Si bien sería muy pretencioso llamar a nuestra época como la de los derechos humanos, algunos sociólogos como Alain Touraine o Pierre Rosanvallon han hecho énfasis en que las últimas tres décadas de la historia de la humanidad pueden caracterizarse por el constante debate para el reconocimiento de derechos que anteriormente no eran contemplados como parte de las necesidades de una persona para poder vivir dignamente.
Estos derechos no han estado exentos de debate, sobre todo, por sus posibilidades de alcance y de justiciabilidad, de accesibilidad para todas las personas ante las infraestructuras inadecuadas en muchos países del mundo, de validez ante contextos jurídicos muy particulares, de universalidad ante la pluralidad de ideas, de individualización más que de colectivización de los mismos, entre muchos otros puntos cuestionables. Sin embargo, siguen siendo considerados como una de las mejores rutas para abatir las desigualdades y fortificar un punto de partida en términos de justicia distributiva.
A partir del año pasado, con motivo de la conmemoración de los 75 años de la promulgación de la Declaración Universal de Derechos Humanos, la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas estableció una agenda de puntos estratégicos a seguir durante los próximos años con la finalidad de que todas las personas puedan gozar de sus derechos y de que las políticas públicas mantengan un enfoque en el que, en primer lugar, esté la persona.
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Dichos puntos son el fomento de la participación significativa de mujeres, jóvenes y otras personas excluidas habitualmente; el reconocimiento de la desigualdad como un riesgo estratégico para la paz y la seguridad; el establecimiento de una economía de derechos humanos en la que se contemplen desde los derechos a la alimentación y el agua, hasta los derechos a la salud, incluyendo la salud sexual y reproductiva, y a la educación; ser un eje en las acciones a favor de la disminución del impacto del cambio climático y en la disminución de las emisiones de carbono.
Además de fortalecer la gobernanza a través de las sanciones y la toma de medidas en contra de quienes vulneren los derechos humanos ; fomentar que las empresas de tecnología se regulen a sí mismas para contar con estándares de regulación vinculantes que tengan fuertes disposiciones respecto a la debida diligencia, la transparencia y la rendición de cuentas para toda la industria; empoderar a las infancias y las adolescencias para la construcción de un mundo más justo y que entre todos los países y todas las personas se siga construyendo el conocimiento en la materia a través del asumir que en todas las naciones, sin excepción, se han vulnerado o se vulneran estos derechos.
Todos estos puntos, como un eje clave para reconstruir el discurso alrededor de los mismos, contrarrestando los estereotipos negativos e ideas erróneas, e incitar a tomar acción para revitalizar el movimiento mundial por los derechos humanos.
Por eso, en el marco del Día Internacional de los Derechos Humanos, a conmemorarse el próximo 10 de diciembre, fecha en que se promulgó la declaratoria, pero en 1948, se hace un reconocimiento a que los derechos humanos son claves para el futuro de la humanidad y del planeta, y a través de su protección el día de hoy, se salvaguarda el mañana de quienes vivimos o vivirán en este planeta.