Estamos prácticamente a un mes de la jornada electoral del próximo 2 de junio en donde se estarán renovando 629 cargos a nivel federal y 20,070 cargos a nivel local, incluyendo la Presidencia de la República, la Cámara de Diputaciones y la Cámara de Senadurías, así como 8 gubernaturas y la jefatura de gobierno de la Ciudad de México, entre otros cargos, y en donde el desarrollo de las campañas electorales se ha intensificado.
Por lo mismo, ¿qué esperaríamos de los partidos políticos, coaliciones, candidatas y candidatos para los próximos días? De entrada, propuestas más claras, tangibles y empáticas para la ciudadanía, sin embargo, como ha sucedido en otros procesos electorales, observaremos el incremento de acusaciones, dimes y diretes.
La legislación electoral determina que, entre otras consideraciones, las campañas electorales son el espacio que tienen las diferentes candidaturas para presentar ante las y los posibles votantes sus ideas y sus propuestas para atender las principales demandas de la población.
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Para ello, los institutos políticos y las candidaturas se basan en toda una estrategia de propaganda que busca llegar y sensibilizar al electorado. Por eso recibimos en nuestros hogares diversa propaganda, algunas dignas de leerse y otras que prometen el sol, la luna y las estrellas sin decir cómo lo materializaran; observamos pendones, carteles, pancartas, lonas y otros que solo ensucian visualmente el espacio urbano y, en mi opinión esta forma de hacer campaña ya está en desuso.
De este tipo de propaganda vemos, por ejemplo, carteles sobre otros carteles de otros candidatos o candidatas, lonas colocadas en puentes peatonales que de desprenderse pueden provocar algún accidente vehicular, cuadrillas quitando propaganda, cuadrillas colocando o recolocando propaganda, entre otras, que, al final, acaban en quejas interpuestas ante las distintas autoridades electorales.
Algunas candidaturas han desplegado novedosas campañas masivas a través del uso de las redes sociales, insertando estrategias, propuestas y hasta involucrando a la ciudadanía.
En otros casos, vemos campañas en campo, es decir, visitando casa por casa, negocios, centros comerciales entre otros que, en mi opinión, el contacto físico directo con las y los posibles electores debe seguir siendo un referente importante de las campañas, ya que escuchamos a la gente de manera directa, sus necesidades, aspiraciones o quejas.
No obstante, a un mes de la elección, sobre todo para las elecciones que, de acuerdo con diversas mediciones (encuestas) se presumen reñidas, veremos otro tipo de campañas conocidas comúnmente como campañas negras.
¿Qué son las campañas negras? Son las acciones llevadas a cabo, generalmente de forma estratégica en el desarrollo de las campañas electorales para denostar a un competidor, o más bien, a un contrincante electoral.
¿Cómo operan las campañas negativas? Con la investigación de los antecedentes de un candidato o candidata que, en la mayoría de los casos, difunden antecedentes falsos o parcialmente falsos de un contrincante pero que si puede generar algún efecto ante la ciudadanía; con la difusión de propaganda señalando la incapacidad para ocupar un determinado cargo; con infundios, acusaciones falsas, o difundiendo mensajes o, como hemos visto en otras latitudes del mundo, usando la inteligencia artificial para fines perversos de descrédito.
¿Qué nos falta ver en estas campañas? El reforzamiento de propuestas, contundencia en el discurso, el responder acusaciones, en fijar posicionamientos ante temas difíciles, por poner algunos ejemplos.
¿Qué sigue? Que una vez pasando las elecciones los Legisladores en su oportunidad, revisen que las campañas negras van en sentido contrario al espíritu de nuestra democracia y, consecuentemente, encuentren la mejor solución normativa para que tengamos campañas más claras, más cortas y menos onerosas.
En tanto la mejor de las suertes a todas las personas participantes en esta elección en donde la ciudadanía tendrá la última palabra este 2 de junio.