El fin de semana se dio a conocer el fallecimiento a los 79 años de Jean Succar Kuri, al parecer por un problema cardíaco. Quizá para muchas personas, sobre todo para las más jóvenes, este nombre no les diga mucho, pero se trata de uno de los depredadores sexuales más conocidos junto con otros deleznables personajes como Marcial Maciel, fundador de los Legionarios de Cristo y Nassón Joaquín, líder de la Iglesia de la Luz del Mundo, aunque lamentablemente no son los únicos y tampoco necesariamente los peores -si es que eso es posible-, pues debe haber muchos más que siguen actuando en las sombras con total impunidad afectando gravemente las vidas de cientos de miles de niñas y niños. Recordemos que vergonzosamente México ocupa los primeros lugares a nivel mundial en delitos relacionados con violencia sexual infantil.
Gracias a la valiente y comprometida labor de la periodista Lydia Cacho, principalmente a partir de la publicación de su libro “Los demonios del Edén” en 2004, se develó una red de prostitución y pornografía infantil de niñas y niños de hasta 5 años de edad en Quintana Roo encabezada por el empresario Jean Succar Kuri, y en la que también estaba involucrado otro empresario poblano, Kamel Nacif, quien a través de sus influencias logró que detuvieran supuestamente por calumnias y torturaran a Lydia Cacho. Finalmente Succar Kuri fue detenido y, tras un largo proceso judicial en el que se revictimizó constantemente a las víctimas que tuvieron que testificar una y otra vez además de las amenazas que recibieron, fue condenado a 93 años de prisión por los delitos de trata de menores y pornografía infantil.
Por increíble que parezca, al momento de su muerte todavía no contaba con sentencia definitiva, ya que después de 20 años aún estaba pendiente de ser resuelta una apelación lo que, con razón generó agravio y frustración en quienes padecieron en su niñez terribles abusos y a la fecha siguen enfrentando las consecuencias. También es indignante que buena parte de su reclusión haya sido en una cárcel local en la que, según se denunció en diversas ocasiones, vivía con mucha tranquilidad y privilegios -como celda propia con cama King Size y baño privado-, a grado tal que le permitían salir. Inexplicablemente cada vez que lo trasladaban a un penal federal de alta seguridad, lograba que lo regresaran a la cárcel de Cancún y hace unos meses solicitó que por su edad y condición de salud, pudiera seguir cumpliendo su condena en prisión domiciliaria. Si no es porque el destino lo alcanzó, es posible que se la hubieran concedido. En sus últimos días estaba siendo atendido en un hospital privado, siendo que la gran mayoría de las personas presas aún con condiciones médicas muy complicadas, no tienen acceso a los servicios mínimos de salud.
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Tras su fallecimiento se han difundido algunos testimonios de sus víctimas en las que describen la forma en que operaba este pederasta, quien además de violarlas, las obligaba a llevarle a otras niñas que también eran abusadas por él y/o las ofrecía a sus amigos entre los que estaban miembros de la elite empresarial y política de acuerdo a las investigaciones de Lydia Cacho. Incluso en la grabación de una conversación así como en su declaración ante un juez, Succar Kuri reconoció que abusó sexualmente de varias niñas y que las fotografiaba y videogrababa para difundir las imágenes en un circuito de pornografía infantil.
Es difícil saber a cuantas niñas, niños y adolescentes les desgració la vida con sus perversiones y conductas criminales, pero esperemos que ahora encuentren un poco de paz. Lydia Cacho publicó en sus redes sociales “He pasado las últimas horas hablando con sobrevivientes de explotación sexual infantil de #JeanSuccarKuri; jóvenes, mujeres y hombres que fueron violados por él y sus cómplices desde los 4, 10,11 y 13 años. Para ellas y ellos la muerte del pederasta significa el fin de la pesadilla” y, aunque no se debe desear mal al prójimo y quizá no sea lo correcto, en casos como este por todo el daño que causó, también espero que Succar Kuri nunca pueda descansar en paz.