Claudia Sheinbaum, Xóchitl Gálvez y Jorge Álvarez Máynez, candidatos a la presidencia, se enfentaron en el primer debate de cara a las elecciones del 2 de junio. Hubo fuego cruzado y repitieron las propuestas, ya conocidas de campaña. Con la excepción de la falla del cronómetro, no sucedieron sorpresas.
Un aburrido primer round, donde hubo golpes bajos y campanazos, pero ninguna amenaza de knockout. Aún así, alcanzó en Facebook más de 7.4 millones de reproducciones; en X 536 mil 191 vistas, con 344 mil 214 espectadores.
Sheinbaum ha ganado el primer debate según la encuesta flash de Enkoll para El País y W Radio. Con 46% de apoyo de los encuestados, la candidata oficialista sacó 21 puntos de ventaja a Gálvez (25% de apoyo) y 36 a Álvarez Máynez que tuvo 10 por ciento.
Te podría interesar
Sin embargo, no hubo debate y tampoco espectáculo para la respetable audiencia. Ha sido uno de los debates más acartonados y tediosos, desde que en 2006, el Instituto Federal Electoral (IFE) y ahora el INE, se han encargado de organizar estos eventos que son parte fundamental del ritual de las campañas.
Aunque el debate presidencial, en realidad, es un producto televisivo que en esta época se ha convertido en un evento mediático híbrido, donde el análisis del mensaje queda superado por la “memificación” de los momentos críticos y retóricamente efectivos.
Al hacer un recuento de los “momentos estelares” de los debates, destaca la desafortunada intervención, en abril del 2000, de Francisco Labastida (PRI), al mencionar ante las cámaras todos los epítetos con los que Vicente Fox lo había insultado y el revire del panista, al declarar que a él se le podría quitar lo majadero, pero que a los priístas no se les quitaría lo mañosos.
Otro debate que pasaría a la historia fue el de mayo de 2012, en el que participaron Andrés Manuel López Obrador, Gabriel Quadri, Josefina Vázquez Mota y Enrique Peña, donde no estuvo claro quién convenció más, pero hizo famosa a la modelo Julia Orayen.
Lo que ocurre en un debate presidencial, más allá de lo específicamente dicho por los candidatos, tiene sin duda una influencia importante en las percepciones y las opiniones de los ciudadanos, pero la mayoría de los expertos en comunicación señalan que cambiar en forma masiva las preferencias de los electores a partir de un debate es poco probable (CIPPEC, 2020).
Hay estudios que confirman el cambio de voto luego de un debate presidencial, pero en una magnitud relativamente pequeña. En un análisis realizado sobre cuatro elecciones presidenciales en Estados Unidos (McKinney & Warner 2013) se demostró que un 14% de quienes vieron el debate cambiaron su posicionamiento: la mitad de éstos fueron personas que se encontraban indecisas y optaron por alguno de los candidatos, mientras que solo 3.5% cambió su preferencia de un candidato a otro y 3.3% quedó indeciso.
El primer debate televisado de la historia, en 1960 enfrentó a John F. Kennedy y Richard Nixon, candidatos a la presidencia de Estados Unidos y la mayoría de los analistas consideran que la televisión fue determinante para el triunfo de Kennedy.
Hubieron de pasar más de tres décadas para que los debates televisados llegaran a México en 1994, después de que Luis Donaldo Colosio, candidato del PRI a la presidencia, propuso enfrentar su plataforma política con Cuauhtémoc Cárdenas, candidato del PRD; Diego Fernández de Cevallos del PAN y Cecilia Soto del PT. Sin embargo, al encuentro asistió Ernesto Zedillo como candidato del PRI, toda vez que se llevó a cabo el 12 de mayo, 49 días después del asesinato de Colosio.