La idea de que la humanidad tendrá que enfrentar otra pandemia es una muy seria preocupación para las más importantes organizaciones sanitarias del planeta, para la comunidad científica y los gobiernos. No se sabe cuándo y de qué modo surgirá otra, puede ocurrir en meses o años, pero el consenso afirma que es inevitable.
En las últimas semanas tal preocupación ha subido de tono y uno de los motivos tiene que ver con México. El 5 de junio la Organización Mundial de la Salud (OMS), emitió el reporte de un caso de un hombre de 59 años, del Estado de México que murió el 24 de abril pasado con el virus de influenza aviar A(K5N2). Tal noticia alcanzó notoriedad mundial porque es el primer caso de una muerte con esa particular mutación que ha sido confirmada con estudios de laboratorio. La información de que murió con tal infección fue notificada a la Organización Panamericana de la Salud el 23 de mayo de 2024.
Un segundo reporte de la OMS, del 14 de junio, señaló que un grupo de nacional de expertos determinó que el paciente murió debido a complicaciones de los varios padecimientos que presentaba con anterioridad. Es decir que falleció con el virus, pero no debido al virus.
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El virus de referencia tenía una alta similitud genética con cepas de influenza aviar detectadas en Texcoco y Temascalapa en el Estado de México y otra en Michoacán. No ha ocurrido otro caso y sus doce contactos más cercanos, así como otras 17 personas del hospital, mostraron resultados negativos a la infección. Lo cual da lugar a una impresión ambigua. Que bueno que no se infectó nadie más; pero es un misterio como alguien sin contacto directo con animales pudo infectarse.
Se han detectado cuatro infecciones de gripe aviar en Estados Unidos que se presentan como afecciones respiratorias e inflamaciones en los ojos. No han sido mortales pero la preocupación por la diseminación de nuevas y más contagiosas cepas de influenza aviar crece de manera exponencial. Ha provocado la muerte de cerca de un centenar de millones de gallinas en Estados Unidos; esta semana en Australia serán destruidas un millón de gallinas para intentar detener los contagios. Sin embargo, la mayor preocupación no es meramente económica.
Así como el covid-19, la influenza aviar evoluciona. Ahora es capaz de infectar múltiples especies de mamíferos y de que se contagien unos a otros. Otra especie afectada es el ganado vacuno. Alrededor del 20 por ciento de la leche comercializada en Estados Unidos tiene trazas del virus de influenza aviar; las autoridades sanitarias indican que es inofensiva porque la pasteurización destruye al virus. El gobierno federal presiona a los estados para prohibir la venta de leche bronca.
El virus ha infectado a las aves migratorias que con sus desechos lo distribuyen por todos lados. Con más especies y animales infectados crecen las posibilidades de que el virus tenga más mutaciones. La gran preocupación es que evolucione hasta ser capaz de infectar con mayor facilidad a los seres humanos y que sea transmisible de persona a persona.
Hace unos días llamó la atención una declaración del Dr. Robert Redfield, un destacado virólogo que fue presidente de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades norteamericano (CDC, por sus siglas en inglés). El 16 de junio dijo que la próxima pandemia podría ser de influenza aviar. El virus podría evolucionar de manera natural durante años hasta llegar a provocar una pandemia cuya tasa de mortalidad sería más de diez veces superior a la del covid-19.
Lo más impactante de la declaración del Dr. Redfield es que afirmó que el mayor riesgo es que el virus sea desarrollado en un laboratorio mediante la ganancia de funciones; una tecnología que modifica los virus para hacerlos más contagiosos. Desde el año 2012 se hicieron experimentos que determinaron cuáles son los aminoácidos que habría que modificar para hacer al virus altamente contagioso para los seres humanos. Él se opuso a que se dieran a conocer los resultados de tal investigación, pero los científicos que hicieron los experimentos los publicaron. Ahora, dijo, se conoce la receta y podría desarrollarse en pocos meses.
Existe una fuerte discusión acerca de la tecnología de ganancia de funciones y es pertinente recordar que hoy en día la hipótesis más aceptada es que el covid-19 escapó de un laboratorio en que se hacía una investigación de ese tipo.
Tras años de negarlo el pasado 16 de mayo el director del Instituto Nacional de Salud norteamericano (NIH), Dr. Lawrence Tabak aceptó que con impuestos de los ciudadanos norteamericanos se pagó para hacer una investigación de ganancia de funciones viral en el laboratorio de Wuhan, China. También aceptó que a petición de científicos chinos se ocultaron las primeras secuencias genómicas del covid-19 a pesar de que con ellas se podría definir si el virus se transmitió de manera natural de animales a humanos o se escapó del laboratorio referido.
¿Estamos preparados para una nueva pandemia? La respuesta a nivel global y nacional es que no lo estamos.
En diciembre de 2021 los 194 países integrantes de la Organización Mundial de la Salud acordaron negociar y establecer un tratado global contra las pandemias. Tendría que haber estado listo para su aprobación en la 77 Asamblea Mundial de la Salud que se llevó a cabo del 27 de mayo al 1 de junio del 2024. No se logró un acuerdo acorde a criterios de equidad entre países ricos y pobres.
Recordemos que la lucha contra el covid-19 fue considerada por la OMS como un fracaso moral catastrófico debido al acaparamiento de las vacunas por los países ricos. Otra vertiente de conflicto fue la negativa de las farmacéuticas y los países ricos para suspender temporalmente los derechos de propiedad intelectual en la producción de vacunas, respiradores, equipos de protección y otros medios. Tal suspensión habría permitido multiplicar el esfuerzo global contra la pandemia, pero les habría restado ganancias a las farmacéuticas.
En mayo la prestigiada revista médica The Lancet publicó un estudio que estima que 53.5 por ciento de las muertes por covid-19 de adultos de 20 a 64 años en México fueron atribuibles a la obesidad. Otras comorbilidades como las enfermedades cardiovasculares, diabetes, cáncer y deficiencias nutricionales hicieron que la población mexicana haya sido muy vulnerable a la pandemia. Revertir la tendencia a la creciente obesidad mejoraría la salud general de la población y su resistencia inmunológica y sería una de las mejores formas de prepararse para una futura pandemia.