposible, pero en términos simbólicos eso fue lo que ocurrió.
Dedicaré estas líneas a ejemplificar el hecho de que cultivar la humanidad puede llevar a los individuos, y por ende a los países, al genuino entendimiento. Con esto no quiero decir que lo que ocurre en los deportes es equivalente a los problemas que aquejan a las naciones, o que el reconocimiento de las atletas solucione los conflictos internacionales, sino que esa imagen, en tanto acto simbólico, es un mensaje que nos recuerda que si nos abrimos a la perspectiva del otro, aunque no estemos de acuerdo con sus políticas, decisiones y cultura, podemos cooperar más allá del puro interés comercial.
La política exterior ha engendrado cuatro conceptos aplicables al ámbito cultural que, aunque persiguen el mismo interés —diálogo, resolución de conflictos, alianzas para la paz—, lo hacen por vías distintas: la cooperación internacional, la diplomacia cultural, la diplomacia pública y el poder suave. Si bien estos cuatro conceptos suelen y pueden trabajar en conjunto, el cuarto —el poder suave— requiere que quien lo ejerza sepa manipular y persuadir. Aunque es un poder no coercitivo, implica superioridad ante el otro. Lo anterior involucra jerarquías, abuso y más poder. Algunos países lo han aplicado a su favor para ocultar sus facetas negativas y convertirse en un ejemplo a seguir.
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El poder suave tiene bondades, pero exige una posición de verticalidad. Este poder puede conseguir alianzas para el arte y la cultura, pero también firmas de tratados comerciales que “beneficien” a los países involucrados. Dicho de otro modo: la cultura actúa como punta de lanza para la cooperación internacional en ámbitos que no necesariamente son culturales. Visto así, este poder suave pareciera una herramienta prometedora para la cultura. No obstante, esta manera de proceder pone el foco en las alianzas que se derivan de la cultura y no en su riqueza intrínseca, reduciéndola a un acto diplomático. En otras palabras, una vez concretado el tratado comercial, por ejemplo, o cualquier otro propósito que involucre la cooperación internacional, la cultura es dejada de lado.
¿Qué pasa entonces cuando un país no ejerce su poder para manipular y tampoco busca de primera instancia el interés comercial? Los cuatro conceptos antes mencionados subsisten, aunque la forma de operar no puede, entonces, ser el poder suave. En 2007 las Relaciones Internacionales ganaron un nuevo concepto para definir el hecho de que un país tenga un genuino interés en entenderse con su homólogo más allá del poder suave y la mercadotecnia: el constructivismo cosmopolita. A diferencia del poder suave, el objetivo de esta teoría no es manipular sino que un país represente una visión coherente de su cultura (1), y a partir de esa representación cooperar con el otro. Anterior a estas ideas, la filósofa Martha Nussbaum puso el foco sobre las implicaciones del cosmopolitismo en los seres humanos y aseguró que una educación cosmopolita nos puede convertir en mejores ciudadanos en nuestro país y en el mundo. (2)
La autora sustenta sus ideas en los filósofos griegos y, aunque no habla de cooperación internacional, yo veo un claro enlace entre ésta y sus ideas que refuerza al constructivismo cosmopolita, lo que a su vez involucra a las diplomacias cultural y pública. Es decir, si sumamos las ideas de Nussbaum al constructivismo cosmopolita, el objetivo primordial de la política exterior no sería el poder ni la superioridad, mucho menos la manipulación, sino el cultivo de la humanidad. Se procuraría, por ejemplo, la creación de institutos en el exranjero para enseñar y difundir la cultura de un país a otro, mediante la cooperación entre naciones como se hace ahora, pero se haría desde un interés donde el motor es la voluntad genuina por conocer y entender al otro.
Lo que quiero decir es que la política exterior tiene alternativas más allá del poder suave. El constructivismo cosmopolita desde el enfoque de Nussbaum no impone sino que escucha, no sólo ayuda para el desarrollo sino que aporta capacidades, además de que opta por valorar las tradiciones culturales más allá de los estereotipos. La cultura en su sentido más amplio se convertiría en el foco principal de las alianzas internacionales, no quedaría supeditada a una cooperación comercial donde es utilizada de manera transversal para luego ser relegada, sino que esta cooperación sería desde el reconocimiento y la humildad para generar alianzas culturales y de otros tipos.
Cuando nos vemos como humanos podemos reconocernos como individuos y entender que en tanto individuos formamos países. Es en este sentido que el acto de las gimnastas estadounidenses funciona como ejemplo, pues en tanto seres humanos reconocieron no sólo a la mujer atleta sino a un ser humano que casualmente representa a un país distinto al suyo. Desde mi perspectiva, éste fue un acto cosmopolita desde el que me atrevo a interpretar que los países somos capaces de mirar y apreciar las diferencias de forma de vida, esfuerzos, presupuestos, prioridades, privilegios y vicisitudes. Así, las nacionalidades pasan a segundo plano, pues uno se convierte en ciudadano del mundo.
1. Cesar Villanueva Rivas, Representing Cultural Diplomacy: Soft Power, Cosmopolitan Constructivism and Nation Branding in Mexico and Sweden (Växjö University Press, 2007).
2. Martha C. Nussbaum, El cultivo de la humanidad. Una defensa clásica de la reforma de la educación liberal, (Paidós, 2005); Martha C. Nussbaum, La tradición cosmopolita: Un noble e imperfecto ideal (Ediciones Paidós, 2020).
Bibliografía
Nussbaum, Martha C., El cultivo de la humanidad. Una defensa clásica de la reforma de la educación liberal, (Paidós, 2005)
———, La tradición cosmopolita: Un noble e imperfecto ideal (Paidós, 2020).
Villanueva Rivas, Cesar, Representing Cultural Diplomacy: Soft Power, Cosmopolitan Constructivism and Nation Branding in Mexico and Sweden (Växjö University Press, 2007).
Violeta Noyolcitlatzin Pérez-Ruiz*
Licenciada en Relaciones Internacionales por la unam y maestrante de Cooperación internacional para el desarrollo en el Instituto Mora. Trabajó en el Fondo de Cultura Económica, la editorial Grano de Sal y el Colmex. Ha colaborado en la Universidad Iberoamericana y en la fes Acatlán. Publicó un artículo sobre las rrii y la industria editorial en la revista Symbols de la unam y participado en el programa Ideas y Voces del IMER.