En la política, como en la vida, la congruencia y el rigor son fundamentales para alcanzar el éxito. La llegada extemporánea de Kamala Harris como candidata demócrata a la presidencia de los Estados Unidos la ha obligado a ejecutar estrategias arriesgadas que no necesariamente funcionarán en el largo plazo.
Para Kamala la búsqueda de simpatía electoral es una batalla de todos los días, desafortunadamente, esto también ha significado que pierda congruencia e intente disfrazarse de todo aquello que le haga “ganar adeptos”.
Pasó de ser una orgullosa asiática, para convertirse en una acérrima afroamericana; lo mismo habla en inglés que en español, cuando quiere acercarse a la comunidad latina asentada en Estados Unidos.
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Su postura liberal también ha sido interpretada por muchos como “extrema” o por lo menos alejada de los valores familiares de las y los estadounidenses. El mismo Donald Trump la ha descrito como de extrema izquierda.
Tal vez uno de los temas más controvertidos para Kamala Harris es el manejo que ha dado a la política migratoria, en tanto que algunos ven con buenos ojos que se haya enfocado en las causas del desplazamiento migratorio, considerando medidas a largo plazo, otros tantos han sido críticos de su “mano blanda” para cuidar la frontera y procurar una migración mucho más estricta y que beneficie a las y los estadounidenses.
La misma Casa Blanca ha tenido que salir a defender a la vicepresidenta y sus acciones, responsabilizando en temas de seguridad fronteriza al Secretario de Seguridad Nacional, Alejandro Mayorkas.
Lo cierto es que el tema migratorio en Estados Unidos es central para el electorado, la manera en la ambos candidatos propagan abordarlo puede sumarles o restarles apoyo, y definir la elección.
Harris está intentando mantenerse competitiva y aprovechar el impulso de ser la “nueva candidata” presidencial, sin embargo, es muy posible que no soporte la presión y su misma inconsistencia la traicione, y termine por desinflarse conforme avance el proceso electoral estadounidense.
Para Kamala Harris, disfrazarse no es la opción para ganar apoyo y electores, es una estrategia arriesgada que puede terminar por dejarla sin identidad y que todas esas comunidades a las que pretende acercarse se sientan traicionadas, o por lo menos utilizadas por la coyuntura electoral.
En política ser un camaleón termina por diluir la personalidad y perfil de los candidatos, confunde al electorado y complejiza la comunicación. A Kamala Harris le urge regresar a la congruencia que los estadounidenses necesitan y están dispuestos a apoyar.
La competencia por la presidencia de Estados Unidos será en los próximos meses un tema global, veremos cómo los aspirantes se perfilan o se desdibujan con el pasar de las semanas, de ellos dependerá su éxito o su fracaso.
Kamala Harris está aprovechando el momento que vive su campaña, el furor demócrata por sentir que ahora si tienen un aspirante competitivo la mantiene con excelentes números, pero 80 días son muchos y hay tiempo suficiente para que la euforia pase, y las cosas caigan por su propio peso.