EXCMO. DR. ROY CAMPOS ESQUERRA
GRAN PITONISO DE LA NUMERALIA Y MARQUÉS INDISCUTIDO DE LA ENCUESTA
Muy Actualizado Actuario:
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Quiero hacerle un encargo. No vaya a pensar que se trata de unas de esas encuestas patito que contratan sin pudor los políticos de medio pelo. Por el contrario, aquí se trata de un asunto harto delicado y en extremo espinoso, de cuya dilucidación depende en buena medida, como diría Catón, la futura felicidad de la República.
Y es que sucede, Numérico Magíster, que en las últimas semanas he seguido con reconcentrada atención todos y cada uno de los movimientos de la futura Rectora de los Destinos de la Patria. No hay periódico que no consulte, noticiero que no atienda, portal que no escudriñe, red social que no exprima. Y por ese pedregoso camino, he llegado a la inquietante conclusión de que nuestra Virtual Mandamás trae atorados tres temas de lo más comunes y corrientes, pero que a ella, en su particularísima situación de Virtual y de Electa, la hacen sentir incómoda e indecisa, por no decir frustrada y titubeante.
Mas en caso de duda, como ella misma y su mentor pregonan… ¡hay que preguntarle al pueblo sabio! Es por tal motivo que recurro a Su Aritmética Autoridad, con la súplica de que se aviente tres sondeos relámpagos, cuyos resultados no pueden ser sino halagüeños y beneficiosos para la Tutora Inminente de Nuestro Porvenir.
Primera pregunta: una vez que sea ungida Presidente de la República, ¿en qué avión debe de viajar la Doctora Claudia Sheinbaum?
Segunda cuestión: una vez que sea proclamada Soberana Absoluta, ¿en qué casa o palacio debe vivir?
Tercera inquietud: una vez que despache como Jefa de la Nación, ¿qué demonios debe hacer con la mañanera?
Esas materias parecen triviales, pero no lo son. Más de un reportero sagaz ha planteado tales preguntas pero, a ojos vistas, la candidata triunfante no disfruta el tema: su rostro se tensa, pierde su habitual aplomo y se limita a ofrecer evasivas. Hay una razón de peso para tamaña incomodidad: ya como Virtual, ha insistido en que su estilo de gobernar será distinto al del Señor López Obrador, pero resulta que en esa tripleta está la esencia y la sustancia del modelo AMLO. Los vuelos en avión comercial, la mudanza a Palacio Nacional, las mil y pico de mañaneras, son marcas registradas del estilo Andrés Manuel López Obrador, y cualquiera que los repita dará pie a las odiosas comparaciones.
Bueno, eso creo yo. Mas la prudencia sugiere que en problemas tan peliagudos hay que consultar a la plebe, dicho sea esto sin ofender a nadie, pues de tal raíz deriva la palabra plebeyo, que es lo que somos todos en una república. Así que por favor ponga manos a la obra, sin dilación ni pretexto, recurriendo a la metodología que mejor le parezca, que podría incluir la depurada técnica de la mano alzada en plaza pública, al parecer un recurso satisfactorio para los altos mandos de la 4T.
Eso sí, le ruego la mayor de las discreciones. No lo vaya a soltar con desparpajo, ni siquiera lo vaya a insinuar con disimulo, en las numerosas emisiones y mesas redondas en las que participa y opina, pues percibo que su natural vocación de preguntón, indispensable en un encuestador, se ha venido trocando en la de comentólogo, y hoy emite juicios a diestra y siniestra, de costa a costa y de frontera a frontera, dando su parecer sobre lo que sea, cuando sea y como sea. Ándese con cuidado en ese campo minado. Acuérdese del refrán castellano que reza: “quién mucho habla, mucho yerra”.
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El vicio de la incontinencia verbal, Respetado Disertador, hoy lo padece la vasta legión de opinadores que se han enseñoreado en los medios de comunicación. La noticia ha dejado de ser noticia: ahora lo que priva e importa es el comentario del escribano o del conductor, que sin el menor recato nos dice lo que piensa, y con insufrible aplomo nos indica que lo mismo debemos pensar nosotros. Ahora en todo, política o economía, espectáculos o deportes, nos dan el plato digerido: no lo que pasó ni cómo pasó, sino de quién es la culpa. Opinan mucho, yerran demasiado, jamás rectifican, pero en el pecado llevan la penitencia: el diluvio incesante de disparates se pierde en el bullicio.
Mas en eso de hablar sin parar y errar sin corregir, Su Matemática Autoridad no lo ignora, el mal ejemplo lo pone a diario el inquilino de Palacio Nacional, que en cinco años frente al micrófono ha acumulado tal cantidad de dislates, de infundios, de sinrazones y de desatinos, que tiene asegurado un lugar de honor en la historia nacional de la perorata. El presidente ha olvidado que las palabras emitidas desde el poder siempre tienen consecuencias, y peor aún los errores cometidos por impulso o imprudencia, que muchas veces son irreversibles.
Fíjese Vuestra Merced en el caso del avión presidencial. Tras la feliz decisión de darlo de baja y ganar unos puntitos en popularidad, vino el despropósito de viajar en vuelos comerciales. Tal vez los iniciales fueron gratos, repletos de sonrisas y de selfies, pero el contacto directo con un pueblo que no es tan sabio, pues no comulga con la 4T, los volvió tortuosos: pasajeros que reclamaban, que lo cuestionaban, y al final, que lo abucheaban, lo cual debió sentir como puñaladas traperas en su robusta egolatría. Error sin solución: al rato ya no podía viajar en público, pero tampoco podía comprar avión, así que terminó usando aparatos militares. Ahora, ya de retirada, todavía no le halla la cuadratura al círculo: él mismo ha declarado que, cuando se vaya a La Chingada, no sabe qué medio usará para venir a saludar a Doña Beatriz, pues no quiere viajar en línea (los abucheos serían estruendosos), pero ya no tendrá derecho a las aeronaves del Ejército.
(Entre paréntesis, ya como Comandante Suprema de las Fuerzas Armadas, Doña Claudia tendrá que decidir si compra avión, con el correspondiente costo de imagen, o sigue con la farsa. Algo tiene de paradójico ese dilema, pues sucede en un país donde una legión de gobernadores despilfarra de lo lindo rentando aviones y helicópteros, pues está mal visto, por aquello de la austeridad, tener el suyo propio. Un amigo que sabe del tema me decía que los contratos promedio son de 40 a 60 horas mensuales, cerca de dos horas diarias, que ningún gobernador utiliza per se, pero se aplican y se explican por misiones no oficiales: viajes de compra de la parentela a San Antonio o a Miami, visitas médicas a Houston o a México, fines de semana en Cancún y similares. De acuerdo con mi cuate, el negocio de los taxis privados en México, de dimensiones multimillonarias, lo sostienen los gobiernos estatales).
Luego está, Jefazo de la Sumatoria, la mudanza a Palacio, a mi juicio otra metida de pata. Los Pinos, usted lo visitó muchas veces, no era un palacio suntuoso. Era, eso sí, una casotota, no muy diferente a las mansiones de Las Lomas, que poco a poco se fue transformando en un búnker. Rodeado de paredes altísimas, controlados sus accesos por el Estado Mayor, inalcanzable la fachada para evitar protestas (incluso mocharon la avenida Parque Lira para impedir las marchas en tiempos de Miguel de la Madrid), sin duda aislaba al presidente del mundanal ruido (y del pueblo necio). Irse a Palacio, un edificio vetusto pero amigable, con una zona de museo repleta de turistas, parecía una solución republicana, pero Andrés Manuel López Obrador llevó a su nueva morada, de manera natural, la irritación y la ira de sus adversarios, y el histórico edificio terminó por convertirse… ¡en otro búnker! Esas patéticas imágenes hablan por sí mismas: Palacio Nacional rodeado por completo con planchas de acero de 12 milímetros, una triste defensa contra los marros y las bombas molotov. Debe ser algo incómodo dormir detrás de las barricadas.
(Otro paréntesis: en un par de videos, Doña Claudia nos ha permitido atisbar el interior de su actual domicilio. Libreros de pared a pared, artesanías mexicanas aquí y allá, la guitarra de las tertulias en un rincón, o sea, la decoración típica de los barrios universitarios del sur de la CDMX. Incluso, nos ha mostrado sus cafeteras, la suya mucho más artesanal y doméstica que la de su marido, Don Jesús María Tarriba, que parece ser de capsulita. No sé cómo conciliar esa atmósfera, de sabor medio bohemio y medio intelectual, que de seguro es reconfortante y grata, con las opulentas áreas de Palacio reservadas para uso exclusivo del Presidente de México: el famoso Despacho, el Salón de Recepciones, la Galería de Presidentes, más una batería de salones, el Morisco, el Morado, el Azul, el Verde, el Juárez, todos amueblados con un gusto recargado que en otras épocas parecía exquisito. Palacio Nacional será un recinto sitiado, pero sin duda es también un palacio suntuoso, amueblado y tapizado con una decoración que debe hacer corto circuito con los gustos setenteros de la heredera en ciernes).
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Y luego resta, Dilecto Opinólogo, la conferencia mañanera que, se ha dicho en todos los tonos, no es una estrategia de comunicación, sino una forma de gobierno. Ahí si la tiene complicada Doña Claudia, pues ese sermón matinal es todo un éxito de taquilla. Tal vez la gente del común no la siga (alguien tiene que trabajar), pero los medios la atienden, la desmenuzan, la repiten ad nauseam, la magnifican. Ahí sí que le atinó Andrés Manuel López Obrador: su reality show siempre da nota, y consume más espacio que cualquier otra información. Todos los gobiernos populistas, y la 4T sin duda lo es, requieren el control del micrófono, y la mañanera ha probado ser una herramienta en extremo eficaz para ese fin. Me dirá usted, como muchos piensan, que esa contundencia depende de la calidad del histrión, y AMLO ha demostrado unas tablas escénicas que no tiene su heredera. Pues sí, puede que así sea, pero cancelar la mañanera equivaldría a eliminar una tribuna sobresaliente.
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Por tal motivo, Algebraico Doctor, es que urge interrogar al vulgo, dicho sea con todo respeto, pues el vocablo deriva del latín vulgus, que llanamente significa pueblo. Así que ponga manos a la obra, los resultados se requieren para ayer, pues no resulta grato ver atribulada y perpleja con estas nimiedades a la Gestora Entrante del Bienestar Nacional. En cuanto tenga las primeras proyecciones me las manda, que yo me daré maña y buscaré atajo para hacérselas llegar a la susodicha.
También le comento que quedaré en deuda eterna con usted, pues no cuento con el metálico suficiente para liquidar sus honorarios, pero considere en la ecuación que mi aprecio por usted se multiplicará en forma exponencial. Si bien al principio de esta misiva le recriminé que yerra mucho, estoy convencido de que tiene muy buen porcentaje de bateo (como con seguridad diría su padre, el gran cronista deportivo Don Roy).
A mí me gustan mucho sus pronósticos y sus alegatos, aunque algunos no cuajen, porque detrás de ellos descubro la mente disciplinada y rigurosa de un matemático, que toma en cuenta las variables del problema como son y no, como la mayoría de sus colegas, como ellos quieren que sean. Sus decires tienen la lógica del método científico, producto de los varios años que dedicó como profesor de la UNAM a la enseñanza del cálculo y el análisis matemático, y si bien sus augurios no siempre aciertan, ello puede atribuirse al hecho de que la política y la especulación no son, ni pueden ser, ciencias exactas.
Con esa convicción, y mi renovado asombro por la cantidad de vaticinios que se despacha usted a diario, reciba usted un algorítmico abrazo de