En los primeros 18 minutos se definió el marcador en el tiempo reglamentario, empate a un gol, con anotaciones de Stoichkov al minuto 6 y Alberto García Aspe al minuto 18; así nos fuimos a los tiempos extras y después a los penales. Al final, ningún jugador mexicano logró anotar un sólo penal, nos ganaron los búlgaros y nos echaron del mundial de Estados Unidos en 1994. Y como nos dijo Vicente Leñero aquella noche en un hotel de Nueva York, la selección Mexicana, nos defraudó como siempre. Y con esa frase y esta foto que hice aquel 5 de junio de ese año, armamos la portada de Proceso que selló la historia de México en aquel mundial.
Han pasado 30 años exactos desde aquella historia, y apenas el domingo pasado nuestra selección nacional de futbol, fue nuevamente eliminada de un torneo internacional, de la peor manera, sin gol, sin empuje, sin mentalidad. Otra vez el coraje y la tristeza por tener un equipo nacional tan limitado y lleno de prejuicios deportivos que no le permiten ganar nada relevante.
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Por eso la imagen que hice en aquella ocasión, pone el foco en el “Jugador #12” ese mexicano que compra su boleto lleno de ilusión, y que se viste de verde, compra su sombrero y deja la garganta en las gradas, para finalmente salir derrotado y encabronado. Así abandonaron aquel día el estadio de New Jersey.
Tres décadas han pasado, ocho mundiales han transcurrido desde entonces y nada más no llegamos al quinto partido, incluso ya pasaron un par de generaciones nuevas en el equipo y nada, y para colmo, seremos anfitriones del próximo mundial en 2026, junto con Canadá y Estados Unidos con esta sensación de derrota deportiva anticipada.
Mil cosas se han escrito sobre ese partido, probablemente la mayoría de quien me lee ahora, ni siquiera había nacido en 1994, pero seguro les suena el nombre de Hugo Sánchez, y aunque no lo crean, el estuvo ahí en la banca, incluso calentó al final y el Dr. Mejía Barón nunca lo metió a la cancha. Así nuestro futbol mexicano y así las historias de este humilde fotógrafo que quiso recordar esa derrota deportiva, pero que derivó en una portada multipremiada en aquella legendaria revista Proceso, dirigida por Julio Scherer y Vicente Leñero.