A lo largo de la historia de nuestro país, los procesos electorales han tenido un papel fundamental, e incluso, las posibilidades de que se lleven a cabo de forma convincente y efectiva fue motivo del levantamiento de grupos sociales en contra de procesos electorales con cierto dejo de sospecha de favorecimiento hacia cierta persona. Incluso, uno de los movimientos sociales más grandes del siglo XX, tuvo un comienzo sufragista, en el sentido de que se cuestionaban los comicios llevados a cabo por Porfirio Díaz. Exigiéndose un proceso limpio, en el que ya no interviniera el entonces presidente ni nadie cercano a él.
En los últimos 100 años del devenir nacional se fueron puliendo los mecanismos electorales, sobre todo, en las últimas décadas, donde se crearon organismos autónomos garantes del ejercicio del voto y de los derechos electorales de toda la población con posibilidades de sufragar en los procesos de elección popular.
En el país, se utiliza la forma ideada hace más de 150 años en Australia para mantener la secrecía del voto, denominada como voto australiano, que al paso del tiempo se convirtió en el mecanismo electoral más popular debido a su alcance para garantizar el voto libre y secreto. Pues, consiste en que a las personas, una autoridad imparcial, les otorgue a las y los ciudadanos boletas con los nombres de todas y todos los candidatos contendientes a puestos de elección para que la persona seleccione a quien considera la mejor opción, y posteriormente, deposite su boleta en una urna sin que nadie intervenga en el proceso.
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El método no ha estado exento de críticas, pues se consideraba que esta forma de votar limitaba las posibilidades de elección a sólo unas cuantas personas. Al paso del tiempo, en las boletas se ha permitido la posibilidad de que las personas puedan escribir el nombre de alguna opción más de su preferencia.
Esta forma actual de votación permite varias maneras de ejercer el sufragio con la finalidad de que la persona electora pueda seleccionar las opciones que considere más adecuadas a sus preferencias y convicciones. Debido a que en estos procesos se eligen varios cargos, la persona recibirá varias boletas, con las que podrá seleccionar una opción para cada uno de estos.
Por lo anterior, se pueden suscitar varios tipos de ejercicio del voto. El primero de ellos, el voto en bloque, consistente en que las personas votan por una única opción política en todas las boletas que se le otorgan para su sufragio. Esta medida responde a la posibilidad de obtener las mayorías en las cámaras legislativas.
El voto diferenciado refiere a la división del voto entre candidatos a distintos cargos de diferentes partidos durante una misma elección. En esta opción, se privilegian las propuestas de las y los candidatos por encima de la de los partidos políticos, resultando una especie de contrapeso a las mayorías absolutas.
El voto es nulo cuando no se puede determinar con certeza a favor de qué persona, partido u organización fue emitido debido a que se tachan varias opciones o todas, teniendo que ser anulado por su ambigüedad. O el voto en blanco, en el que él o la votante participa en los comicios pero se abstiene de elegir alguna opción, dejando la boleta en blanco.
Aún restan dos semanas para que poco menos de 100 millones de personas con nacionalidad mexicana acuda a las urnas a elegir más de 20 mil cargos públicos. En un verdadero ejercicio democrático, cada una y uno de quienes votaremos, tenemos la responsabilidad de informarnos sobre las opciones disponibles en cada uno de los cargos por lo que ejerceremos el derecho al voto. Y así, decidir si damos todos nuestros votos a una sola opción política; si optamos por la pluralidad y los otorgamos a varias opciones; si preferimos anularlos, o ignorar el proceso, dejando que otras personas elijan en nuestro lugar.