Muchas personas seguimos en la madrugada del pasado dos de junio la elección presidencial y al confirmarse a la doctora Claudia Sheinbaum Pardo como presidenta de México, la primera mujer con el más alto cargo político, renacen muchas esperanzas.
Casi a la una de la mañana del tres de junio, las compañeras de la Secretaría General Colegiada del Sindicato de Trabajadores y Trabajadoras del Hogar (SINACTRAHO) me escribían desde la conferencia de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) que se realiza en Suiza, esperando les confirmara la noticia del triunfo de la doctora Sheinbaum y de la licenciada Clara Brugada en la capital del país.
No es para menos nuestra alegría, me decían las dirigentes del sindicato de trabajadoras del hogar. Se han aprobado leyes que benefician a las mujeres, pero no tienen dientes. Se han convertido, las reformas laborales, en un adorno que solo les sirven a los políticos para animar sus discursos, pero en realidad solo desaniman a quienes las pretenden poner en práctica.
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No basta una reforma laboral si no va acompañada de los mecanismos jurídicos, humanos y materiales necesarios para verificar el cumplimiento de los derechos; sancionar cuando éstos se incumplen o se violan; fortalecer la confianza en las instituciones públicas y donde las mujeres trabajadoras en su vida laboral individual y colectiva sean una voz que se escuche, con la capacidad de decidir.
Las instituciones laborales y de seguridad social en nuestro país se han masculinizado, dicho en otras palabras, ven a las mujeres como incapacitadas, como seres vulnerables. No les dan poder para ejercer sus derechos. Las personas empleadoras deben asumir sus responsabilidades, cumplir y hacer valer la ley, así como reconocer que siguen en deuda con un sector laboral importante.
Existen tantas historias sobre mujeres trabajadoras que intentan darse de alta en el Instituto Mexicano del Seguro Social, ante la resistencia de sus patrones. Resulta una odisea lograr ese objetivo. En la ventanilla, los empleados del IMSS, con cara dura, les cuestionan a las solicitantes:
- ¿Tiene contrato laboral, recibos de pago o credencial de trabajo?
Cuando les responden que no, que todo ha sido verbal, continúa el interrogatorio para las trabajadoras del hogar:
- ¿Tienen el RFC, CURP y el nombre completo del patrón?
Algo nerviosas, las trabajadoras responden solo conocer el primer nombre de su empleador y proporcionan el domicilio donde laboran.
Desde la pálida ventana, los empleados del IMSS, con voz cansada y desanimada responden tajantemente:
- No nos sirve esa información. Necesitamos que venga su patrón.
Las trabajadoras del hogar les solicitan:
- Oiga, estoy enferma y el patrón se niega a darme el seguro social, necesito su apoyo. Manden un inspector por favor:
Los empleados del IMSS ya enojados responden no tener ese servicio.
A las trabajadoras del hogar que carecen de un contrato de trabajo por escrito, les explican los funcionarios del IMSS:
- No podemos exigirles a sus empleadoras que les den de alta, es una decisión de ellos hacerlo o no. Lo único que pueden hacer es platicar con su empleadora o bien acudir a un Centro de Conciliación para que cite a su patrón.
Las trabajadoras despedidas que se enfrentan en la soledad de sus reclamos ante las instituciones insensibles laborales y de seguridad social se encuentran con el dilema de tener que acreditar que son asalariadas. Resulta de enorme dificultad porque los patrones para no dejar rastro de la relación laboral les pagan en efectivo, no les entregan contrato ni dejan papeles de por medio. Predomina la impunidad.
La elección de una mujer presidenta como la doctora Sheinbaum es esperanzadora porque ha mencionado “No llego sola, llegamos todas”, reivindica el lugar que merecen las mujeres trabajadoras mexicanas, además se presenta la oportunidad de hacer las instituciones eficientes y leyes que realmente se puedan cumplir.
La doctora Claudia Sheinbaum fue una voz que se escuchaba desde la Facultad de Física de la Universidad Nacional Autónoma de México durante la lucha estudiantil en 1987 por defender los derechos de estudiantes frente a la instrucción de un rector que promovía el cobro de matrículas.
Ahora esa voz, es la misma que representará a nuestro país y que puede darle la voz a cientos de miles de mujeres trabajadoras para la lucha de sus derechos, que siguen siendo invisibles ante leyes llenas de letras y formalismos rimbombantes, pero carentes de su esencia: sanción y los mecanismos para hacerlos exigibles.
De acuerdo con datos del portal del Instituto Nacional Electoral al 27 de marzo de 2024, se tiene un padrón electoral de 100 millones 33 mil 50 personas de las cuales el 51.84% son mujeres, lo que reitera la importancia del nombramiento de una mujer presidenta.
Los datos oficiales demuestran la importancia que haya un cambio sustancial en las instituciones de trabajo y de seguridad social. Es urgente que se hagan políticas públicas que materialicen los derechos, que los hagan una realidad.
Escucho voces de mujeres trabajadoras que no quieren leyes solo para quedar bien con el país vecino y al mismo tiempo buscan que las instituciones que operan para hacer efectivos estos derechos tengan suficiente presupuesto, calidad y calidez.
Ya no queremos, me dicen, instituciones que nos digan que no se puede, que no tienen inspectores, que no tienen leyes que sancionen a los empleadores que se burlan de los derechos de las mujeres trabajadoras.
Los retos de una presidenta son muy fuertes ya que por cada 100 pesos que gana un hombre en México, su par mujer recibe sólo 85 pesos; las mujeres tendrían que trabajar 60 días adicionales para igualar los ingresos de sus pares hombres
Debe considerarse que, tomando en cuenta el total de la población, las mujeres realizan tres veces más trabajo del hogar no remunerado que los hombres.
¿Cuánta violencia laboral sufren cotidianamente las mujeres trabajadoras a sus derechos?
¿Las instituciones de trabajo y de seguridad social, las defensorías y procuradurías laborales en el próximo sexenio serán capaces de atenderlo?
Son tiempos de esperanza que pueden contribuir al factor de cambio para que a través de la doctora Claudia Sheinbaum Pardo sea escuchada la voz de miles de las mujeres trabajadoras en México y sean garantizados sus derechos.
Son mujeres trabajadoras cuyas jornadas se prolongan por más de doce horas sin descanso; que carecen de prestaciones laborales como aguinaldo, vacaciones, prima vacacional, prima dominical y pago de horas extras; que al embarazarse tanto ellas como sus hijos, no tienen servicios médicos y sufren diariamente discriminación laboral y social.