No hace falta transcribir ninguno de los mensajes que se vierten en las redes sociales para que todos entendamos de lo que hablamos cuando decimos que “cayó hate (odio)”, es tan generalizado que hemos naturalizado leer amenazas y agresiones en esos espacios.
Este lunes se hizo pública una nueva parrilla de “talento joven” en la sección de opinión de un diario de circulación nacional, una nota que de usual pasaría desapercibido para casi todos pero por el perfil de las personas anunciadas generó un tsunami de comentarios en el reino fantasía (de terror) de Elon Musk. Muchos comentarios fueron positivos y con motivo, pues encontrar voces nuevas, pero especializadas –jóvenes y no tan jóvenes– en espacios de debate público es siempre buena noticia. Pero hubo muchos, y estoy hablando de cientos de mensajes violentos respecto a la participación de algunas mujeres en ese espacio. “Cerda”, “ponte a lavar los trastes”, “puta”, “perra”, fueron algunos de los insultos más recurridos, aunque no los peores. A quienes nos atrevimos –o cometimos el error, según cómo se vea– de contestar en defensa de las autoras, también nos llegaron insultos similares en una riada de decenas de mensajes por hora, todos desde cuentas sin fotografía de perfil, con nombres como Ken Homo$exual o Doctor Poronga; cuentas troll con más o menos seguidores que si se revisan sus contenidos son principalmente mensajes misóginos, lgbtfóbicos, conspiracionistas o simplemente profundamente violentos.
Mucho se ha escrito sobre el odio que se vierte en redes, no es un fenómeno reciente y tampoco es un tema menor. Particularmente enlazado a discursos de extrema derecha y misoginia, en redes como X-Twitter o TikTok se replican en abierto discursos cada vez menos descafeinados que muchas veces tienen su versión ultra en foros como 4chan, reddit o forocoches; donde comunidades de hombres enojados se reúnen para “darse cuerda” sobre todo lo que el feminismo, los avances de derechos lgbtq o el antirracismo ha arruinado en sus vidas. Con la protección que les da escribir desde cuentas anónimas transmiten resentimiento y odio hacia lo que, piensan, representa el fin de una masculinidad y un mundo a los que aspiran.
Te podría interesar
La investigadora Lucina Di Meco describe la “desinformación de género” como la transmisión de información e imágenes falsas o alteradas en contra de las mujeres en la vida pública; en este sentido, el discurso misógino en el mundo virtual es una herramienta poderosa para controlar el acceso a la esfera digital y a la esfera pública en general. Un estudio realizado por Demos en 2020 ahondó en el término de desinformación de género, anotando que no sólo es el uso de información falsa, también la transmisión de contenido altamente personal o emotivo que busca atacar a sus destinatarias, buscando un impacto primario a nivel político, aunque cause un importante daño personal; este tipo de campañas de ataque y desinformación pueden tener consecuencias incluso mortales para las mujeres en la esfera pública.
Muchos de los mensajes violentos hacia las mujeres que ocupan espacios públicos de debate son simplemente desahogos de mentes pequeñas, otros son intentos más perniciosos por mantener a esas -y otras- mujeres fuera de la esfera de lo público, convirtiéndolo en un espacio hostil y violento. Como lectoras y como medios de comunicación, todos los ataques deben ser intolerables, pero particularmente aquellos que buscan limitar la participación de las mujeres deben ser contrarrestados con posicionamientos claros de tolerancia cero a las violencias digitales, con protocolos efectivos contra violencia digital, y con el compromiso inalterable de defender los espacios ganados por las mujeres, y de exigirlos y crearlos donde no existan.
Por mientras, desde este espacio de marranas pelos pintados, celebramos el avance de estas voces, particularmente la de Leslie Jiménez Urzua, colaboradora y aliada de La Cadera de Eva, y extraordinaria voz en la defensa de un sistema de procuración de justicia respetuoso de los derechos humanos.