En el contexto actual, hablar de paz en México puede parecer utópico. Los índices de violencia, aunque han mejorado ligeramente, siguen siendo alarmantes. La última década ha estado marcada por un recrudecimiento de la violencia criminal, dejando una estela de dolor y luto que impacta a todos los sectores de la sociedad.
La reciente publicación del Índice de Paz México, elaborado anualmente por el Instituto para la Economía y la Paz, confirma el amplio espectro de violencias que se viven a diario en todo el territorio nacional. Tan solo en los últimos nueve años se han acumulado más de 270 mil personas asesinadas y más de 100 mil desaparecidas, así como niveles récord de feminicidios, violencia sexual y violencia familiar.
Las estrategias implementadas hasta ahora, con un enfoque predominante en la seguridad pública y el uso de la fuerza, han demostrado ser insuficientes. Si bien durante el presente sexenio se han explorado alternativas como el programa Jóvenes Construyendo el Futuro, que ofrece becas a jóvenes en situación vulnerable, aún no existe una verdadera política pública integral que articule efectivamente los diversos programas gubernamentales en materia de desarrollo social, salud, economía, educación, y otros ámbitos relevantes.
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La ausencia de una estrategia clara de construcción de paz, también se refleja en la falta de un llamado genuino a la colaboración de diversos sectores de la sociedad. El sector privado, las organizaciones de la sociedad civil, los medios de comunicación, el sector educativo, las iglesias y otros actores clave no han sido plenamente integrados en los esfuerzos por construir una estrategia amplia y efectiva que genere impactos reales en la reducción de las violencias.
Este escenario es, a la vez, resultado y causa de una profunda polarización social y partidista, que se manifiesta en división e intolerancia colectiva. La fragmentación del tejido social y la creciente desconfianza dificultan el diálogo constructivo e inhiben la colaboración intersectorial.
Para avanzar hacia una paz duradera en México, es necesario un cambio profundo, un nuevo pacto social. Formas distintas y más sanas de relacionarnos, incluso si esto implica replantearnos partes de nuestra cultura que hoy son nocivas y anacrónicas. Una cultura de cuidado mutuo que procure bienestar en lugar de hacer daño, y que priorice la colectividad frente al individualismo.
Como sociedad, debemos reconocer que ninguna institución o sector puede construir la paz en solitario. Es imperativo diseñar estrategias complejas y sistémicas que comprendan y aborden la multifacética realidad de las violencias que enfrentamos: desde la violencia familiar e interpersonal hasta la potente violencia de las armas de fuego y la delincuencia organizada.
En este sentido, es fundamental desarrollar una agenda estratégica que aborde factores clave como la impunidad, la corrupción y las desigualdades estructurales. Esta agenda debe contemplar intervenciones concretas para fortalecer el Estado de derecho, garantizar el acceso a la justicia, promover la cultura de la paz en las escuelas, y fomentar el desarrollo económico y social en las comunidades más vulnerables.
Sin embargo, la construcción de paz no se limita a la acción del gobierno. La ruta hacia la paz implica la habilitación de liderazgos locales que promuevan la transformación positiva de conflictos, la cohesión social y el desarrollo comunitario. Las comunidades, con su conocimiento y experiencia, tienen un papel fundamental que jugar en el logro de una paz duradera, construida desde las bases.
En la víspera de las elecciones más grandes de la historia del país, se abre la posibilidad de construir nuevas formas de relacionarnos como sociedad, formas más fraternas, más solidarias, pero también formas más éticas y responsables. Ya es tiempo de que cada actor social asuma el papel que le corresponde, y que nadie más puede desarrollar, en la construcción de un país más justo y armonioso.
En medio de la oscuridad, la esperanza persiste. Ya en otras etapas de nuestra historia contemporánea, la sociedad mexicana ha demostrado su capacidad de resiliencia y su capacidad de imaginar un futuro mejor. Es hora de articular esas energías hacia la construcción de un México más pacífico, donde todas las personas puedan vivir con dignidad, seguridad y bienestar.
*Carlos Juárez Cruz es director en México del Institute for Economics and Peace.
El reporte completo puede ser consultado en www.indicedepazmexico.org y www.economicsandpeace.org.