En el debate presidencial del pasado domingo, fuimos testigos de algo más que un simple intercambio de ideas. Observamos una preocupante capacidad de la candidata a la presidencia de Morena para pretender alterar la percepción de la realidad ante la nación. Con una habilidad que sobrepasa el arte de la política tradicional, nos enfrentamos a cómo se pueden manipular y distorsionar los hechos de una manera que nos hace cuestionar: ¿Hasta qué punto se puede estirar la verdad en el ámbito político?
Claudia Sheinbaum Pardo mostró una notable “experiencia” para reinterpretar los hechos a su favor. Un claro ejemplo es su crítica al Seguro Popular, señalando sus deficiencias, sin mencionar los problemas del Instituto de Salud para el Bienestar (INSABI), creado por su propio partido, el cual fracasó y dejó de existir. Esta perspectiva selectiva no solo intenta reescribir la historia reciente de México a conveniencia, también revela una estrategia política que coloca la presentación por encima del contenido real. Esta reinterpretación de los hechos en temas críticos como la salud pública insinúa una dirección de gobierno que podría privilegiar la narrativa por encima de las verdaderas necesidades de la población.
De igual forma mintió de forma cínica sobre cifras relacionadas con la violencia de género y feminicidios, un tema donde la exactitud es crucial. Esta selección estratégica de información, realizada sin titubeos, en un asunto tan sensible minimiza la seriedad del problema y es un indicador de una clara inclinación hacia el uso de la desinformación como herramienta política. Al actuar así, desvía la atención de las políticas ineficaces que han agravado los problemas de justicia social, poniendo en duda su compromiso con la transparencia.
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Este enfoque de presentar una realidad alterada, se extiende a su tratamiento del sistema educativo. Al no reconocer el aumento del rezago educativo durante su administración en la jefatura de gobierno, Claudia Sheinbaum dirigió las críticas hacia políticas educativas anteriores, evadiendo así las responsabilidades actuales. Esta misma línea de evasión se refleja también en la opacidad de las contrataciones públicas en la Ciudad de México, donde investigaciones indican que hasta el 70% de los contratos adjudicados carecen de claridad, evidenciando un alarmante nivel de riesgo de corrupción. La distancia entre sus afirmaciones y las prácticas observadas nos lleva a cuestionar cómo podría manejar la información y las cifras de forma honesta y abierta como presidenta, resaltando una tendencia inquietante hacia la manipulación de la realidad.
En una época en la que la precisión de la información es más importante que nunca, la postura de Sheinbaum respecto a la verdad es reveladora y enciende alarmas. Lo que está en riesgo no es solo la credibilidad de una candidata, sino la esencia misma de nuestra democracia. Nuestro país se encuentra en un momento decisivo, enfrentando desafíos que demandan liderazgos basados en la honestidad, la integridad, y un compromiso firme con la realidad, por más incómoda que esta pueda ser.
México merece más y debemos exigir una política que construya el futuro con verdades, no con ilusiones. Nuestra democracia necesita líderes comprometidos con la verdad, la transparencia y la rendición de cuentas.
Por ello, #ElCambioViene…