¿Deveras concluirá el sexenio de Andrés Manuel López Obrador el 30 de septiembre de este año? ¿Deveras al día siguiente dejará la capital del país para irse a vivir a su rancho y escribir ahí sus memorias, como lo ha prometido? ¿Dirá ahí toda la verdad y nada más que la verdad?
En todo caso el que esté o no esté a la vista, al portador, los presagios son de que seguirá mandando en el gobierno federal desde su refugio futuro, ya sea en su rancho en Palenque, en Chiapas, en Cuba, en Venezuela o en la mismísima capital del país a la que dice que vendrá de tiempo en tiempo para ver a su esposa y a su hijo estudiante.
Lo único cierto hasta ahora es que constitucionalmente dejará de ser presidente de México ese 30 de septiembre de 2024 a las 24 horas exactas y el país recibirá la mañana del primero de octubre la protesta y jura de la presidenta de la República por los siguientes seis años: 2024-2030.
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Pero mientras son peras o son perones, el presidente tiene aún más de dos meses para seguir ejerciendo el poder presidencial a todo lo que da. Y todo lo que da incluye su iniciativa de reformar al Poder Judicial al que le tiene ojeriza desde hace tiempo y quiero fulminarlo, hacerlo polvo y re-crearlo a su imagen y semejanza:
Lo primero, que los jueces y magistrados y todo lo que se mueva ahí en el nivel de mando deberán ser electos por votación popular y sin tantos remilgos en lo que se refiere a la altísima capacitación que requiere el conocimiento de la Constitución mexicana, las leyes que de ella emanan o el sentido exacto de justicia, sin adjetivos.
No. Ahora la selección para ocupar cargos de juez, magistrado, ministro de la Corte, podría ser más laxa, más sencilla, más dispuesta para que cualquier hijo de vecino pueda ser juez y alto mando en la Suprema Corte de Justicia y en todo lo que de ella emana.
Según la iniciativa de ‘Reforma AMLO’ no es tan importante la capacitación, la formación, el rigor académico o la ética jurídica y de justicia: no, para qué, si lo que se requiere es el 95 por ciento de fidelidad a la 4T y 5 por ciento de lo que haya. O quizá también se abrirán las puertas de la justicia a quienes desde la delincuencia, el crimen organizado, la violencia, se ocupen de aplicar las leyes para sus actividades.
Es, digamos, una tarea a la que ha puesto todo su empeño el presidente y para ello cuenta con apoyos fieles, hasta más alta fidelidad, de diputados-mayoría; senadores-mayoría; ministras de la corte puestas por él mismo para que expresen el espíritu de su vehemente deseo de cambio en la Suprema Corte de Justicia de la Nación; caballos de Troya, ellas.
Muchas obras de infraestructura monumental, o emblemáticas como se les denomina desde Palacio Nacional, están inconclusas, aunque había prometido que estarían rechinando de acción antes del término de su gobierno:
“Dos Bocas-Olmeca”, la refinería que aún no refina ni nos aporta los combustibles indispensables para la autoproducción. No. Todavía está por verse cuándo funcionará al cien, aunque su costo se haya multiplicado hasta la insaciabilidad. Pero… faltan todavía dos meses y días para ello.
Un sistema de salud pública como el de Dinamarca está pendiente. No se le ve por ningún lado, a menos que nos dé la sorpresa y antes de que concluya septiembre tendremos a la vista la solución a los males de todos los mexicanos en todo el país con servicios públicos de salud que ni el gobierno de Obama pudo conseguir para sus ciudadanos estadounidenses. ¿Nos dará la sorpresa? ¿Será con médicos mexicanos o vendrán más cubanos para apoyar al Dinamarquismo mexicano?
La educación podría dar un giro de 180 grados en lo que resta del sexenio para recuperar el tiempo perdido durante los casi seis años recientes y que los niños y jóvenes de México salgan preparados para enfrentar los avatares de la vida con herramientas de conocimiento firmes, fuertes, con sabiduría para saberse manejar y construir un país nuevo, con el conocimiento como arma letal en contra de malos gobiernos, en contra de la mentira y en contra de cualquier populismo…
Hasta el momento, 2024, según Coneval hay en México 46.8 millones de mexicanos pobres (36.3 por ciento de la población total) y hay 9.1 millones en pobreza extrema.
Como fue prometido por AMLO en 2018 durante la campaña que lo llevó a la presidencia de México, y durante los primeros días de su gobierno, en los siguientes dos meses se acabarán esa pobreza y la pobreza extrema en México… ¿O se buscará que estos pobres sigan siendo pobres para mantenerlos como capital político por medio de apoyos económicos-caridad?
El Tren Maya sigue su curso “Pita-pita, caminando”; pero nada, que no termina por cuajar, no termina por ser referencia de transportación humana y de turismo, como se propuso en sus inicios. Cada día es más oneroso su costo y menos eficientes sus resultados: pero nada, todavía hay dos meses para que esto cambie y sea este tren nuestro orgullo nacional por muchos años.
Y el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA) que tanto costó a los mexicanos, no es utilizado por los millones de mexicanos que cada año se transportan por vía aérea. Y “no es falta de cariño”, pero sí es cierto que falta eficiencia, falta cercanía, falta confianza, falta seguridad, falta conseguir más ganancias que pérdidas. Y esto se conseguirá en lo que falta de este mandato presidencial mexicano. Dos meses son suficientes para cumplir lo prometido.
En lo que resta de aquí al 30 de septiembre se podrá solucionar la duda devoradora de qué va a pasar con los hijos del presidente a los que el hoy mandatario encarga enfáticamente a la mandataria del mañana. ¿Ocuparán puestos de gobierno? ¿Serán favorecidos con el esclarecimiento de todo lo que se dice que hicieron durante este mandato? ¿Qué será-será?
Faltan dos meses y días para concluir este gobierno. Todavía hay tiempo para que el país sea ese país que se nos prometió en 2018 para los siguientes seis años hasta 2024. Todavía lo hay.