DEMOCRACIA

La transición incompleta

La transición hacia la democracia debía consolidarse, pero fue incompleta. | Ricardo de la Peña

Escrito en OPINIÓN el

Al hacer la crítica a las muy cuestionables propuestas de reforma que están en la palestra, no se debe hacer pasar por buenas las muy deficientes normas heredadas de la época de la transición.

De la hegemonía a la hegemonía

Luego de la revolución, fue necesaria la creación de un mecanismo de solución pacífica de los conflictos regionales y de allí surgió el modelo de un instituto político unificador, que fue en su origen el Partido Nacional Revolucionario, antecedente del Revolucionario Institucional (PRI).

Con el deterioro de este modelo con la ruptura henriquista de 1952, durante casi un cuarto de siglo posterior México vivió con un sistema de cuatro partidos en el que la hegemonía del PRI se mantuvo y aderezó con diversos ingredientes que le daban salida a la disidencia y presencia simbólica a las oposiciones en las cámaras.

De nueva cuenta, este modelo se agotó y tuvo que dar paso a una reforma política en la segunda mitad de la década de los setenta del siglo pasado, que permitió una auténtica apropiación por la oposición de espacios de representación y una creciente competitividad, que derivó finalmente en el fin del período hegemónico y el paso a la alternancia en el poder.

Este cuarto de siglo desde la reforma política hasta el cambio de mando en el Ejecutivo federal fue seguido de otro cuarto de siglo donde se suponía que la transición hacia la democracia debía consolidarse, pero ello no ocurrió a cabalidad. La transición fue incompleta y su terminación es, paradójicamente, un retorno al pasado, con una nueva hegemonía que tardará en agotarse para dar paso a una futura transición que pudiera eventualmente realizar reformas legales que la hagan plena.

Lo que no atendió para integrar poderes

Ahora que se tiene enfrente como posible realidad una nueva hegemonía, se hacen presentes desgarres de vestiduras y exigencia de sometimiento a unas leyes en las que no se quiso o no se supo plasmar las condiciones para impedir que se instaurara un nuevo régimen hegemónico. Así, aunque en regulaciones anteriores se estableció el impedimento de sobrerrepresentación por encima de ocho puntos respecto a su votación no sólo de un partido sino de coaliciones, en las reformas de este siglo se olvidó incluir la prohibición expresa para que se diera una proporción de curules por encima de ocho puntos de los votos que obtuvieran juntos partidos coaligados. Y es así como la ausencia de esta limitación favoreció en 2015 al PRI con el Verde, a quienes con apenas 38 por ciento de la votación les fueron asignadas la mitad de las curules de la cámara baja del Legislativo federal.

Lo que no se atendió en lo judicial

Al mismo tiempo se avanza en la discusión pública y en el proceso legislativo para dar cauce a una reforma en materia judicial que daría píe a la elección por voto popular de jueces y magistrados. Se reclama que se atienda al ámbito de los juzgadores y no se revise la integración de fiscalías y la operación de ministerios públicos. Cierto, sin duda, pero ¿por qué no se avanzó antes en una reforma a estas instituciones para la procuración de justicia? ¿Es que no hubo oportunidad para hacerlo durante el periodo de transición? Y desde luego es criticable la propuesta de someter a los juzgadores al sufragio de la ciudadanía, pero ello no deja de lado lo limitado de las adecuaciones para el nombramiento de los magistrados en el régimen actual, que mantiene en manos del Poder Ejecutivo la decisión final sobre quién puede incorporarse al máximo órgano de justicia del país. No se pudo o no se quiso quitar al Presidente de la República esta atribución y establecer un procedimiento alterno para el nombramiento de ministros.

Y en las instituciones electorales

Y pronto vendrá la discusión sobre la reforma electoral, sobre la que pudiera observarse por lo pronto que nunca se reformaron los procedimientos para la elección de los integrantes del órgano superior del INE, dejando siempre en manos de los partidos la posibilidad de acudir a un reparto por cuotas. ¿Por qué no se estableció un mecanismo que diera real autonomía a este máximo órgano del INE, emulando por ejemplo el esquema de reemplazo de los integrantes de la Junta de Gobierno de la Universidad Nacional Autónoma de México para sustituir a sus integrantes? ¿Falta de ingenio, de consenso, de voluntad? La solución propuesta es mala, pero la existente es también cuestionable.

Así que en muchos campos no se hizo la tarea cuando se transitó supuestamente hacia la consolidación de una democracia. Que ahora no se llore y exija que se haga lo que no se hizo en su momento. Y que al hacer la pertinente crítica a las muy cuestionables propuestas actuales de reforma no se quiera pasar por buenas las muy deficientes normas vigentes.

 

Ricardo de la Peña

@ricartur59