Joe Biden va a ser el último presidente demócrata de los Estados Unidos que va a defender a Israel. Incluso ya le está costando políticamente como se vio en las elecciones primarias donde un sector importante votó en blanco mandando un mensaje de respaldo a los palestinos y contra Israel.
Por el lado republicano lo único que se puede esperar es un aislacionismo muy similar al de los años 30 que aún no se sabe cuánto va a durar. Estados Unidos, hasta que los japoneses no bombardearon Pearl Harbor en diciembre de 1941, dos años y tres meses después de que se inició la segunda guerra mundial, no entraron en ella a pesar de que la Alemania nazi hasta entonces iba ganando. No creo que esta actitud vaya a cambiar a no ser que se dé una amenaza real contra el territorio americano como sucedió entonces o 60 años después con el acto terrorista contra las torres gemelas.
Eso si hay que reconocerle a Biden que a pesar de su pésima política exterior con América Latina y con Irán, su reacción tanto a la invasión rusa de Ucrania como al ataque terrorista de Hamás y la respuesta de Israel han sido corajudas políticamente y serias en su alcance. No me cabe la menor duda que haber enviado los portaaviones al mediterráneo evitó que Hizbolá reaccionara y creara un segundo frente que habría desembocado en una guerra regional donde Irán, Siria e Irak estarían involucrados y la supervivencia del estado israelí estaría en juego.
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También es de exaltar que la publicación de los planes de la invasión de Rusia, nadie en Europa creía que eso se iba a dar, facilitó la preparación de Ucrania parta evitar el éxito de este ataque por un lado y por el otro el rápido envío de armamento a Ucrania impidió que la masa del ejército ruso acabara por imponerse.
Pero no nos debemos hacer ilusiones que esto se va a repetir. Es muy probable que el futuro de la política exterior de Washington sea de acomodación con las autocracias, como lo hizo Biden con Maduro y lo trató de hacer Obama con Castro. La defensa de la democracia y la lucha por las libertades va a darse en una soledad inmensa.
El discurso progresista (woke) de víctima y victimario, que iguala a Hamás con Israel o a las FARC con el estado colombiano para solo dar dos ejemplos, se ha apoderado de un gran sector de la sociedad americana, en especial de los demócratas. La reacción en muchas capitales del mundo en apoyo a los palestinos olvidando la masacre del 7 de octubre, es apenas el principio de esa nueva manera de ver el mundo que como se vio en la respuesta de las tres rectoras de Harvard, Penn y MIT hoy se ha extendido en la sociedad a través de una captura del sistema educativo en especial el universitario pero que crece todos los días en el nivel de colegios. Hoy los malos son los buenos, los terroristas se justifican y los demócratas, los liberales somos los opresores, los victimarios que hay que sacrificar a toda costa.
En medio de esta tormenta perfecta se da esta guerra entre los terroristas de Hamás -que se ocultan en la población civil y viven protegidos en túneles que construyeron con dinero de cooperación humanitaria y al que no tienen acceso ciudadanos palestinos de a pie- y el estado de Israel, una democracia con todas las libertades que los palestinos nunca tuvieron. Y lo peor es que el discurso del genocidio, auspiciado por personajes como Lula y Petro cae en un campo fértil sembrado con esa narrativa creada durante décadas en los medios y en la academia. Pasar del “defund the police” (quítenle los fondos a la policía) al “defund Israel” solo hay un paso.
¿Qué pueden hacer Israel y sus aliados en este triste panorama? Lo primero es que siendo los más grandes financiadores de universidades y campañas políticas en Estados Unidos ya tienen que mirar ese poder de otra manera. No deben tenerle miedo a la guerra cultural pues allí es donde están siendo derrotados. Por cierto, deben imitar otro exitoso judío, George Soros, quien hace parte de esa guerra desde el otro lado con gran éxito financiando medios y organizaciones que desafortunadamente hoy están contra Israel.
Segundo deben buscar aliados en los ciudadanos del mundo demócratas y no judíos que ven a Israel no solo con simpatía sino como un símbolo. Lo que Israel representa en esa región, en la economía mundial y en su historia no es poca cosa, pero los museos del holocausto ya no son suficientes. ¡Hoy un pueblo víctima del genocidio donde murieron más de 6 millones de seres humanos es con toda tranquilidad y sin cuestionamiento alguno acusado de cometer otro al defenderse del peor atentado terrorista de su historia!
Así ha cambiado el mundo y así han cambiado sus valores. En pocas décadas. Las reglas de juego de imparcialidad académica, de imparcialidad periodística hasta de sentido común hoy son distintas. Israel y quienes los apoyamos debemos barajar de nuevo.
En esta guerra fría 2.0, las dos primeras guerras -Ucrania e Israel- en defensa de la libertad y la democracia contra el terror y el autoritarismo son fundamentales. Se deben ganar. No estoy seguro que sea así. El mundo entra en una etapa muy similar a la que llevó a la segunda guerra mundial. La cobardía de las potencias occidentales es el alimento del que se nutren los Putin y Maduros del mundo como sucedió con los Hitler, Mussolini e Hirohito hace 85 años.