CAMBIO CLIMÁTICO

Calorón de miedo

Los intereses de las élites del poder económico no concuerdan con el interés general de la humanidad. | Jorge Faljo

Escrito en OPINIÓN el

Los cerca de dos millones que acudieron a mediados de junio al mayor festival religioso del Islam, en la Gran Mezquita de la Meca, Arabia Saudita, fueron agobiados por una oleada de calor inusitada. Arabia Saudita tiene extensas instalaciones para refrescar y atender a incluso más peregrinos, en condiciones normales. Pero este año, con temperaturas superiores a los 50 grados centígrados, más de 1,300 peregrinos fallecieron y miles tuvieron que recibir atención de emergencia.

Hechos como este se repitieron en muchos lados. En Pakistán las altas temperaturas empezaron el 20 de junio y llegaron a los 47 grados. Las fallas y cortes de electricidad por exceso de demanda agravaron la situación.  Miles tuvieron que ser atendidos en hospitales y hubo más de 568 fallecimientos debido al calor entre el 20 y el 26 de junio.

Delhi, la capital de India registró su mayor temperatura histórica a fines de mayo. Entre el 1 de mayo y el 20 de junio se reportan más de 41 mil casos de golpe de calor y al menos un centenar de muertos. Al mismo tiempo otras partes de ese extenso país reportan tormentas e inundaciones.

Chipre y Turquía también reportan temperaturas extremas y un número indeterminado de afectados y fallecimientos. En Grecia han muerto al menos seis turistas y el país cerró la acrópolis, una de las principales atracciones turísticas. Italia emitió una alerta de nivel 3, la mayor, para las ciudades de Roma, Perugia, y Palermo por calor extremo. En Estados Unidos el 21 de junio se emitió una alerta de ola de calor para 100 millones de personas.

De acuerdo con la agencia norteamericana para la atmosfera y el océano en la semana del 16 al 22 de junio se rompieron los récords de alta temperatura en 1,400 lugares alrededor de todo el planeta. Esto ocurrió tanto en el sudeste asiático, como en el medio oriente, el sur de Europa, gran parte de África y Norteamérica entre otros grandes espacios. Más de 3 mil 200 millones de personas sintieron un calor superior a lo normal en esos días.

2023 fue el año más caliente desde 1850 cuando se iniciaron registros a nivel global. Muchos pensaron que se trataba de algo excepcional, pasajero, pero 2024 apunta a ser aún más caliente. Y eso que la temporada de calor en el hemisferio norte apenas inicia.

En 2015 el Acuerdo de París, firmado por la mayoría de los países del mundo convocaba a hacer esfuerzos para limitar el incremento de la temperatura global a un máximo de 1.5 grados centígrados por arriba de los niveles preindustriales. Esto debería lograrse mediante la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero generados por las actividades humanas. Estos gases impiden que el planeta refleje la luz solar hacia el espacio y hacen que se retenga el calor en la superficie lo que crea una especie de invernadero a nivel planetario. 

Es evidente que no se ha hecho lo suficiente ni siquiera para estabilizar la emisión de gases de efecto invernadero. En 2017 Trump, entonces presidente norteamericano retira a su país del acuerdo de Paris por motivos económicos. Es una señal de las muchas que existen en todo el planeta de que los intereses de cada país no concuerdan con el interés del conjunto de la humanidad. Y dentro de cada país los intereses de las elites del poder económico, las más contaminantes, no concuerdan con el interés general.

No hay contaminación más grave que la originado por las guerras. No es solo la producción de armamento sino la necesaria reconstrucción de lo que se destruye.  

Según la agencia climática europea Copérnico en 2023 la tierra alcanzó 1.48 grados centígrados por arriba de la temperatura preindustrial y en febrero de 2024 la temperatura excedió el límite deseado de 1.5 grados centígrados de incremento.

La previsión era que un calentamiento global superior a 1.5 grados tendría severas consecuencias asociadas al cambio climático: sequías, olas de calor, incendios, elevación del nivel del mar, acidificación de los océanos y rotura de los ecosistemas con graves daños a biodiversidad en mar y tierra.

Al parecer ya hemos llegado a una situación en que los eventos catastróficos son recurrentes y afectan de manera directa e inmediata a gran parte de la población mundial y ponen en riesgo la producción agropecuaria y el acceso al agua. El cambio climático ya genera la pérdida de medios de vida y habrá de provocar una fuerte competencia y conflictos sociales por el acceso a recursos cada vez más escasos. Un escenario apocalíptico todavía puede parecer algo fantasioso, pero más vale irnos preparando para afrontarlo de la mejor manera posible.

En México hemos pasado por una ola de calor seguida de fuertes lluvias. Sufrimos una sequía que no es solo visible en lagos, ríos y presas. Existe también una sequía profunda, la caída de los mantos freáticos en prácticamente todo el país por ritmos de extracción del agua subterránea superior a los niveles de reposición. Tanto la sequía superficial como la profunda impactan el abastecimiento urbano y ya obligan a su racionamiento en muchos lados.

Impacta también a la agricultura. Desde octubre del 2023 se anuncian serias caídas en la producción alimentaria debido a la sequía que afecta a la mayor parte del país. Se observa en la producción de básicos, oleaginosas, caña de azúcar y diversas frutas y verduras. Lo que provocará incrementos en sus precios.

Las malas noticias climáticas no son eventos aislados. Tenemos que verlas como conjunto; cómo del gran rompecabezas que es el cambio climático.

Uno de los principales esfuerzos que deberá realizar el próximo gobierno federal será prepararnos para un cambio que nadie desea, cuya magnitud apenas se empieza a comprender, pero que es inevitable. Acabamos de sufrir una oleada de calor seguida de tormenta excesiva y destructiva; lo que nos indica la tarea a seguir. La infraestructura debe estar preparada para los excesos. Cuando haya agua hay que evitar que simplemente corra hacia el mar; eso es desperdicio. Debemos almacenarla en la superficie y también en el subsuelo.

Requerimos enormes inversiones en infraestructura de protección, de actualización de los sistemas de riego obsoletos y de captación y almacenamiento del agua y, también, nuevas prácticas de conservación de los suelos para que recuperen su capacidad de absorber e introducir el agua al subsuelo.

Es uno de los mayores retos del nuevo gobierno. Lo esencial es entender que no será posible enfrentar el cambio climático con austeridad. Se necesita lo contrario, un gobierno que capture una parte substancialmente mayor de la riqueza nacional, la concentrada en muy pocos, para realizar las grandes tareas que nos permitirán sobrevivir en paz y bienestar generalizados.

 

Jorge Faljo

@JorgeFaljo