De tiempo en tiempo surge la duda en México sobre el valor político y de interlocución ciudadana de los partidos políticos. ¿Deveras tenemos institutos políticos en sentido democrático y de participación ciudadana? Sobre todo en estos días luego de las elecciones del 2 de junio pasado.
¿Son estos partidos políticos que participaron por sí o en alianza o coalición, los espacios en los que se identifican las distintas vocaciones e ideas de país o de gobierno entre los ciudadanos? ¿El ciudadano votó por su partido o por personajes que mejor les garantizan sus intereses individuales?
¿Son éstos partidos, y sus candidatos, los que representan el fortalecimiento de la Nación, el país, el Estado? ¿Deveras esos organismos piensan en el ciudadano antes que en su propia existencia y la preeminencia de sus dirigentes organizados en una especie de grupo único e intocable?
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¿Alguna vez han funcionado los partidos políticos de México como conducto entre la ciudadanía y el gobierno? ¿Alguna vez algún partido político mexicano fue honesto con sus principios ideológicos, con su doctrina política o con su proyecto de nación y de gobierno? ¿Los cumplieron a carta cabal? ¿Atendieron los grandes problemas nacionales? ¿Lo hacen hoy?
Hablamos hoy de tal o cual partido, “el que ganó” o “los que perdieron”, pero en realidad hablamos de entelequias prácticamente inexistentes. Porque, lo dicho, los mexicanos votan por personajes, intereses, beneficios, por quien da o quita; pero no por los partidos políticos, que se han convertido en una simple etiqueta que aparece en la boleta electoral, pero que no garantiza nada.
Por ejemplo, quien ganó las elecciones pasadas fue Andrés Manuel López Obrador a través de Claudia Sheinbaum. Esto con la etiqueta Morena y aliados. No fue Mario Delgado, líder del grupo guinda quien los llevó a la victoria electoral irrebatible; fue Palacio Nacional quien condujo desde 2018, día a día, las elecciones y encaminó el triunfo de su Coalición: “Sigamos haciendo historia”.
Los líderes de partidos de oposición, cualquiera de ellos, medran con el poder que les otorga ese estatus político pero poco o nada aportan para fortalecer la democracia, para ser factor de equilibrio, para fortalecer otras opciones y vocaciones ciudadanas en pluralidad; nada: era el hedonismo puro; era votar por Xóchitl o por Máynez, no por las propuestas programáticas de la Alianza o partido político. ¿Conoció usted cuál era el contenido programático de cada partido?
Giovanni Sartori, el eminente politólogo italiano, especializado en el estudio de la democracia y los partidos políticos, precisa que los partidos políticos se conceptualizan a través de tres ideas básicas:
“I).- Es diferente a una facción, en tanto no concibe un antagonismo al poder político; II).- Es parte de un todo, en tanto representa un aspecto y a un grupo específico de la sociedad; y III) Es un conducto de expresión, ya que como canal de expresión, los partidos terminan por expresar ante el gobierno las inquietudes de la población y ante la población las decisiones del gobierno.”
Los partidos son considerados como los principales actores que compiten por el poder y por tal razón existen en aquellos países donde ésta contienda se procesa en el campo electoral.
Y eso: tienen como fin promover la participación del pueblo en la vida democrática, contribuir a la integración de los órganos de representación política y como organizaciones de ciudadanos hacer posible su acceso al ejercicio del poder público, de acuerdo con los programas, principios e ideas que postulan y mediante el sufragio universal, libre, secreto y directo… (Nada de mano negra).
Pues sí. Pero no. Resulta que los partidos políticos en México son organizaciones de líderes que buscan el poder político. Que luchan entre candidatos y grupos de interés político o económico haciendo que el ciudadano se convierta en espectador y en capital político utilizable.
Para ellos, los dirigentes de cada partido político mexicano, e incluso para los ciudadanos de México, los contenidos objetivos de cada uno de estos institutos políticos son lo de menos: no importan. Importa sí la utilización de esta vía legal para preservarse en el poder.
Ahí están Andrés Manuel López Obrador, Alejandro Moreno Cárdenas, alias “Alito”, Marko Cortés Mendoza, Dante Delgado… y más. Hoy quieren seguir en el poder, el ciudadano ya decidió y es irrebatible su decisión, sí: pero ¿fue ésta decisión en base a razones democráticas indubitables o inducidas por apoyos económicos o de interés laboral?
Los partidos políticos de México, pierden sentido. No lo tienen en lo democrático y de participación ciudadana. La particularidad y la pluralidad son borrosas e inasibles. Las ideologías han desaparecido de ellos.
Hoy el sistema de partidos políticos en México es insostenible. De hecho es un escalofriante espectáculo de grupos de poder que luchan y medran por todos lados.
Individuos que son capaces de vender su alma al mejor postor por un puesto público, por una curul o escaño, por un poco de poder, por mínimo que sea: es poder y lo utilizan para su propio beneficio; y saltan de partido en partido, no importa, la falta de pudor está a la vista en los políticos “chapulines”.
El Instituto Nacional Electoral que tiene como uno de sus objetivos el fortalecimiento del sistema de partidos en México no hace nada por garantizar la existencia de verdaderos partidos políticos: si cumplen con la cantidad de firmas, de contenido programático –aunque no sea cierto– si están dispuestos a conseguir el poder en su particularidad, tienen el registro. Pero: ¿lo merecen?
Los mexicanos no tenemos una cultura democrática y de crítica y responsabilidad asimismo democrática. De ello se valen los partidos políticos difusos y mentirosos de hoy.
¿Hasta cuándo? ¿Quién se hace cargo de este terrible dilema y de este terrible problema para el futuro de la Nación? ¿El ciudadano que lamenta al gobierno actual, pero que vota por el gobierno actual?
Urge, sí, una revisión exhaustiva a estos partidos políticos y al sistema de partidos en México. Hoy gravemente deficiente. “Ser o no ser… he ahí el dilema”.