Hoy el español, sí el español y no el castellano, es el cuarto lenguaje más hablado del mundo. Y como lenguaje nativo es el tercero después del mandarin y el hindú, obviamente por el tamaño de la población. ¿La razón? Una sola: el mestizaje. ¿El causante? El imperio español.
Recorrer América Latina e incluso algunas partes de Estados Unidos colonizadas por los españoles es encontrar colegios, universidades, hospitales, iglesias, plazas, alcaldías y centros históricos al por mayor. En los últimos dos mil años, ningún imperio, salvo el romano quizás, ha dejado un legado arquitectónico y cultural tan profundo en la región donde estuvo, como lo hizo España en América.
La gran diferencia con las conquistas y colonizaciones de los ingleses, los franceses, los belgas e incluso los chinos y los japoneses fue el nivel de mestizaje que se dio. Claro, una conquista y una colonia tiene tanto de bueno como de malo –como lo ha sido a lo largo de la historia en todo el mundo– pero lo que España dejó en nuestro continente es de tal dimensión que se diferencia de lejos de lo que otros países hicieron durante sus períodos similares.
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Claro el progresismo, que evalúa la historia con los ojos de hoy para poder calificar a unos y a otros de víctimas y victimarios, a través de este espejo nos vende ese período con una mirada de horror que solo amplifica lo malo, cuando la verdad es que nos hizo lo que somos hoy: un continente mestizo, católico e hispano parlante en general. Y no hablamos de poca cosa, 495 millones de personas.
Hace unos días vi en YouTube una conversación del historiador mexicano Juan Miguel Zunzunegui sobre quién es Hernán Cortés y lo primero que contesta es “el padre de Mexico". Que como todo padre nos puede gustar o no pero no deja de ser el padre”. En su fantástica conversación no solo dimensiona la heroica conquista de México –que habría sido imposible sin la alianza de muchas tribus de ese país que eran sacrificadas por los aztecas en sus ritos religiosos de una manera tan sanguinaria y brutal que facilitó el trabajo de Cortés– sino muestra cómo el mestizaje fue fundamental en todo ese proceso. No se pierdan esta entretenida entrevista.
Claro, los progres, entre ellos el presidente de Colombia, se fruncen ante esta mirada realista que sin obviar la barbarie de una conquista no desecha los beneficios y sobretodo lo que esta historia nos dejó. Sin embargo, lo peor es que los progres españoles, entre ellos el hoy presidente del gobierno Pedro Sánchez, alimentan esta versión de víctimas y victimarios que necesitan para mantenerse en el poder pues necesitan esa polarización para hacer del otro el enemigo de la humanidad.
Es difícil de entender que una historia de 532 años que hizo de España un imperio increíble y del continente americano una región de más de 430 millones de hispano parlantes no sea la base de un orgullo y de una presencia mayor de este país en la región. Al contrario, hoy en los colegios españoles se estudia más la historia de la comunidad en que se vive que la de cinco siglos de relaciones de España y América.
El nacionalismo español no existe y hasta el himno no tiene letra pues no han podido ponerse de acuerdo sobre lo que significó esta historia inmensa de esa nación. Y uno se pregunta, acaso los catalanes al querer la independencia obvian que Isabel la Católica se casó con Fernando de Aragón y que por ende hicieron parte de esta gesta que transformó la vida de 400 millones de habitantes del mundo de hoy. Lo mismo se puede uno preguntar de los vascos que jugaron un papel fundamental en la transformación del mundo en el que vivimos. Pareciera que la defensa de un lenguaje anula esa historia que tienen tanto España –y obviamente Cataluña y el país vasco como parte de ella– y América. Triste pero esa es hoy la realidad que vive, como le decimos nosotros, la madre Patria, duélale a quien le duela.
Lo más grave es que esa negación es absolutamente necesaria para alimentar el independentismo de ambas regiones. No pueden aceptar esa historia común y al contrario necesitan convertirla en esa ficción de solo barbarie para justificar sus acciones que no tienen asidero, sobre todo en el mundo de hoy. Sánchez, por su parte, aferrado al poder le da la espalda a esa herencia con tal de lograr los votos en el parlamento que le permitan mantenerse en la presidencia del gobierno.
No podría terminar sin contar cómo Gustavo Petro, en una acto de hipocresía único, recibe de manos de Sánchez y sin inmutarse la condecoración de Isabel la Católica, sin duda la mujer más importante de la historia. Si, para los progres valores como la libertad o la misma interpretación de la historia son relativos, pues se acomodan a sus necesidades del momento, como cuando Petro recibió ese homenaje que debe tener a la reina revolcándose en su tumba.